lunes, 25 de febrero de 2013

Participación y tradición litúrgica


Ofrecemos un fragmento de un libro cuya lectura recomendamos. 
Lamentablemente, la situación que se repite con frecuencia es aquella en que los "párrocos creativos" abusan de la paciencia de un público cautivo que no tiene más remedio que asistir a las "producciones" de su talento frustrado, de los que muchas veces podríamos dudar con fundamento si lograrían atraer a alguien si se presentaran en circunstancias en las que el "auditorio" pudiera tener alguna libertad de elección.
Quisiera citar a este respecto varios extractos de un texto del Archimandrita Robert Taft sj, antiguo vice-rector del Pontificio Instituto Oriental, quien es el mayor "historiador de la tradición litúrgica" de nuestra época, al menos en lo que respecta al oriente cristiano. Considero que este testimonio es especialmente valioso, pues su autor, más allá del reconocido prestigio científico que posee, en tanto que sacerdote de rito Bizantino, cuyos estudios se han dirigido específicamente a la realidad oriental, habla desde una perspectiva que lo pone por encima de las hodiernas discusiones internas al rito romano: "Aquello de lo que la gente común en las parroquias comunes tiene necesidad es la familiaridad, la identidad, la estabilidad de una tradición ritual que sólo puede ser conseguida con la repetición, y que no tolera verse sometida a cambios cada vez que el cura lee un nuevo artículo sobre liturgia. El único modo en que la gente percibe la liturgia como propia, y por ende participa en ella, es cuando sabe qué es lo que viene después". Y prosigue más adelante: "El ritual -o si se prefiere el «orden del culto»-, una cierta estabilidad en el desarrollo del culto, lejos del cerrar la espontaneidad y la participación de la asamblea, es su conditio sine qua non, como ocurre en cualquier acontecimiento social. La muchedumbre italiana grita espontáneamente «brava» a las divas a la opera, pero no en el medio de la frase de un aria sino siguiendo las convenciones de la urbanidad porque hay un tiempo y un lugar para cada cosa. Por otra parte, llama la atención sobre el hecho de que cuando los liturgistas hablan de espontaneidad, la entienden como su propia espontaneidad, no la de la comunidad". "El único modo de asegurar la apropiación del culto por parte de la asamblea es celebrar el orden del culto que les es propio y no poner sobre sus hombros ya cansados un «viaje por la espontaneidad» en el que ellos no toman parte".
Algo semejante ocurre con los conceptos de "simplicidad" y "claridad": "La simplicidad excesiva es sencillamente aburrida y el sentirse a disgusto en un ritual que no esté mitigado por explicaciones es reflejo de un problema de nuestra cultura occidental actual". Y continúa el Padre Taft: "La liturgia tiene necesidad de muchos símbolos inmediatos, de un gran despliegue visual y sonoro, de incienso y campanas y no de un comentador en chaqueta y corbata para explicar hasta el último detalle. Dejemos que la liturgia le hable directamente a la gente, en vez de programar cada una de sus reacciones. Ocurre con frecuencia que matamos la espontaneidad cuando impedimos de modo inflexible que cada signo hable por sí [...] La repetición hace parte de la esencia del comportamiento ritual y sólo nos veremos obligados a explicar las cosas si nos empeñamos en «descubrir la pólvora» en cada liturgia. [...] La creatividad que se desarrolla dentro de una tradición es una creatividad guiada y limitada por algo que es más importante que el celebrante-creador". Y afirma: "Creo que ha llegado el tiempo de que nosotros, liturgistas, tomemos enérgicamente posición contra este modo «amateur» de abordar el culto solemne de Dios, y restituyamos al pueblo la tradición que es suya, no sólo nuestra. Predicamos lo que la Iglesia siempre nos ha dicho, que la primera espontaneidad y creatividad del culto cristiano es aquella de los corazones y de las mentes libremente elevadas a Dios en amor, canto y plegaria". 
Concluye el P. Taft: "Lo que estoy tratando de decir es que tengo que hacer que la liturgia hable por sí misma en lugar de tratar de hacerla hablar en mi lugar, en lugar de explotarla como instrumento de autoexpresión. Como las catedrales medievales, las liturgias fueron creadas no como monumentos a la creatividad humana, sino como actos de culto. El objetivo de la liturgia no es la auto-expresión, tampoco lo es la auto-satisfacción, sino Dios. Él tiene que crecer y yo en cambio disminuir, dice de Jesús Juan el Bautista, y éste es un principio excelente para los ministros del culto. En todo caso, la experiencia enseña que el sumum de la espontaneidad es espontáneo sólo la primera vez. Después es siempre lo mismo. [...] Por otra parte, la mayor parte de la gente no es particularmente creativa en los otros aspectos de su propia vida, y no hay razón para pensar que lo será cuando asista a la liturgia. Pueden sin embargo ser llevados a participar de la herencia común que es mucho más noble y rica que la creación de cada uno de nosotros como individuos. Lo que necesitamos no es descubrir la pólvora, ni dar una nueva forma a nuestra liturgia cada vez que leemos un nuevo artículo, sino simplemente tomar lo que tenemos y usarlo del mejor modo posible [...] En otras palabras, la liturgia es una tradición común, un ideal de oración con el que tengo que crecer, y no uno juego privado al que estoy libre de reducir al nivel de mi banalidad".

Tomado de:
Díaz Patri, Gabriel. Participación y tradición litúrgica. ¿Dos conceptos antagónicos?, pp. 78 y ss. En: AA.VV. (Ed.) Bux, Nicola - Ferrer, Juan-Miguel - Díaz Patri, Gabriel. El Motu Proprio "Summorum Pontificum" y la hermenéutica de la continuidad. I Jornadas sobre el Motu Propio Summorum Pontificum, Ed. Arca de la Alianza, Madrid 2011.

Participación y tradición litúrgica


Ofrecemos un fragmento de un libro cuya lectura recomendamos. 
Lamentablemente, la situación que se repite con frecuencia es aquella en que los "párrocos creativos" abusan de la paciencia de un público cautivo que no tiene más remedio que asistir a las "producciones" de su talento frustrado, de los que muchas veces podríamos dudar con fundamento si lograrían atraer a alguien si se presentaran en circunstancias en las que el "auditorio" pudiera tener alguna libertad de elección.
Quisiera citar a este respecto varios extractos de un texto del Archimandrita Robert Taft sj, antiguo vice-rector del Pontificio Instituto Oriental, quien es el mayor "historiador de la tradición litúrgica" de nuestra época, al menos en lo que respecta al oriente cristiano. Considero que este testimonio es especialmente valioso, pues su autor, más allá del reconocido prestigio científico que posee, en tanto que sacerdote de rito Bizantino, cuyos estudios se han dirigido específicamente a la realidad oriental, habla desde una perspectiva que lo pone por encima de las hodiernas discusiones internas al rito romano: "Aquello de lo que la gente común en las parroquias comunes tiene necesidad es la familiaridad, la identidad, la estabilidad de una tradición ritual que sólo puede ser conseguida con la repetición, y que no tolera verse sometida a cambios cada vez que el cura lee un nuevo artículo sobre liturgia. El único modo en que la gente percibe la liturgia como propia, y por ende participa en ella, es cuando sabe qué es lo que viene después". Y prosigue más adelante: "El ritual -o si se prefiere el «orden del culto»-, una cierta estabilidad en el desarrollo del culto, lejos del cerrar la espontaneidad y la participación de la asamblea, es su conditio sine qua non, como ocurre en cualquier acontecimiento social. La muchedumbre italiana grita espontáneamente «brava» a las divas a la opera, pero no en el medio de la frase de un aria sino siguiendo las convenciones de la urbanidad porque hay un tiempo y un lugar para cada cosa. Por otra parte, llama la atención sobre el hecho de que cuando los liturgistas hablan de espontaneidad, la entienden como su propia espontaneidad, no la de la comunidad". "El único modo de asegurar la apropiación del culto por parte de la asamblea es celebrar el orden del culto que les es propio y no poner sobre sus hombros ya cansados un «viaje por la espontaneidad» en el que ellos no toman parte".
Algo semejante ocurre con los conceptos de "simplicidad" y "claridad": "La simplicidad excesiva es sencillamente aburrida y el sentirse a disgusto en un ritual que no esté mitigado por explicaciones es reflejo de un problema de nuestra cultura occidental actual". Y continúa el Padre Taft: "La liturgia tiene necesidad de muchos símbolos inmediatos, de un gran despliegue visual y sonoro, de incienso y campanas y no de un comentador en chaqueta y corbata para explicar hasta el último detalle. Dejemos que la liturgia le hable directamente a la gente, en vez de programar cada una de sus reacciones. Ocurre con frecuencia que matamos la espontaneidad cuando impedimos de modo inflexible que cada signo hable por sí [...] La repetición hace parte de la esencia del comportamiento ritual y sólo nos veremos obligados a explicar las cosas si nos empeñamos en «descubrir la pólvora» en cada liturgia. [...] La creatividad que se desarrolla dentro de una tradición es una creatividad guiada y limitada por algo que es más importante que el celebrante-creador". Y afirma: "Creo que ha llegado el tiempo de que nosotros, liturgistas, tomemos enérgicamente posición contra este modo «amateur» de abordar el culto solemne de Dios, y restituyamos al pueblo la tradición que es suya, no sólo nuestra. Predicamos lo que la Iglesia siempre nos ha dicho, que la primera espontaneidad y creatividad del culto cristiano es aquella de los corazones y de las mentes libremente elevadas a Dios en amor, canto y plegaria". 
Concluye el P. Taft: "Lo que estoy tratando de decir es que tengo que hacer que la liturgia hable por sí misma en lugar de tratar de hacerla hablar en mi lugar, en lugar de explotarla como instrumento de autoexpresión. Como las catedrales medievales, las liturgias fueron creadas no como monumentos a la creatividad humana, sino como actos de culto. El objetivo de la liturgia no es la auto-expresión, tampoco lo es la auto-satisfacción, sino Dios. Él tiene que crecer y yo en cambio disminuir, dice de Jesús Juan el Bautista, y éste es un principio excelente para los ministros del culto. En todo caso, la experiencia enseña que el sumum de la espontaneidad es espontáneo sólo la primera vez. Después es siempre lo mismo. [...] Por otra parte, la mayor parte de la gente no es particularmente creativa en los otros aspectos de su propia vida, y no hay razón para pensar que lo será cuando asista a la liturgia. Pueden sin embargo ser llevados a participar de la herencia común que es mucho más noble y rica que la creación de cada uno de nosotros como individuos. Lo que necesitamos no es descubrir la pólvora, ni dar una nueva forma a nuestra liturgia cada vez que leemos un nuevo artículo, sino simplemente tomar lo que tenemos y usarlo del mejor modo posible [...] En otras palabras, la liturgia es una tradición común, un ideal de oración con el que tengo que crecer, y no uno juego privado al que estoy libre de reducir al nivel de mi banalidad".

Tomado de:
Díaz Patri, Gabriel. Participación y tradición litúrgica. ¿Dos conceptos antagónicos?, pp. 78 y ss. En: AA.VV. (Ed.) Bux, Nicola - Ferrer, Juan-Miguel - Díaz Patri, Gabriel. El Motu Proprio "Summorum Pontificum" y la hermenéutica de la continuidad. I Jornadas sobre el Motu Propio Summorum Pontificum, Ed. Arca de la Alianza, Madrid 2011.

viernes, 22 de febrero de 2013

Gherardini de acuerdo con Radaelli



Por qué estoy de acuerdo con el libro de Enrico Maria Radaelli
Por Mons. Brunero Gherardini
Cuando, hace pocos meses, este libro llegó a mis manos en sus primeras versiones, no dejé de tomarlo en consideración por la radicalidad del título y después por el contenido.
Un libro como éste, que no oculta el dogma no puede saltarse a la torera. Tampoco la lectura de un libro así es un pasatiempo. En efecto, el interrogante sobre el mañana “terrible o radiante” del dogma es una sacudida en el doble sentido de animar y de provocar.
El mañana del dogma, en realidad, es siempre tan “radiante” como “terrible”; los motivos por los que se ve así, envuelto en luz y difundiéndola, son los mismo por los que inspira no tanto terrror, como respeto y admiración.
En el dogma está la presencia de aquel absoluto que encuentra en él, y solo en él, al menos una representación analógica formal.
Teniendo presente que el de la “forma”, en efecto, es el valor de fondo que permite al Autor desarrollar sus reflexiones, que se dirigen antes de nada a la solución del problema hermenéutico del Vaticano II y después a los dos modelos vigentes desde el Vaticano II: el uno, “hipodogmático” y dispuesto incluso a desnaturalizar el contenido del dogma en el así llamado lenguaje pastoral, el otro auténticamente y tradicionalmente dogmático como lenguaje propio de la enseñanza eclesial.
Agudo y pertinente el análisis de tal lenguaje. Muestra en primer lugar un lenguaje de autoridad, porque nace de Dios, obedece al principio de no-contradicción y determina (el Autor llega a decir “actúa”) la verdad.
La otra presentación del lenguaje eclesial, el que proviene sobre todo del Vaticano II, entendido como “hecho lingüístico” impropio, atenuaría por su parte, hasta casi su superación, el contenido dogmático a favor de la forma pastoral
El juicio, que el Autor funda sobre la base de la aproximación metafísica y de una metodología sustancialmente escolástica, recoge y expresa convicciones tan radicales como inapelables.
Dramáticas las consecuencias: la ortopraxis en lugar de la ortodoxia, la acción desligada de la reflexión, el amor independiente de la fe.
Son las consecuencias del Vaticano II, de su nuevo lenguaje narrativo y pastoral, de “su actual adulteración”.
La renuncia al lenguaje dogmático habría debido ser sustituida por la “medicina de la misericordia”: y ésta habría encontrado expresión en la impostación pastoral de todo el Vaticano II.
No cabe duda de que el nuevo libro de Enrico Maria Radaelli hará discutir y, al mismo tempo, enderezará cualquier idea torcida.
Lo auspiciamos por el bien de la Iglesiay de su teología.

Brunero Gherardini
Ciudad del Vaticano, 10 de enero de 2013-02-12 San pedro Urseolo Confesor.

Gherardini de acuerdo con Radaelli



Por qué estoy de acuerdo con el libro de Enrico Maria Radaelli
Por Mons. Brunero Gherardini
Cuando, hace pocos meses, este libro llegó a mis manos en sus primeras versiones, no dejé de tomarlo en consideración por la radicalidad del título y después por el contenido.
Un libro como éste, que no oculta el dogma no puede saltarse a la torera. Tampoco la lectura de un libro así es un pasatiempo. En efecto, el interrogante sobre el mañana “terrible o radiante” del dogma es una sacudida en el doble sentido de animar y de provocar.
El mañana del dogma, en realidad, es siempre tan “radiante” como “terrible”; los motivos por los que se ve así, envuelto en luz y difundiéndola, son los mismo por los que inspira no tanto terrror, como respeto y admiración.
En el dogma está la presencia de aquel absoluto que encuentra en él, y solo en él, al menos una representación analógica formal.
Teniendo presente que el de la “forma”, en efecto, es el valor de fondo que permite al Autor desarrollar sus reflexiones, que se dirigen antes de nada a la solución del problema hermenéutico del Vaticano II y después a los dos modelos vigentes desde el Vaticano II: el uno, “hipodogmático” y dispuesto incluso a desnaturalizar el contenido del dogma en el así llamado lenguaje pastoral, el otro auténticamente y tradicionalmente dogmático como lenguaje propio de la enseñanza eclesial.
Agudo y pertinente el análisis de tal lenguaje. Muestra en primer lugar un lenguaje de autoridad, porque nace de Dios, obedece al principio de no-contradicción y determina (el Autor llega a decir “actúa”) la verdad.
La otra presentación del lenguaje eclesial, el que proviene sobre todo del Vaticano II, entendido como “hecho lingüístico” impropio, atenuaría por su parte, hasta casi su superación, el contenido dogmático a favor de la forma pastoral
El juicio, que el Autor funda sobre la base de la aproximación metafísica y de una metodología sustancialmente escolástica, recoge y expresa convicciones tan radicales como inapelables.
Dramáticas las consecuencias: la ortopraxis en lugar de la ortodoxia, la acción desligada de la reflexión, el amor independiente de la fe.
Son las consecuencias del Vaticano II, de su nuevo lenguaje narrativo y pastoral, de “su actual adulteración”.
La renuncia al lenguaje dogmático habría debido ser sustituida por la “medicina de la misericordia”: y ésta habría encontrado expresión en la impostación pastoral de todo el Vaticano II.
No cabe duda de que el nuevo libro de Enrico Maria Radaelli hará discutir y, al mismo tempo, enderezará cualquier idea torcida.
Lo auspiciamos por el bien de la Iglesiay de su teología.

Brunero Gherardini
Ciudad del Vaticano, 10 de enero de 2013-02-12 San pedro Urseolo Confesor.

martes, 19 de febrero de 2013

Dos noticias


Como analista de medios, Fortea es un buen exorcista (?) o demonólogo (?):
Despúes de quejarse de la subjetividad con que ciertos periodistas informan sobre los temas relacionados con la Iglesia, el P. Antonio Fortea —connotado exorcista— aconseja en una entrda de su blog:
"A las personas que quieran beber de aguas puras, les aconsejo que vayan a webs tales como Aciprensa, Aleteia, Infocatólica, Rome Reports, Religión en Libertad y otras muchas."
¿En qué quedamos Su Reverencia, se fijó Ud. bien que se le colaron algunas webs exactamente igual de parcializadas a esos otros periodistas de los cuales previamente Ud. se queja?
Visto en:
Y del cardenal Darío Castrillón Hoyos, para compensar declaraciones como las de Müller:
 “Él tuvo la generosidad de recibir a los obispos que están en esta situación de recibirlos en Castel Gandolfo. El Santo Padre ha seguido, paso a paso, yo lo digo, con un amor a Cristo, y a la Iglesia. El problema que tenían los obispos del grupo de la Sociedad San Pío X, de Lefebvre, era la ordenación sin permiso del Papa, sin un mandato pontificio. Era eso lo único que estaba como motivo de excomunión. Otra cosa era como motivo de suspensión. El analizó esto con mucha seguridad, frialdad en la comisión que teníamos Ecclesia Dei, y estuvimos mirando este problema y no dudó un segundo como Papa, por amor a la Iglesia, de abrir los brazos para la reconciliación”.

 Visto en:
http://www.romereports.com/palio/cardenal-castrillon-el-papa-busco-siempre-la-reconciliacion-con-los-lefebvrianos-spanish-9086.html?


Dos noticias


Como analista de medios, Fortea es un buen exorcista (?) o demonólogo (?):
Despúes de quejarse de la subjetividad con que ciertos periodistas informan sobre los temas relacionados con la Iglesia, el P. Antonio Fortea —connotado exorcista— aconseja en una entrda de su blog:
"A las personas que quieran beber de aguas puras, les aconsejo que vayan a webs tales como Aciprensa, Aleteia, Infocatólica, Rome Reports, Religión en Libertad y otras muchas."
¿En qué quedamos Su Reverencia, se fijó Ud. bien que se le colaron algunas webs exactamente igual de parcializadas a esos otros periodistas de los cuales previamente Ud. se queja?
Visto en:
Y del cardenal Darío Castrillón Hoyos, para compensar declaraciones como las de Müller:
 “Él tuvo la generosidad de recibir a los obispos que están en esta situación de recibirlos en Castel Gandolfo. El Santo Padre ha seguido, paso a paso, yo lo digo, con un amor a Cristo, y a la Iglesia. El problema que tenían los obispos del grupo de la Sociedad San Pío X, de Lefebvre, era la ordenación sin permiso del Papa, sin un mandato pontificio. Era eso lo único que estaba como motivo de excomunión. Otra cosa era como motivo de suspensión. El analizó esto con mucha seguridad, frialdad en la comisión que teníamos Ecclesia Dei, y estuvimos mirando este problema y no dudó un segundo como Papa, por amor a la Iglesia, de abrir los brazos para la reconciliación”.

 Visto en:
http://www.romereports.com/palio/cardenal-castrillon-el-papa-busco-siempre-la-reconciliacion-con-los-lefebvrianos-spanish-9086.html?


lunes, 18 de febrero de 2013

Michael Schmaus y el nazismo

Michael Schmaus.
Es necesario hacer algunas puntualizaciones sobre las circunstancias del texto cuya traducción publicamos en esta entrada. Porque es una exigencia del método histórico evitar el anacronismo, es decir la elaboración ahistórica de la historiografía, en virtud de la cual se imponen al pasado patrones del presente y se juzga la actuación de los personajes como si hubieran conocido de antemano todo el desarrollo de los acontecimientos. Cabe recordar ahora, respecto de Schmaus, que en 1928 el Santo Oficio emitió un decreto condenatorio del antisemitismo; que la encíclica de Pío XI, Mit brennender Sorge, se publicó recién el 14 de marzo de 1937; y que en 1941, el régimen comenzó a poner en práctica lo que luego se conocería como “solución final”. Omitir estos hechos, y sus fechas, nos llevaría a juzgar con  injusticia a Michael Schmaus
Aunque no hemos leído el trabajo de Schmaus citado en la traducción, las referencias fragmentarias encontradas coinciden en que los argumentos empleados para señalar las convergencias entre catolicismo y nacionalsocialismo tienen una estructura lógica casi idéntica a los que se emplean en la actualidad respecto de los sistemas democráticos y la economía capitalista. Un aporte que esperemos ayude a pensar mejor sobre los católicos y la acción política.

Tras tres años de aprendizaje en la Universidad Alemana de Praga, Michael Schmaus (+1994), a la edad de treinta y cinco, se convirtió en profesor de teología dogmática en Münster el 4 de mayo de 1933. Habiendo realizado sus estudios teológicos con el medievalista Martin Grabmann en la Universidad de Munich, presentó la historia del dogma de modo que las ideas neo-escolásticas fuesen expresadas en una forma de pensamiento accesible a los católicos contemporáneos. Cuando Schmaus estaba finalizando su primer semestre en Münster, algunos profesores y estudiantes le solicitaron dar una conferencia pública sobre el catolicismo y el nacionalsocialismo con el fin de aliviar el conflicto entre la Iglesia y el Reich. En su charla del 11 de junio de 1933, leyó un ensayo intitulado "Begegnungen zwischen katholischem Christentum und nazinalsocialischer Weltanschauung" (Coincidencia entre el cristianismo católico y la cosmovisión nacionalsocialista) y luego permitió que se publicara como panfleto el 15 de agosto de 1933.
Schmaus participó en la asociación profesional del vicecanciller Papen, Kreuz und Hakenkreutz, durante el verano de 1933, pero más allá de esto, tuvo poco que ver con el movimiento nacionalsocialista. Publicó sus tres volúmenes de Katholische Dogmatik en 1937 y la revisó continuamente de modo que su edición sexta, de seis volúmenes, apareció entre 1960 y 1964. Después de la derrota de Hitler, enseñó en la Universidad de Munich hasta 1963.
El ensayo de Schmaus de 1933 subraya potenciales "puntos de coincidencia" fructíferos "entre la fe católica y la cosmovisión nacionalsocialista". El movimiento nazi surge como una alternativa al "espíritu de libertad, desconexión, autonomía" de la modernidad, en síntesis, un "espíritu de liberalismo". El nazismo se apoya en tres "pilares básicos", "orden", "comunidad" y "vida como un todo orgánico", y promueve estos tres elementos mientras hace de los alemanes un pueblo racial-étnico único. La comunidad nacional aprecia las ideas de "comunidad, pueblo étnico-racial, conexión y autoridad". Para Schmaus, la oposición nazi al liberalismo y su énfasis en el orden social, la comunidad y la vida como un todo orgánico, son similares a las enseñanzas católicas como las del Syllabus de Pío IX y Quadragesimo Anno de Pío XI. "Catolicismo significa conexión -por supuesto que por motivos religiosos- con lo entregado, con lo objetivo, la reverencia por el devenir, el crecimiento, sobre todo, el orden natural".
La Iglesia aprecia la idea de comunidad nacional porque la Iglesia misma es una comunidad espiritual cuya unidad está anclada en el papado. "Siendo que la Iglesia misma es una comunidad, reconoce y afirma el natural crecimiento de las comunidades nacionales. Todo lo natural es de suyo una transparencia de lo sobrenatural." Siendo los valores del catolicismo y del nacionalsocialismo congruentes, Schmaus dice, que la Iglesia y el Estado deben trabajar juntos. Schmaus notaba que "de acuerdo con la aclaración del canciller Hitler de que los derechos de la Iglesia no se verán disminuidos, el cristianismo debe ser el fundamento necesario del nuevo Reich". Más aún, siendo que la Iglesia reconoce el valor de una autoridad eclesiástica fuerte, puede apreciar el énfasis del nuevo régimen en la autoridad civil, que "es necesaria para el mantenimiento del orden querido por Dios". En vistas de este análisis, el ensayo concluye que la Iglesia y el Estado deberían combinar sus esfuerzos por el bien común alemán.
Tomado de: 
Krieg, R. Theologians in Nazi Germany. Ed. Continuum, New York, 2004, pp. 71 y ss.

© Traducción de infocaotica.


Michael Schmaus y el nazismo

Michael Schmaus.
Es necesario hacer algunas puntualizaciones sobre las circunstancias del texto cuya traducción publicamos en esta entrada. Porque es una exigencia del método histórico evitar el anacronismo, es decir la elaboración ahistórica de la historiografía, en virtud de la cual se imponen al pasado patrones del presente y se juzga la actuación de los personajes como si hubieran conocido de antemano todo el desarrollo de los acontecimientos. Cabe recordar ahora, respecto de Schmaus, que en 1928 el Santo Oficio emitió un decreto condenatorio del antisemitismo; que la encíclica de Pío XI, Mit brennender Sorge, se publicó recién el 14 de marzo de 1937; y que en 1941, el régimen comenzó a poner en práctica lo que luego se conocería como “solución final”. Omitir estos hechos, y sus fechas, nos llevaría a juzgar con  injusticia a Michael Schmaus
Aunque no hemos leído el trabajo de Schmaus citado en la traducción, las referencias fragmentarias encontradas coinciden en que los argumentos empleados para señalar las convergencias entre catolicismo y nacionalsocialismo tienen una estructura lógica casi idéntica a los que se emplean en la actualidad respecto de los sistemas democráticos y la economía capitalista. Un aporte que esperemos ayude a pensar mejor sobre los católicos y la acción política.

Tras tres años de aprendizaje en la Universidad Alemana de Praga, Michael Schmaus (+1994), a la edad de treinta y cinco, se convirtió en profesor de teología dogmática en Münster el 4 de mayo de 1933. Habiendo realizado sus estudios teológicos con el medievalista Martin Grabmann en la Universidad de Munich, presentó la historia del dogma de modo que las ideas neo-escolásticas fuesen expresadas en una forma de pensamiento accesible a los católicos contemporáneos. Cuando Schmaus estaba finalizando su primer semestre en Münster, algunos profesores y estudiantes le solicitaron dar una conferencia pública sobre el catolicismo y el nacionalsocialismo con el fin de aliviar el conflicto entre la Iglesia y el Reich. En su charla del 11 de junio de 1933, leyó un ensayo intitulado "Begegnungen zwischen katholischem Christentum und nazinalsocialischer Weltanschauung" (Coincidencia entre el cristianismo católico y la cosmovisión nacionalsocialista) y luego permitió que se publicara como panfleto el 15 de agosto de 1933.
Schmaus participó en la asociación profesional del vicecanciller Papen, Kreuz und Hakenkreutz, durante el verano de 1933, pero más allá de esto, tuvo poco que ver con el movimiento nacionalsocialista. Publicó sus tres volúmenes de Katholische Dogmatik en 1937 y la revisó continuamente de modo que su edición sexta, de seis volúmenes, apareció entre 1960 y 1964. Después de la derrota de Hitler, enseñó en la Universidad de Munich hasta 1963.
El ensayo de Schmaus de 1933 subraya potenciales "puntos de coincidencia" fructíferos "entre la fe católica y la cosmovisión nacionalsocialista". El movimiento nazi surge como una alternativa al "espíritu de libertad, desconexión, autonomía" de la modernidad, en síntesis, un "espíritu de liberalismo". El nazismo se apoya en tres "pilares básicos", "orden", "comunidad" y "vida como un todo orgánico", y promueve estos tres elementos mientras hace de los alemanes un pueblo racial-étnico único. La comunidad nacional aprecia las ideas de "comunidad, pueblo étnico-racial, conexión y autoridad". Para Schmaus, la oposición nazi al liberalismo y su énfasis en el orden social, la comunidad y la vida como un todo orgánico, son similares a las enseñanzas católicas como las del Syllabus de Pío IX y Quadragesimo Anno de Pío XI. "Catolicismo significa conexión -por supuesto que por motivos religiosos- con lo entregado, con lo objetivo, la reverencia por el devenir, el crecimiento, sobre todo, el orden natural".
La Iglesia aprecia la idea de comunidad nacional porque la Iglesia misma es una comunidad espiritual cuya unidad está anclada en el papado. "Siendo que la Iglesia misma es una comunidad, reconoce y afirma el natural crecimiento de las comunidades nacionales. Todo lo natural es de suyo una transparencia de lo sobrenatural." Siendo los valores del catolicismo y del nacionalsocialismo congruentes, Schmaus dice, que la Iglesia y el Estado deben trabajar juntos. Schmaus notaba que "de acuerdo con la aclaración del canciller Hitler de que los derechos de la Iglesia no se verán disminuidos, el cristianismo debe ser el fundamento necesario del nuevo Reich". Más aún, siendo que la Iglesia reconoce el valor de una autoridad eclesiástica fuerte, puede apreciar el énfasis del nuevo régimen en la autoridad civil, que "es necesaria para el mantenimiento del orden querido por Dios". En vistas de este análisis, el ensayo concluye que la Iglesia y el Estado deberían combinar sus esfuerzos por el bien común alemán.
Tomado de: 
Krieg, R. Theologians in Nazi Germany. Ed. Continuum, New York, 2004, pp. 71 y ss.

© Traducción de infocaotica.


viernes, 15 de febrero de 2013

Algunas razones para estar preocupado

La dimisión del Papa genera muchas reflexiones. Tratamos de compartir con nuestros lectores todo lo que nos parece de interés aunque no estemos de acuerdo por completo con los diversos autores. Repro- ducimos una entrada de otra bitácora muy recomendable. También son dignas de mención las declaraciones del obispo Bernard Fellay y la opinión del amigo Jack Tollers. .
Algunas razones para estar preocupado
Por Sergio Raúl Castaño
A propósito del tema que nos agita hoy como católicos, y de algunas repercusiones de un ponderado y agudo  texto de Roberto de Mattei sobre el tema (ver traducción), esbozo aquí a vuelapluma mi propia opinión (provisoria opinión, no pontifico).
Cardenal Bergoglio: la
abdicación es un acto revolucionario.
 : que los tradicionalistas no estén contentos (desilusionados, asustados, etc.) no implica papismo pionónico: prefieren (prefiero) un Benedicto con las manos bastante atadas a un Bertone o Scola o, o... con las manos desatadas; y que no vengan con "¡hijos, tened fe, que Dios proveerá!", porque eso también se podría aplicar a la elección de Montini, o la prohibición de la Misa en 1974, e via dicendo.
Corolarios:
- es decir, algún tradicionalista puede deplorar la abdicación por ser "papista" (me explico: a la manera del centralismo centrípeto de los últimos siglos, con su hipervaloración del Magisterio, en el espíritu de una potestas ockhamista que se desentiende de todo lo dado y que se erige en única medida de valor y rectitud); pero la actitud de pesar ante la abdicación no presupone de suyo papolatría;
- ¿y los llamados "neocons"? Ellos, si son consecuentes, no pueden estar disgustados: no juzgan porque no piensan; sólo acatan el ukase del poder vigente (que es justamente, aquí, el del mismo que abdica); eso, claro está, si no pertenecen a los varios poderosos movimientos y grupos que no han sido favorecidos por Benedicto, porque en ese caso es probable que estén, por lo menos secretamente, muy satisfechos;
2º: encuentro necesario distinguir entre la conveniencia particular (extraordinaria) de este acto de abdicación al trono pontificio y la erección de una suerte de principio que constituyera a la abdicación pontificia en un recurso no sólo lícito (de jure lo es) sino habitual y a la mano; luego:
2a) no cuento, no contamos, con razones para sostener que Benedicto se haya extralimitado -por haber ejecutado un acto lícito pero ajeno a la tradición de la Iglesia-. Tal vez no tiene fuerzas humanas para resistir el aislamiento y, peor, el acoso de las jaurías del enemigo (de afuera, y ante todo de adentro). Ahora bien, si esto es así, tampoco es para tomarlo con ligereza. Si un pontífice (el mejor de las últimas décadas, entrañable para mí por ser un rarísimo caso de ilustre académico en el trono papal), ya no puede llegar a viejo o enfermarse sin abandonar el cargo, porque está solo y amenazado, esto es un terrorífico signo de los tiempos.
Como sea, a lo mejor esta abdicación es lo más conveniente para el bien de la Iglesia. Benedicto sabrá;
Card  Vingt-Trois:  
la dimisión  
"rompe un tabú"  
2b) por el contrario, no alcanzo a entender que se propugne la generalización de la abdicación como un signo benéfico de cambio de época, de dejar atrás la apoteosis pontificialista (trasuntada sí, p. ej. en la candidatura automática de los papas para ser beatificados, lo cual constituye una muestra de la contemporánea autoglorificación de la jerarquía). Creo que la propiedad vitalicia del cargo pontificio no puede achacarse a su sacralización in malam partem, sino a la dignidad del ministerio petrino, al valor de la senectud sabia y de su auctoritas directiva, a la naturaleza del modo de régimen más perfecto (la monarquía -que no por casualidad contingente fue el adoptado por la Iglesia-); todo lo cual ha sido aceptado y hecho suyo por la tradición de la Iglesia, cuyos obispos, hasta la ola moderna de P. VI y JP. II, eran vitalicios. Por eso esto de la renuncia, ya erigido en recurso ad libitum y frecuente -y peor: "por razones de edad y flaqueza de fuerzas", o similares- más me parece propio de un C.E.O. empresario que de un papa. Se trata, así tomado, de una praxis ajena a la tradición de la Iglesia que, en 2.000 años y más de 260 Papas, ocurrió sólo una vez (porque el caso del cisma en el s. XIV no cuenta). En realidad, es como si no hubiera ocurrido nunca. Luego, el ejercicio vitalicio efectivo no está ligado necesariamente al centralismo moderno, ni a la Iglesia constantiniana, ni a usos culturales típicos, ni menos a gangas epocales cuestionables. Y opino que la significación de la abdicación pontificia (no en este particular caso de hoy, sino como práctica o instituto habitual) tiene, en principio, un cariz negativo.
Aunque todo lo dicho, desde ya, no obsta a que tal vez estemos en los últimos tiempos, y empecemos a ver cosas ultimísimas.
 Tomado de:

Algunas razones para estar preocupado


La dimisión del Papa genera muchas reflexiones. Tratamos de compartir con nuestros lectores todo lo que nos parece de interés aunque no estemos de acuerdo por completo con los diversos autores. Repro- ducimos una entrada de otra bitácora muy recomendable. También son dignas de mención las declaraciones del obispo Bernard Fellay y la opinión del amigo Jack Tollers. .
Algunas razones para estar preocupado
Por Sergio Raúl Castaño
A propósito del tema que nos agita hoy como católicos, y de algunas repercusiones de un ponderado y agudo  texto de Roberto de Mattei sobre el tema (ver traducción), esbozo aquí a vuelapluma mi propia opinión (provisoria opinión, no pontifico).
 : que los tradicionalistas no estén contentos (desilusionados, asustados, etc.) no implica papismo pionónico: prefieren (prefiero) un Benedicto con las manos bastante atadas a un Bertone o Scola o, o... con las manos desatadas; y que no vengan con "¡hijos, tened fe, que Dios proveerá!", porque eso también se podría aplicar a la elección de Montini, o la prohibición de la Misa en 1974, e via dicendo.
Corolarios:
- es decir, algún tradicionalista puede deplorar la abdicación por ser "papista" (me explico: a la manera del centralismo centrípeto de los últimos siglos, con su hipervaloración del Magisterio, en el espíritu de una potestas ockhamista que se desentiende de todo lo dado y que se erige en única medida de valor y rectitud); pero la actitud de pesar ante la abdicación no presupone de suyo papolatría;
- ¿y los llamados "neocons"? Ellos, si son consecuentes, no pueden estar disgustados: no juzgan porque no piensan; sólo acatan el ukase del poder vigente (que es justamente, aquí, el del mismo que abdica); eso, claro está, si no pertenecen a los varios poderosos movimientos y grupos que no han sido favorecidos por Benedicto, porque en ese caso es probable que estén, por lo menos secretamente, muy satisfechos;
2º: encuentro necesario distinguir entre la conveniencia particular (extraordinaria) de este acto de abdicación al trono pontificio y la erección de una suerte de principio que constituyera a la abdicación pontificia en un recurso no sólo lícito (de jure lo es) sino habitual y a la mano; luego:
2a) no cuento, no contamos, con razones para sostener que Benedicto se haya extralimitado -por haber ejecutado un acto lícito pero ajeno a la tradición de la Iglesia-. Tal vez no tiene fuerzas humanas para resistir el aislamiento y, peor, el acoso de las jaurías del enemigo (de afuera, y ante todo de adentro). Ahora bien, si esto es así, tampoco es para tomarlo con ligereza. Si un pontífice (el mejor de las últimas décadas, entrañable para mí por ser un rarísimo caso de ilustre académico en el trono papal), ya no puede llegar a viejo o enfermarse sin abandonar el cargo, porque está solo y amenazado, esto es un terrorífico signo de los tiempos.
Como sea, a lo mejor esta abdicación es lo más conveniente para el bien de la Iglesia. Benedicto sabrá;
2b) por el contrario, no alcanzo a entender que se propugne la generalización de la abdicación como un signo benéfico de cambio de época, de dejar atrás la apoteosis pontificialista (trasuntada sí, p. ej. en la candidatura automática de los papas para ser beatificados, lo cual constituye una muestra de la contemporánea autoglorificación de la jerarquía). Creo que la propiedad vitalicia del cargo pontificio no puede achacarse a su sacralización in malam partem, sino a la dignidad del ministerio petrino, al valor de la senectud sabia y de su auctoritas directiva, a la naturaleza del modo de régimen más perfecto (la monarquía -que no por casualidad contingente fue el adoptado por la Iglesia-); todo lo cual ha sido aceptado y hecho suyo por la tradición de la Iglesia, cuyos obispos, hasta la ola moderna de P. VI y JP. II, eran vitalicios. Por eso esto de la renuncia, ya erigido en recurso ad libitum y frecuente -y peor: "por razones de edad y flaqueza de fuerzas", o similares- más me parece propio de un C.E.O. empresario que de un papa. Se trata, así tomado, de una praxis ajena a la tradición de la Iglesia que, en 2.000 años y más de 260 Papas, ocurrió sólo una vez (porque el caso del cisma en el s. XIV no cuenta). En realidad, es como si no hubiera ocurrido nunca. Luego, el ejercicio vitalicio efectivo no está ligado necesariamente al centralismo moderno, ni a la Iglesia constantiniana, ni a usos culturales típicos, ni menos a gangas epocales cuestionables. Y opino que la significación de la abdicación pontificia (no en este particular caso de hoy, sino como práctica o instituto habitual) tiene, en principio, un cariz negativo.
Aunque todo lo dicho, desde ya, no obsta a que tal vez estemos en los últimos tiempos, y empecemos a ver cosas ultimísimas.
 Tomado de:

Algunas razones para estar preocupado


La dimisión del Papa genera muchas reflexiones. Tratamos de compartir con nuestros lectores todo lo que nos parece de interés aunque no estemos de acuerdo por completo con los diversos autores. Repro- ducimos una entrada de otra bitácora muy recomendable. También son dignas de mención las declaraciones del obispo Bernard Fellay y la opinión del amigo Jack Tollers. .
Algunas razones para estar preocupado
Por Sergio Raúl Castaño
A propósito del tema que nos agita hoy como católicos, y de algunas repercusiones de un ponderado y agudo  texto de Roberto de Mattei sobre el tema (ver traducción), esbozo aquí a vuelapluma mi propia opinión (provisoria opinión, no pontifico).
 : que los tradicionalistas no estén contentos (desilusionados, asustados, etc.) no implica papismo pionónico: prefieren (prefiero) un Benedicto con las manos bastante atadas a un Bertone o Scola o, o... con las manos desatadas; y que no vengan con "¡hijos, tened fe, que Dios proveerá!", porque eso también se podría aplicar a la elección de Montini, o la prohibición de la Misa en 1974, e via dicendo.
Corolarios:
- es decir, algún tradicionalista puede deplorar la abdicación por ser "papista" (me explico: a la manera del centralismo centrípeto de los últimos siglos, con su hipervaloración del Magisterio, en el espíritu de una potestas ockhamista que se desentiende de todo lo dado y que se erige en única medida de valor y rectitud); pero la actitud de pesar ante la abdicación no presupone de suyo papolatría;
- ¿y los llamados "neocons"? Ellos, si son consecuentes, no pueden estar disgustados: no juzgan porque no piensan; sólo acatan el ukase del poder vigente (que es justamente, aquí, el del mismo que abdica); eso, claro está, si no pertenecen a los varios poderosos movimientos y grupos que no han sido favorecidos por Benedicto, porque en ese caso es probable que estén, por lo menos secretamente, muy satisfechos;
2º: encuentro necesario distinguir entre la conveniencia particular (extraordinaria) de este acto de abdicación al trono pontificio y la erección de una suerte de principio que constituyera a la abdicación pontificia en un recurso no sólo lícito (de jure lo es) sino habitual y a la mano; luego:
2a) no cuento, no contamos, con razones para sostener que Benedicto se haya extralimitado -por haber ejecutado un acto lícito pero ajeno a la tradición de la Iglesia-. Tal vez no tiene fuerzas humanas para resistir el aislamiento y, peor, el acoso de las jaurías del enemigo (de afuera, y ante todo de adentro). Ahora bien, si esto es así, tampoco es para tomarlo con ligereza. Si un pontífice (el mejor de las últimas décadas, entrañable para mí por ser un rarísimo caso de ilustre académico en el trono papal), ya no puede llegar a viejo o enfermarse sin abandonar el cargo, porque está solo y amenazado, esto es un terrorífico signo de los tiempos.
Como sea, a lo mejor esta abdicación es lo más conveniente para el bien de la Iglesia. Benedicto sabrá;
2b) por el contrario, no alcanzo a entender que se propugne la generalización de la abdicación como un signo benéfico de cambio de época, de dejar atrás la apoteosis pontificialista (trasuntada sí, p. ej. en la candidatura automática de los papas para ser beatificados, lo cual constituye una muestra de la contemporánea autoglorificación de la jerarquía). Creo que la propiedad vitalicia del cargo pontificio no puede achacarse a su sacralización in malam partem, sino a la dignidad del ministerio petrino, al valor de la senectud sabia y de su auctoritas directiva, a la naturaleza del modo de régimen más perfecto (la monarquía -que no por casualidad contingente fue el adoptado por la Iglesia-); todo lo cual ha sido aceptado y hecho suyo por la tradición de la Iglesia, cuyos obispos, hasta la ola moderna de P. VI y JP. II, eran vitalicios. Por eso esto de la renuncia, ya erigido en recurso ad libitum y frecuente -y peor: "por razones de edad y flaqueza de fuerzas", o similares- más me parece propio de un C.E.O. empresario que de un papa. Se trata, así tomado, de una praxis ajena a la tradición de la Iglesia que, en 2.000 años y más de 260 Papas, ocurrió sólo una vez (porque el caso del cisma en el s. XIV no cuenta). En realidad, es como si no hubiera ocurrido nunca. Luego, el ejercicio vitalicio efectivo no está ligado necesariamente al centralismo moderno, ni a la Iglesia constantiniana, ni a usos culturales típicos, ni menos a gangas epocales cuestionables. Y opino que la significación de la abdicación pontificia (no en este particular caso de hoy, sino como práctica o instituto habitual) tiene, en principio, un cariz negativo.
Aunque todo lo dicho, desde ya, no obsta a que tal vez estemos en los últimos tiempos, y empecemos a ver cosas ultimísimas.
 Tomado de:

Respuesta al amigo inquieto por los rumores



Un amigo de nuestra bitácora informa sobre persistentes rumores de una inminente aplicación de sanciones a la FSSPX y una condena de sus posiciones doctrinales. Hasta el momento no hay ninguna noticia oficial y parece poco probable que un Papa renunciante se aparte en los últimos días de su pontificado del nihil innovetur. Además de la información, el amigo nos pregunta sobre la posición de  nuestra bitácora en caso de confirmarse los rumores. Nos parece que antes de dar una respuesta simplista habría que hacer un poco de memoria.
Desde los comienzos de esta bitácora intentamos fijar con claridad nuestra posición doctrinal y nuestra actitud práctica respecto de la FSSPX. Buscábamos, entre otras cosas, disipar la confusión creada por el p. Iraburu con su vaporosa categoría de los “filolefebvrianos”. Volvemos ahora sobre seis puntos fundamentales:

1. Afirmamos que, en el plano doctrinal, no teníamos la certeza que muestra la posición de la FSSPX, razón por la cual no podíamos seguirlos en todo. Esta diferencia doctrinal, formal y de contenidos, se manifestó en numerosas entradas posteriores y comentarios de la Redacción. A diferencia de otras bitácoras, hicimos un intento por comprender y no tergiversar la posición de la Fraternidad, renunciando a esa "apologética" que se basa en la simplificación artificiosa y el anatema injusto. Todo ello sin cambiar nuestra "línea editorial" independiente.

A la fecha, no hay pronunciamiento magisterial definitivo que resuelva la cuestión planteada por el tradicionalismo. Por tanto, con un trato filial y respetuoso para con la Autoridad, y sin perder sentido eclesial, los fieles tradicionales pueden insistir ante la Santa Sede y, en el ámbito teológico y canónico, mantener vivo el diálogo y el debate.

2. Además, tocamos varias veces el punto doliente del valor del Magisterio conciliar, que es la raíz de la diversidad de posiciones teológicas. Nunca dimos a nuestra posición un valor dogmático. Por el contrario, oipinamos que la hipertrofia de la infalibilidad del Magisterio es causa de muchos problemas eclesiales y estamos absolutamente ciertos de nuestra propia falibilidad.




3. Sin hacer profecías, esbozamos  nuestras conjeturas sobre el futuro de la FSSPX y los resultados de las conversaciones con la Santa Sede. Los rumores actuales no nos toman por sorpresa.


4. En el ámbito práctico-disciplinar, dijimos cuál era el estatuto eclesial y canónico de la FSSPX y nos manifestamos claramente favorables a una pronta regularización. Razón por la cual se nos incluyó dentro del "acuerdismo".

5. Consideramos la posibilidad de un error en la posición doctrinal de la FSSPX, cuando tratamos acerca del tradicionalismo como problema de conciencia.


6. Publicamos una entrada que sugiere numerosos elementos para una autocrítica del tradicionalismo con el que nos vemos identificados.


Para nosotros, los grandes principios que permiten enjuiciar críticamente la categoría iraburiana del “filolefebvrismo” han estado claros desde el inicio del blog. Sin dudas, somos "caóticos" en muchos aspectos, pero estamos convencidos de que hemos tratado de ser consecuentes con  principios que juzgamos verdaderos y aplicables al caso de la FSSPX. En cuanto a nuestro aprecio por esta institución, además de la razón de nuestra filia expuesta como aviso para navegantes, debemos reconocer que es también fruto de nuestra reacción ante un ataque alevoso de los medios conservadores. 
¿Qué pasaría con este blog si se confirmasen los rumores que inquietan al amigo? Los hechos nuevos nos obligarían a revisar nuestras opiniones.