viernes, 29 de junio de 2012

Newman en contexto (I)


La gran oleada de conversiones, a consecuencia del movimiento de Oxford, produjo un conflicto impen­sado entre los antiguos católicos y los conversos. És­tos veían a los primeros como intelectualmente retra­sados, apáticos y estancados. De hecho, desde la Re­forma y hasta la llegada de la oleada de conversiones, el laicado había estado aislado de la vida intelectual y pública de Inglaterra.
La brecha entre ambos se amplió en la década de 1850. La división alcanzó incluso al episcopado, siendo notorio el encolumnamiento del Cardenal Wiseman con los conversos y de su coadjutor Errington con los antiguos católicos.

Pero, a su vez, los conversos mismos estaban divi­didos. Por un lado, el partido representado por Faber, Ward y Manning, caracterizado por sus extravagancias litúrgicas romanizantes y su férrea concepción acerca de la obediencia a las autoridades eclesiásticas. El otro, menos numeroso, recibía su inspiración de Newman, y lo caracterizaba su preocupación por la formación intelectual, su énfasis en el papel del laicado y, dentro del respeto debido a las autoridades eclesiásticas, de la libertad de pensamiento y de investigación. Dentro de los oratorianos está situación se plasmó en la divi­sión de los oratorios de Birmingham y Londres, en correspondencia con sus dos máximas figuras, New­man y Faber.
En 1854, Richard Simpson, otro converso oxoniense, especialista en Shakespeare, comenzó a colaborar con la revista. Su presencia acentuó la inclinación de la publicación hacia lo que podríamos denominar la "izquierda católica". Asimismo, Simpson transmitió a la revista su particular espíritu polémico y desinhibi­do, carente de respeto humano. Las polémicas no tar­daron en hacerse presentes. Newman se mantuvo cer­ca de la publicación, ejerciendo una función modera­dora cuando los borradores de los artículos contenían doctrinas erróneas o, por lo menos, cuestionables en su formulación y peligrosas para los lectores. Desde siempre estuvo en contra de que laicos autodidactas escribieran acerca de teología.
En 1856, dada la deficiente salud de Capes, y pese a estar inmerso en una polémica por un artículo de dudosa ortodoxia sobre el pecado original, Simpson asumió como editor asistente.
Hacia 1858, Capes abandonó la publicación, Simp­son asumió como editor y se incorporó al staff el joven Sir John Acton. Todo esto significó un giro en la direc­ción de la revista. De ser inicialmente el órgano de los conversos, pasó a representar a un grupo dentro de és­tos: el de los católicos liberales, quienes sostenían que el Catolicismo no debía perderle pisada a los progresos de la razón y de la ciencia en un clima de libertad.
Es muy importante aclarar que, a diferencia de los modernistas de la generación posterior, ellos no pre­tendían cambiar los dogmas, los cuales consideraban el núcleo central de la fe, sino las formas teológicas de expresión y explicación de esos principios, de tal modo que fuesen compatibles con el pensamiento mo­derno.
Simpson y Acton tenían en gran estima a Newman; lo consideraban el símbolo de catolicismo inglés ilustrado al cual aspiraban. Por su parte, Newman también estimaba al Rambler, pero temía el desarrollo de sus tendencias y se propuso evitar el previsible conflicto con las autoridades eclesiásticas.
El choque tuvo lugar a mediados de 1858, con mo­tivo de un provocativo artículo de Acton en el que, de pasada, sostenía que Jansenio, tal como siempre había afirmado, efectivamente había extraído su doc­trina herética de la lectura de las obras de San Agustín. El artículo produjo una considerable polémica, la cual se vio incrementada por una carta de Ignaz Dóllinger el teólogo alemán, maestro de Acton, quien redobló la apuesta mostrando, con su tremenda solvencia histórico-científica, que en el ardor de la polémica antipelagiana, San Agustín había ido a veces demasiado lejos y sostenido doctrinas ajenas a la doctrina revelada, que incluso habían sido criticadas por teólogos en su mo­mento, y que Jansenio había abrevado en ellas para ela­borar su doctrina heterodoxa.
Como es de imaginar, esto originó una tremenda polémica en el seno del catolicismo inglés, llegando Faber a denunciar al Rambler ante el Santo Oficio. Wiseman tomó partido en contra de la revista, con la cual venía sosteniendo ríspidas relaciones, y lanzó en contra de la misma al ala ultramontana de la Iglesia, la cual enfatizaba el papel de la autoridad de la Iglesia como solución a las dificultades doctrinales y como guía en la conducta práctica.­

Tomado de:  Baliña, Carlos. Estudio preliminar. En: Newman, John Henry.  LOS FIELES Y LA TRADICIÓN. Ed. Pórtico. Buenos Aires, 2006, p. 13-16.

Newman en contexto (I)


La gran oleada de conversiones, a consecuencia del movimiento de Oxford, produjo un conflicto impen­sado entre los antiguos católicos y los conversos. És­tos veían a los primeros como intelectualmente retra­sados, apáticos y estancados. De hecho, desde la Re­forma y hasta la llegada de la oleada de conversiones, el laicado había estado aislado de la vida intelectual y pública de Inglaterra.
La brecha entre ambos se amplió en la década de 1850. La división alcanzó incluso al episcopado, siendo notorio el encolumnamiento del Cardenal Wiseman con los conversos y de su coadjutor Errington con los antiguos católicos.

Pero, a su vez, los conversos mismos estaban divi­didos. Por un lado, el partido representado por Faber, Ward y Manning, caracterizado por sus extravagancias litúrgicas romanizantes y su férrea concepción acerca de la obediencia a las autoridades eclesiásticas. El otro, menos numeroso, recibía su inspiración de Newman, y lo caracterizaba su preocupación por la formación intelectual, su énfasis en el papel del laicado y, dentro del respeto debido a las autoridades eclesiásticas, de la libertad de pensamiento y de investigación. Dentro de los oratorianos está situación se plasmó en la divi­sión de los oratorios de Birmingham y Londres, en correspondencia con sus dos máximas figuras, New­man y Faber.
En 1854, Richard Simpson, otro converso oxoniense, especialista en Shakespeare, comenzó a colaborar con la revista. Su presencia acentuó la inclinación de la publicación hacia lo que podríamos denominar la "izquierda católica". Asimismo, Simpson transmitió a la revista su particular espíritu polémico y desinhibi­do, carente de respeto humano. Las polémicas no tar­daron en hacerse presentes. Newman se mantuvo cer­ca de la publicación, ejerciendo una función modera­dora cuando los borradores de los artículos contenían doctrinas erróneas o, por lo menos, cuestionables en su formulación y peligrosas para los lectores. Desde siempre estuvo en contra de que laicos autodidactas escribieran acerca de teología.
En 1856, dada la deficiente salud de Capes, y pese a estar inmerso en una polémica por un artículo de dudosa ortodoxia sobre el pecado original, Simpson asumió como editor asistente.
Hacia 1858, Capes abandonó la publicación, Simp­son asumió como editor y se incorporó al staff el joven Sir John Acton. Todo esto significó un giro en la direc­ción de la revista. De ser inicialmente el órgano de los conversos, pasó a representar a un grupo dentro de és­tos: el de los católicos liberales, quienes sostenían que el Catolicismo no debía perderle pisada a los progresos de la razón y de la ciencia en un clima de libertad.
Es muy importante aclarar que, a diferencia de los modernistas de la generación posterior, ellos no pre­tendían cambiar los dogmas, los cuales consideraban el núcleo central de la fe, sino las formas teológicas de expresión y explicación de esos principios, de tal modo que fuesen compatibles con el pensamiento mo­derno.
Simpson y Acton tenían en gran estima a Newman; lo consideraban el símbolo de catolicismo inglés ilustrado al cual aspiraban. Por su parte, Newman también estimaba al Rambler, pero temía el desarrollo de sus tendencias y se propuso evitar el previsible conflicto con las autoridades eclesiásticas.
El choque tuvo lugar a mediados de 1858, con mo­tivo de un provocativo artículo de Acton en el que, de pasada, sostenía que Jansenio, tal como siempre había afirmado, efectivamente había extraído su doc­trina herética de la lectura de las obras de San Agustín. El artículo produjo una considerable polémica, la cual se vio incrementada por una carta de Ignaz Dóllinger el teólogo alemán, maestro de Acton, quien redobló la apuesta mostrando, con su tremenda solvencia histórico-científica, que en el ardor de la polémica antipelagiana, San Agustín había ido a veces demasiado lejos y sostenido doctrinas ajenas a la doctrina revelada, que incluso habían sido criticadas por teólogos en su mo­mento, y que Jansenio había abrevado en ellas para ela­borar su doctrina heterodoxa.
Como es de imaginar, esto originó una tremenda polémica en el seno del catolicismo inglés, llegando Faber a denunciar al Rambler ante el Santo Oficio. Wiseman tomó partido en contra de la revista, con la cual venía sosteniendo ríspidas relaciones, y lanzó en contra de la misma al ala ultramontana de la Iglesia, la cual enfatizaba el papel de la autoridad de la Iglesia como solución a las dificultades doctrinales y como guía en la conducta práctica.­

Tomado de:  Baliña, Carlos. Estudio preliminar. En: Newman, John Henry.  LOS FIELES Y LA TRADICIÓN. Ed. Pórtico. Buenos Aires, 2006, p. 13-16.

miércoles, 27 de junio de 2012

FSSPX: Frente a los rumores, habla el Superior del distrito USA

Entrevista televisiva con el padre Arnaud Rostand, superior del distrito de los Estados Unidos de la Fraternidad San Pío X. Son muy significativas algunas de sus declaraciones, aunque no hay que olvidar que la entrevista se dió antes de que el obispo Bernard Fellay se encontrara con el cardenal William Levada.




El autor de los subtítulos es Jack Tollers a quien le damos las gracias por su colaboración.  

FSSPX: Frente a los rumores, habla el Superior del distrito USA

Entrevista televisiva con el padre Arnaud Rostand, superior del distrito de los Estados Unidos de la Fraternidad San Pío X. Son muy significativas algunas de sus declaraciones, aunque no hay que olvidar que la entrevista se dió antes de que el obispo Bernard Fellay se encontrara con el cardenal William Levada.




El autor de los subtítulos es Jack Tollers a quien le damos las gracias por su colaboración.  

domingo, 24 de junio de 2012

EL FUTURO DE INFOCAOTICA


Nuestra bitácora nació como iniciativa hispano-argentina: un español y dos argentinos integran esta "chiflada" Redacción.
Pero el bueno de fray Juan, nuestro redactor español, ya no tiene internet en su convento y se le hace difícil seguir colaborando. Los argentinos pronto estaremos en circunstancias que nos impedirán actualizar el blog como hasta ahora.
En este blog hemos defendido la legitimidad de una posición doctrinal "filo-lefebvrista" frente a un ataque que nos pareció equivocado e injusto. Pero no somos fanáticos de nuestra propia opinión. Es probable que una vez que se haya terminado el proceso de coloquios entre la Santa Sede y la FSSPX se publiquen nuevos documentos de interés doctrinal, que por mínima seriedad y honestidad intelectual sería necesario leer. Pero nos será difícil disponer del tiempo necesario para actualizarnos. Además, un blog no reúne las mejores condiciones para un debate, por lo que se necesitaría crear un foro y no tenemos tiempo para hacerlo.
No estamos muy seguros acerca del futuro de esta bitácora. Lo cierto es que en el plazo de unas tres  o cuatro semanas ya no podremos continuar como hasta ahora. Una opción -la más probable- sería reducir el número de entradas. Otra -que no descartamos en absoluto- sería dejar de publicar.
Jamás se nos hubiera pasado por la cabeza que superaríamos las 250 mil visitas.
A nuestros amigos, lectores, comentaristas, colaboradores... ¡muchas gracias! Y también a nuestros adversarios, porque han sido los primeros en marcarnos nuestros defectos.

EL FUTURO DE INFOCAOTICA


Nuestra bitácora nació como iniciativa hispano-argentina: un español y dos argentinos integran esta "chiflada" Redacción.
Pero el bueno de fray Juan, nuestro redactor español, ya no tiene internet en su convento y se le hace difícil seguir colaborando. Los argentinos pronto estaremos en circunstancias que nos impedirán actualizar el blog como hasta ahora.
En este blog hemos defendido la legitimidad de una posición doctrinal "filo-lefebvrista" frente a un ataque que nos pareció equivocado e injusto. Pero no somos fanáticos de nuestra propia opinión. Es probable que una vez que se haya terminado el proceso de coloquios entre la Santa Sede y la FSSPX se publiquen nuevos documentos de interés doctrinal, que por mínima seriedad y honestidad intelectual sería necesario leer. Pero nos será difícil disponer del tiempo necesario para actualizarnos. Además, un blog no reúne las mejores condiciones para un debate, por lo que se necesitaría crear un foro y no tenemos tiempo para hacerlo.
No estamos muy seguros acerca del futuro de esta bitácora. Lo cierto es que en el plazo de unas tres  o cuatro semanas ya no podremos continuar como hasta ahora. Una opción -la más probable- sería reducir el número de entradas. Otra -que no descartamos en absoluto- sería dejar de publicar.
Jamás se nos hubiera pasado por la cabeza que superaríamos las 250 mil visitas.
A nuestros amigos, lectores, comentaristas, colaboradores... ¡muchas gracias! Y también a nuestros adversarios, porque han sido los primeros en marcarnos nuestros defectos.

sábado, 23 de junio de 2012

Requetés: soldados de otro siglo


Una serie de 13 capítulos que analiza la Guerra Civil con motivo del 75 aniversario de la contienda. El trabajo, elaborado por el Instituto de Estudios Históricos del CEU, cuenta con dirección y guión de los historiadores Alfonso Bullón de Mendoza y Luis Togores, e incluye gran cantidad de imágenes históricas, así como recreaciones fidedignas elaboradas con elementos de época.

Requetés: soldados de otro siglo


Una serie de 13 capítulos que analiza la Guerra Civil con motivo del 75 aniversario de la contienda. El trabajo, elaborado por el Instituto de Estudios Históricos del CEU, cuenta con dirección y guión de los historiadores Alfonso Bullón de Mendoza y Luis Togores, e incluye gran cantidad de imágenes históricas, así como recreaciones fidedignas elaboradas con elementos de época.

jueves, 21 de junio de 2012

Separados y desiguales: contra el mito de las tres culturas


Si hemos de recibir íntegramente todos los documentos de todos los concilios, como dicen algunos neocones, debería aplicarse hoy, por ejemplo, el olvidado Cuarto Concilio de Letrán, que estableció en sus cánones sobre los judíos la prohibición de practicar la usura, la obligación de llevar una ropa especial, su exclusión de los cargos públicos y, tras su conversión al cristianismo, la imposibilidad de practicar los antiguos ritos. Las consecuencias sociales de esta disciplina conciliar, que dan por tierra con el mito "buenista" de las tres culturas, las describe el historiador Joseph Pérez:
 “Los judíos de España constituían una comunidad separada, desde el punto de vista jurídico, al lado de otras dos, la cristiana y la musulmana. Eran una microsociedad paralela a la sociedad cristiana, escribe Luis Suárez Fernández. La fórmula es muy acertada; da cuenta de lo que fue la realidad histórica: lo mismo que los mudéjares -o sea, los musulmanes que vivían en tierras cristianas, sometidos a señores-, los judíos formaban en efecto una microsociedad, con sus logros y sus defectos, al fin y al cabo una comunidad distinta de las demás y relativamente autónoma. Estas tres comunidades -cristianos, moros y judíos- no estaban en plano de igualdad, ni mucho menos: la cristiana era la dominante en todos los conceptos; las otras dos siempre fueron consideradas y tratadas como minorías toleradas, en el sentido negativo que, como hemos visto, ya tenía aquella palabra en la España musulmana: tolerar, entonces, era permitir algo que no era lícito, sin castigo del delincuente. Esta es la posición que la reina Isabel reafirmaba dos años antes del decreto de expulsión, en una carta fechada en 12 de agosto de 1490: «De derecho canónico y según las leyes de estos nuestros reinos, los judíos son tolerados y sufridos, y Nos les mandamos tolerar y sufrir que vivan en nuestros reinos, como nuestros súbditos y vasallos». En esta frase, las voces tolerados y sufridos vienen a ser equivalentes. Ello suponía una situación de inferioridad con respecto a los cristianos y dicha inferioridad justificaba los impuestos que recaían sobre sus miembros, muchísimo más elevados que los que debían pagar los cristianos.” (Cfr. Pérez, J. Los judíos en España, Ed. Marcial Pons, Madrid, 2005, ps. 65-66).



Separados y desiguales: contra el mito de las tres culturas


Si hemos de recibir íntegramente todos los documentos de todos los concilios, como dicen algunos neocones, debería aplicarse hoy, por ejemplo, el olvidado Cuarto Concilio de Letrán, que estableció en sus cánones sobre los judíos la prohibición de practicar la usura, la obligación de llevar una ropa especial, su exclusión de los cargos públicos y, tras su conversión al cristianismo, la imposibilidad de practicar los antiguos ritos. Las consecuencias sociales de esta disciplina conciliar, que dan por tierra con el mito "buenista" de las tres culturas, las describe el historiador Joseph Pérez:
 “Los judíos de España constituían una comunidad separada, desde el punto de vista jurídico, al lado de otras dos, la cristiana y la musulmana. Eran una microsociedad paralela a la sociedad cristiana, escribe Luis Suárez Fernández. La fórmula es muy acertada; da cuenta de lo que fue la realidad histórica: lo mismo que los mudéjares -o sea, los musulmanes que vivían en tierras cristianas, sometidos a señores-, los judíos formaban en efecto una microsociedad, con sus logros y sus defectos, al fin y al cabo una comunidad distinta de las demás y relativamente autónoma. Estas tres comunidades -cristianos, moros y judíos- no estaban en plano de igualdad, ni mucho menos: la cristiana era la dominante en todos los conceptos; las otras dos siempre fueron consideradas y tratadas como minorías toleradas, en el sentido negativo que, como hemos visto, ya tenía aquella palabra en la España musulmana: tolerar, entonces, era permitir algo que no era lícito, sin castigo del delincuente. Esta es la posición que la reina Isabel reafirmaba dos años antes del decreto de expulsión, en una carta fechada en 12 de agosto de 1490: «De derecho canónico y según las leyes de estos nuestros reinos, los judíos son tolerados y sufridos, y Nos les mandamos tolerar y sufrir que vivan en nuestros reinos, como nuestros súbditos y vasallos». En esta frase, las voces tolerados y sufridos vienen a ser equivalentes. Ello suponía una situación de inferioridad con respecto a los cristianos y dicha inferioridad justificaba los impuestos que recaían sobre sus miembros, muchísimo más elevados que los que debían pagar los cristianos.” (Cfr. Pérez, J. Los judíos en España, Ed. Marcial Pons, Madrid, 2005, ps. 65-66).



miércoles, 20 de junio de 2012

Jack Tollers: el espíritu sectario (II)


6) Espíritu esclavizante: Es por esto que no alberga en su seno sujetos de espíritu libre y sus miembros serán acostumbrados a abroquelarse en torno a determinadas «posiciones» ante temas de suyo discutibles pero que, por haber sido resueltos con anterioridad en un escalón más alto, no son ya pasibles de especulación, inteligencia o crítica ninguna.
Un férreo cultivo de la obediencia asegura su aparente consistencia frente a los ajenos y engendra en sus reclutas un espíritu de ciega adhesión personal a los jerarcas de la organización, sin posibilidad de examinar ninguna de sus determinaciones, conductas y mandatos.
Por esta razón, se advertirá fácilmente que aquellos que se formaron en tiempos y lugares donde no reinaba este espíritu conservan trazas de un talante menos pobre y más flexible que aquellos jóvenes esclavizados de buenas a primeras.
El tipo humano resultante será un «zombie» que en ocasiones puede volverse cruel, en tanto y en cuanto vaya despersonalizándose a fuerza de violentar su conciencia y la de los demás.

7) Espíritu estrecho: El voluntarismo consecuente hará que aquel inficionado por este espíritu tienda a comportarse con obtusa univocidad frente a los misterios más profundos de la Religión: el sectario se apresurará a emitir juicios contundentes cuando considere los acontecimientos humanos y explicará la acción de la Gracia, la intervención de la Providencia y los designios de Dios interpretándolo todo unívocamente, con característica impaciencia, sin dejar margen a duda alguna.
Consecuentemente, el sectario orquestará las voluntades con singular desparpajo en la convicción de que sus designios responden a su iluminada interpretación de la Voluntad de Dios y no admitirá negativas ni discernimientos. Cualquier objeción o duda se entenderá siempre como una diabólica e insidiosa manera de querer obstaculizar la obra de Dios.
Esta estrechez de miras engendra cierto clericalismo, entendido en términos de una desordenada estima del clérigo en cuanto tal y un inocultable desdén hacia el matrimonio y todo cuanto con él se relaciona. Esto resulta así en razón de que el núcleo sectario está conformado por quienes no tienen otra dedicación personal sino la que le ofrecen por entero a la propia agrupación. Si el miembro no es religioso o consagrado, su pertenencia y misión se entiende como la de fortalecer –con los medios a su alcance– al núcleo consagrado, que es el verdaderamente valioso.
Frecuentemente el sectario descubrirá que la Voluntad de Dios es que ingresen más reclutas a la secta.

8) Espíritu idolátrico: Este espíritu ofrece protección, refugio y falsas seguridades que no le han sido prometidas a la Iglesia. La pertenencia a la Iglesia Católica supone reconocer que ella es la habitación misma de la Esperanza en este mundo y que en su seno podemos llegar algún día a formar parte de la Iglesia triunfante. Pero ocurre que para muchos la sola pertenencia a la Iglesia no es suficiente garantía ni consuelo bastante ante las adversidades de la vida: así la virtud de la Esperanza se desdibuja y comienza a transformarse en un desordenado afán de signos de predestinación.
Aquí aparece el profeta, jefe de la secta. De a poco, el profeta resolverá todas las dudas, todas las cuestiones, todos las inquietudes y se constituirá en insustituible guía para sus seguidores, instalándose en el lugar de su conciencia.
El sectario se siente amparado por una organización y un profeta que le resuelve todas sus inquietudes, generalmente suprimiéndolas. Así, al eliminar toda inseguridad, todo desasosiego o sensación de desamparo, toda inquietud, toda búsqueda del Dios Vivo y Verdadero, la imagen de Dios que se formará en los sectarios será inevitablmente uniforme, segura y propicia para quienes integren la agrupación: una imagen idéntica para todos, inmutable y, a la larga, inerte. Progresivamente el Dios de los sectarios se irá despersonalizando, trasformado en aliado mecánico de quienes son miembros de la secta, por el hecho de serlo, lo que invierte el camino de la Revelación.

9) Espíritu vertiginoso: Poco a poco, el lugar de Dios será ocupado por el autoerigido profeta que será la única referencia del sectario: para él la voz del profeta será la voz de Dios.
La interpretación de la Voluntad de Dios hecha por el profeta acabará siempre llevando agua al molino de la secta cuya finalidad se irá progresivamente reduciendo a un más eficiente reclutamiento, a un acopio mayor de dinero, a la acumulación de más poder al servicio... de la propia secta.
Como una serpiente mordiéndose la cola.

10) Espíritu demoníaco: Si bien no todos los miembros de una secta se verán afectados en igual medida por el espíritu que describimos, todos en mayor o menor medida se irán inficionando con sus pestes y las consecuencias son fáciles de ver: dividirán allí donde deberían fortalecer las uniones; se segregarán progresivamente del resto de la Iglesia Católica; renunciarán a la búsqueda de la verdad volviéndose más y más dogmáticos en materias discutibles; engendrarán discípulos de escasas luces y penetración e interferirán con la Voluntad Divina en nombre, precisamente, de esa Voluntad.
Por último, los cautivos de este espíritu, por lo que éste tiene de ofuscación del discernimiento, terminarán poniéndose al alcance de otros aún más malignos.
Como dijimos al principio, su exorcismo no es materia de nuestra competencia.

Jack Tollers: el espíritu sectario (II)


6) Espíritu esclavizante: Es por esto que no alberga en su seno sujetos de espíritu libre y sus miembros serán acostumbrados a abroquelarse en torno a determinadas «posiciones» ante temas de suyo discutibles pero que, por haber sido resueltos con anterioridad en un escalón más alto, no son ya pasibles de especulación, inteligencia o crítica ninguna.
Un férreo cultivo de la obediencia asegura su aparente consistencia frente a los ajenos y engendra en sus reclutas un espíritu de ciega adhesión personal a los jerarcas de la organización, sin posibilidad de examinar ninguna de sus determinaciones, conductas y mandatos.
Por esta razón, se advertirá fácilmente que aquellos que se formaron en tiempos y lugares donde no reinaba este espíritu conservan trazas de un talante menos pobre y más flexible que aquellos jóvenes esclavizados de buenas a primeras.
El tipo humano resultante será un «zombie» que en ocasiones puede volverse cruel, en tanto y en cuanto vaya despersonalizándose a fuerza de violentar su conciencia y la de los demás.

7) Espíritu estrecho: El voluntarismo consecuente hará que aquel inficionado por este espíritu tienda a comportarse con obtusa univocidad frente a los misterios más profundos de la Religión: el sectario se apresurará a emitir juicios contundentes cuando considere los acontecimientos humanos y explicará la acción de la Gracia, la intervención de la Providencia y los designios de Dios interpretándolo todo unívocamente, con característica impaciencia, sin dejar margen a duda alguna.
Consecuentemente, el sectario orquestará las voluntades con singular desparpajo en la convicción de que sus designios responden a su iluminada interpretación de la Voluntad de Dios y no admitirá negativas ni discernimientos. Cualquier objeción o duda se entenderá siempre como una diabólica e insidiosa manera de querer obstaculizar la obra de Dios.
Esta estrechez de miras engendra cierto clericalismo, entendido en términos de una desordenada estima del clérigo en cuanto tal y un inocultable desdén hacia el matrimonio y todo cuanto con él se relaciona. Esto resulta así en razón de que el núcleo sectario está conformado por quienes no tienen otra dedicación personal sino la que le ofrecen por entero a la propia agrupación. Si el miembro no es religioso o consagrado, su pertenencia y misión se entiende como la de fortalecer –con los medios a su alcance– al núcleo consagrado, que es el verdaderamente valioso.
Frecuentemente el sectario descubrirá que la Voluntad de Dios es que ingresen más reclutas a la secta.

8) Espíritu idolátrico: Este espíritu ofrece protección, refugio y falsas seguridades que no le han sido prometidas a la Iglesia. La pertenencia a la Iglesia Católica supone reconocer que ella es la habitación misma de la Esperanza en este mundo y que en su seno podemos llegar algún día a formar parte de la Iglesia triunfante. Pero ocurre que para muchos la sola pertenencia a la Iglesia no es suficiente garantía ni consuelo bastante ante las adversidades de la vida: así la virtud de la Esperanza se desdibuja y comienza a transformarse en un desordenado afán de signos de predestinación.
Aquí aparece el profeta, jefe de la secta. De a poco, el profeta resolverá todas las dudas, todas las cuestiones, todos las inquietudes y se constituirá en insustituible guía para sus seguidores, instalándose en el lugar de su conciencia.
El sectario se siente amparado por una organización y un profeta que le resuelve todas sus inquietudes, generalmente suprimiéndolas. Así, al eliminar toda inseguridad, todo desasosiego o sensación de desamparo, toda inquietud, toda búsqueda del Dios Vivo y Verdadero, la imagen de Dios que se formará en los sectarios será inevitablmente uniforme, segura y propicia para quienes integren la agrupación: una imagen idéntica para todos, inmutable y, a la larga, inerte. Progresivamente el Dios de los sectarios se irá despersonalizando, trasformado en aliado mecánico de quienes son miembros de la secta, por el hecho de serlo, lo que invierte el camino de la Revelación.

9) Espíritu vertiginoso: Poco a poco, el lugar de Dios será ocupado por el autoerigido profeta que será la única referencia del sectario: para él la voz del profeta será la voz de Dios.
La interpretación de la Voluntad de Dios hecha por el profeta acabará siempre llevando agua al molino de la secta cuya finalidad se irá progresivamente reduciendo a un más eficiente reclutamiento, a un acopio mayor de dinero, a la acumulación de más poder al servicio... de la propia secta.
Como una serpiente mordiéndose la cola.

10) Espíritu demoníaco: Si bien no todos los miembros de una secta se verán afectados en igual medida por el espíritu que describimos, todos en mayor o menor medida se irán inficionando con sus pestes y las consecuencias son fáciles de ver: dividirán allí donde deberían fortalecer las uniones; se segregarán progresivamente del resto de la Iglesia Católica; renunciarán a la búsqueda de la verdad volviéndose más y más dogmáticos en materias discutibles; engendrarán discípulos de escasas luces y penetración e interferirán con la Voluntad Divina en nombre, precisamente, de esa Voluntad.
Por último, los cautivos de este espíritu, por lo que éste tiene de ofuscación del discernimiento, terminarán poniéndose al alcance de otros aún más malignos.
Como dijimos al principio, su exorcismo no es materia de nuestra competencia.

martes, 19 de junio de 2012

Jack Tollers: El espíritu sectario (I)



Pensaba quien esto escribe que el trabajo de Tollers era muy largo para publicarse como entrada en la bitácora. Pero modificando el formato original, queda un escrito de dos carillas completas que caben bien en un par de entradas del blog. Si no lo publicáramos se correría el riesgo de que muchos lectores lo descartasen a priori por su aparente cantidad de páginas. 

El espíritu sectario
Por Jack Tollers

1) El Espíritu: Es una realidad espiritual, por lo tanto, en cierto modo inasible al entendimiento y difícil de poner en evidencia con palabras. Sin embargo, tiene más densidad ontológica, mayor calidad substancial, y mayor concreción que las realidades de orden físico, psicológico o afectivo.
Como se asienta en el alma, afecta primero a lo que es de su mismo orden. Es por esto que la primera cualidad notable de este espíritu es la de ofuscar a los que inficiona. Y es así porque o hay en el sujeto algún desprecio a la razón o algún defecto en ella por hábito.
En consecuencia, este espíritu sojuzga con cierta facilidad a quienes participan de él, volviéndolos refractarios a toda inteligencia, razonamiento o argumento que requiera de las luces de la razón. Por esto, debe comprenderse –y debe comprenderse bien– que no es un espíritu que se pueda exorcizar con razonamientos allí donde hizo asiento.
En esa inteligencia, este escrito no está dirigido a quienes le han dado asa.

2) Espíritu sectario: El espíritu al que nos referimos tiene por nota distintiva crear, allí donde inficiona, una tendencia a confundir una determinada institución de la Iglesia Católica con la Iglesia Católica toda. La parte se constituye en el todo.
Por lo mismo, quien se ha entregado a él tiende a creer que en su grupo, clan, cofradía, asociación, movimiento, pía unión, comunidad, congregación, instituto u orden religiosa se contienen todas las riquezas necesarias para la salvación. Convencido de ello, el sectario se obliga a despreciar lo que no considera «propio» de su agrupación.

3) Espíritu farisaico: Para justificar  esto, el espíritu sectario comienza por compararse con los demás, dando por supuesto que su secta es inmaculada; que carece de defectos; que es impermeable al mal o que el mal necesariamente la mejora y nunca la perturba; que sus miembros tienen por especial providencia una particular protección del pecado y que están menos expuesto a las debilidades comunes a los demás mortales.
A partir de este malsano reflejo de comparación este espíritu sutil trabaja a los sectarios en su interioridad convenciéndolos de que son mejores (la nota plural del «nosotros» disfraza la intolerable altanería que connota esta convicción).
La prueba de que son mejores reside en que forman parte de la secta.

4) Espíritu divisonista: Por lógica consecuencia, todo aquel inficionado de este espíritu tiene señalada inclinación a dividir al resto de los hombres en estos precisos términos: por o contra su secta. Este espíritu divisionista y excluyente usurpa los títulos universales de la Iglesia Católica («extra Ecclesiam nulla salus») atribuyéndoselo a su propio agrupamiento.
Por esta razón, en nombre de la «salud», el sectario no tiene inconveniente en introducir divisiones allí donde reine cualquier unión que no se integre precisamente en los modos y confines que la misma secta precisa: toda otra unidad de hombres, sea institucional, amical, familiar o vecinal, debe ceder ante la convicción de los sectarios de que su agrupación representa una unión de hombres trascendente, superior y más fuerte que cualquier otra.

5) Espíritu usurpador:  Por otra parte, el espíritu sectario y excluyente se atribuye todos los carismas de la Iglesia Católica reemplazándolos con institutos propios: así, la secta tendrá su propio régimen de gobierno con un «Santo Padre» a la cabeza; tendrá una casta sacerdotal que formará parte de su jerarquía conductora y magisterial; incluirá un sistema propio de canonizaciones, de devociones y estilos homologados por la autoridad; invocará sus propios usos y reglamentos para asegurar su excentricidad y conciliará posiciones dentro de la secta sin consultar pareceres ajenos. Todo lo que diga ser bueno lo será, y todo lo que sea bueno será suyo.
A resultas de estos «concilios» y «decretos» de su máxima autoridad -que no siempre coincidirá con la estructura jerárquica «oficial» de la secta-, surgirán afirmaciones, tomas de posición e instrucciones de carácter marcadamente dogmático en materia prudencial.
Los sectarios repetirán con incansable autoridad que quienes no pertenecen a su secta no la entienden, precisamente porque están fuera de la secta.

Jack Tollers: El espíritu sectario (I)



Pensaba quien esto escribe que el trabajo de Tollers era muy largo para publicarse como entrada en la bitácora. Pero modificando el formato original, queda un escrito de dos carillas completas que caben bien en un par de entradas del blog. Si no lo publicáramos se correría el riesgo de que muchos lectores lo descartasen a priori por su aparente cantidad de páginas. 

El espíritu sectario
Por Jack Tollers

1) El Espíritu: Es una realidad espiritual, por lo tanto, en cierto modo inasible al entendimiento y difícil de poner en evidencia con palabras. Sin embargo, tiene más densidad ontológica, mayor calidad substancial, y mayor concreción que las realidades de orden físico, psicológico o afectivo.
Como se asienta en el alma, afecta primero a lo que es de su mismo orden. Es por esto que la primera cualidad notable de este espíritu es la de ofuscar a los que inficiona. Y es así porque o hay en el sujeto algún desprecio a la razón o algún defecto en ella por hábito.
En consecuencia, este espíritu sojuzga con cierta facilidad a quienes participan de él, volviéndolos refractarios a toda inteligencia, razonamiento o argumento que requiera de las luces de la razón. Por esto, debe comprenderse –y debe comprenderse bien– que no es un espíritu que se pueda exorcizar con razonamientos allí donde hizo asiento.
En esa inteligencia, este escrito no está dirigido a quienes le han dado asa.

2) Espíritu sectario: El espíritu al que nos referimos tiene por nota distintiva crear, allí donde inficiona, una tendencia a confundir una determinada institución de la Iglesia Católica con la Iglesia Católica toda. La parte se constituye en el todo.
Por lo mismo, quien se ha entregado a él tiende a creer que en su grupo, clan, cofradía, asociación, movimiento, pía unión, comunidad, congregación, instituto u orden religiosa se contienen todas las riquezas necesarias para la salvación. Convencido de ello, el sectario se obliga a despreciar lo que no considera «propio» de su agrupación.

3) Espíritu farisaico: Para justificar  esto, el espíritu sectario comienza por compararse con los demás, dando por supuesto que su secta es inmaculada; que carece de defectos; que es impermeable al mal o que el mal necesariamente la mejora y nunca la perturba; que sus miembros tienen por especial providencia una particular protección del pecado y que están menos expuesto a las debilidades comunes a los demás mortales.
A partir de este malsano reflejo de comparación este espíritu sutil trabaja a los sectarios en su interioridad convenciéndolos de que son mejores (la nota plural del «nosotros» disfraza la intolerable altanería que connota esta convicción).
La prueba de que son mejores reside en que forman parte de la secta.

4) Espíritu divisonista: Por lógica consecuencia, todo aquel inficionado de este espíritu tiene señalada inclinación a dividir al resto de los hombres en estos precisos términos: por o contra su secta. Este espíritu divisionista y excluyente usurpa los títulos universales de la Iglesia Católica («extra Ecclesiam nulla salus») atribuyéndoselo a su propio agrupamiento.
Por esta razón, en nombre de la «salud», el sectario no tiene inconveniente en introducir divisiones allí donde reine cualquier unión que no se integre precisamente en los modos y confines que la misma secta precisa: toda otra unidad de hombres, sea institucional, amical, familiar o vecinal, debe ceder ante la convicción de los sectarios de que su agrupación representa una unión de hombres trascendente, superior y más fuerte que cualquier otra.

5) Espíritu usurpador:  Por otra parte, el espíritu sectario y excluyente se atribuye todos los carismas de la Iglesia Católica reemplazándolos con institutos propios: así, la secta tendrá su propio régimen de gobierno con un «Santo Padre» a la cabeza; tendrá una casta sacerdotal que formará parte de su jerarquía conductora y magisterial; incluirá un sistema propio de canonizaciones, de devociones y estilos homologados por la autoridad; invocará sus propios usos y reglamentos para asegurar su excentricidad y conciliará posiciones dentro de la secta sin consultar pareceres ajenos. Todo lo que diga ser bueno lo será, y todo lo que sea bueno será suyo.
A resultas de estos «concilios» y «decretos» de su máxima autoridad -que no siempre coincidirá con la estructura jerárquica «oficial» de la secta-, surgirán afirmaciones, tomas de posición e instrucciones de carácter marcadamente dogmático en materia prudencial.
Los sectarios repetirán con incansable autoridad que quienes no pertenecen a su secta no la entienden, precisamente porque están fuera de la secta.

lunes, 18 de junio de 2012

De nuestro amigo Jack Tollers




El espíritu sectario.

Domingo 17 de Junio, 2012
En la larga historia de la Iglesia nunca faltaron sectas: aparecen desde el primer siglo y nunca han faltado. La gran diferencia es que rápidamente se separaban del cuerpo de la Iglesia Católica, ora por propia decisión, ora por excomunión más o menos formalmente pronunciada por Roma. Pero en el s. XX apareció un fenómeno nuevo por completo: agrupaciones, cofradías, congregaciones, institutos de vida consagrada o no sé qués, que desarrollaron un espíritu notablemente sectario, reclamando para sí todos los carismas de la Santa Iglesia, con la pretensión además, de quedarse en ella. Sectas que pretenden sustituir a la Iglesia. Eso responde a un espíritu característico que en este texto se trata de caracterizar.

Descargar texto completo



También los invitamos a adquirir su nuevo libro Los Sermones de Fray Rabieta.

De nuestro amigo Jack Tollers




El espíritu sectario.

Domingo 17 de Junio, 2012
En la larga historia de la Iglesia nunca faltaron sectas: aparecen desde el primer siglo y nunca han faltado. La gran diferencia es que rápidamente se separaban del cuerpo de la Iglesia Católica, ora por propia decisión, ora por excomunión más o menos formalmente pronunciada por Roma. Pero en el s. XX apareció un fenómeno nuevo por completo: agrupaciones, cofradías, congregaciones, institutos de vida consagrada o no sé qués, que desarrollaron un espíritu notablemente sectario, reclamando para sí todos los carismas de la Santa Iglesia, con la pretensión además, de quedarse en ella. Sectas que pretenden sustituir a la Iglesia. Eso responde a un espíritu característico que en este texto se trata de caracterizar.

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domingo, 17 de junio de 2012

La web de la Fundación Speiro



Recibimos la noticia de que el sitio web de la Fundación Speiroestá funcionando a pleno. Cuenta con una presentación, una breve historia de los Amigos de la Ciudad Católica, los cincuenta años de la revista Verbo en formato digital accesibles mediante un buscador y todas las Actas de las reuniones de los amigos de la Ciudad Católica para descargar. Un sitio de muy valiosos contenidos a cuya difusión queremos contribuir en la medida de nuestras posibilidades. 
Nuestra más sincera felicitación a Miguel Ayuso Torres su actual director.

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Nuestra más sincera felicitación a Miguel Ayuso Torres su actual director.

sábado, 16 de junio de 2012

El Opus Dei no ama a los lefebvrianos



Es la oposición que no te esperas. Dices: "lefebvrianos" y en el mundo progesista se desata una revuelta. El pequeño grupo, ultra-tradicionalista, cismáticos desde los años ochenta, en conversaciones con la Santa Sede para volver a la plena comunión con la Iglesia Católica, es la pesadilla de todo sincero integrante de la galaxia católica conciliar, desde el liberal hasta el católico-comunista, desde las comunidades de base de América Latina hasta los obispos del norte de Europa. En estos días, sin embargo, se reveló la molestia que alimenta para con los herederos de Monseñor Marcel Lefebvre otro protagonista eclesial: el Opus Dei. Ubicada, dicho con cierto simplismo, en la derecha del arco eclesial, la prelatura personal fundada por Josemaría Escrivá de Balaguer, en contraste con la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X -este es el nombre oficial de los lefebvrianos- siempre ha apoyado al Concilio Vaticano II. Con una lectura ciertamente distinta de la hecha, por ejemplo, por los dosettianos de la escuela de Bolonia, la Obra ha recibido con satisfacción la idea del aggiornamento promovida por Juan XXIII y Pablo VI. Y ahora que nos acercamos a la conclusión de las largas tratativas entre Roma y Ecône, el Opus advierte sobre el peligro de que, haciendo entrar a los lefebvrianos, la Iglesia traicione el legado del Concilio Vaticano II.
Ninguna declaración oficial, claro está, no es su estilo. Pero en los últimos días desde el Opus se ha disparado un “fuego de barrera” hacia los lefebvrianos por medio de iniciativas, declaraciones, puntualizaciones de parte de sus representantes, o por lo menos, de personas que se consideran cercanas a la Obra.
El primero, y más explícito, fue Monseñor Fernando Ocáriz, Vicario General del Opus Dei, miembro de la delegación que ha conducido de parte del Papa las conversaciones doctrinales con el superior lefebvriano Monseñor Bernard Fellay y sus hombres. A principios de diciembre, cuando los tradicionalistas han subido la apuesta para llegar a un acuerdo con una serie de declaraciones y filtraciones de noticias, Ocáriz ha publicado en L´Osservatore Romano una extensa nota titulada, sintomáticamente, Sobre la adhesión al Concilio Vaticano II.
Es en los últimos días, sin embargo, que el mensaje se ha vuelto más explícito. Primero, el ateneo romano del Opus Dei, la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, ha organizado una conferencia sobre el Concilio VaticanoII leída por el Catholic News Service y el NationalCatholic Reporter como un rechazo cortés, pero sonoro, de la reincorporación de los lefebvrianos. Si se ha sugerido que para los herederos de Lefebvre la Santa Sede crearía una prelatura personal -como es el Opus Dei- luego, el portavoz italiano de la Obra, Bruno Mastroianni, sin expresar juicios críticos acerca de los lefebvrianos, ha publicado una precisión sobre el significado exacto de las prelaturas personales.
Por último, en una entrevista con Radio Vaticano, el cardenal Mauro Piacenza, cercano al Opus Dei, ha dicho que "debe decirse basta a la traición al Concilio Vaticano II y abrir la puerta a la obediencia a los textos del Concilio Vaticano II", cuyas palabras son "para leerse de rodillas". Quien no quiere arrodillarse - es el mensaje - puede permanecer en la puerta.
Fuente: http://tinyurl.com/7ucscky

Traducción al español de Infocaótica.

El Opus Dei no ama a los lefebvrianos



Es la oposición que no te esperas. Dices: "lefebvrianos" y en el mundo progesista se desata una revuelta. El pequeño grupo, ultra-tradicionalista, cismáticos desde los años ochenta, en conversaciones con la Santa Sede para volver a la plena comunión con la Iglesia Católica, es la pesadilla de todo sincero integrante de la galaxia católica conciliar, desde el liberal hasta el católico-comunista, desde las comunidades de base de América Latina hasta los obispos del norte de Europa. En estos días, sin embargo, se reveló la molestia que alimenta para con los herederos de Monseñor Marcel Lefebvre otro protagonista eclesial: el Opus Dei. Ubicada, dicho con cierto simplismo, en la derecha del arco eclesial, la prelatura personal fundada por Josemaría Escrivá de Balaguer, en contraste con la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X -este es el nombre oficial de los lefebvrianos- siempre ha apoyado al Concilio Vaticano II. Con una lectura ciertamente distinta de la hecha, por ejemplo, por los dosettianos de la escuela de Bolonia, la Obra ha recibido con satisfacción la idea del aggiornamento promovida por Juan XXIII y Pablo VI. Y ahora que nos acercamos a la conclusión de las largas tratativas entre Roma y Ecône, el Opus advierte sobre el peligro de que, haciendo entrar a los lefebvrianos, la Iglesia traicione el legado del Concilio Vaticano II.
Ninguna declaración oficial, claro está, no es su estilo. Pero en los últimos días desde el Opus se ha disparado un “fuego de barrera” hacia los lefebvrianos por medio de iniciativas, declaraciones, puntualizaciones de parte de sus representantes, o por lo menos, de personas que se consideran cercanas a la Obra.
El primero, y más explícito, fue Monseñor Fernando Ocáriz, Vicario General del Opus Dei, miembro de la delegación que ha conducido de parte del Papa las conversaciones doctrinales con el superior lefebvriano Monseñor Bernard Fellay y sus hombres. A principios de diciembre, cuando los tradicionalistas han subido la apuesta para llegar a un acuerdo con una serie de declaraciones y filtraciones de noticias, Ocáriz ha publicado en L´Osservatore Romano una extensa nota titulada, sintomáticamente, Sobre la adhesión al Concilio Vaticano II.
Es en los últimos días, sin embargo, que el mensaje se ha vuelto más explícito. Primero, el ateneo romano del Opus Dei, la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, ha organizado una conferencia sobre el Concilio VaticanoII leída por el Catholic News Service y el NationalCatholic Reporter como un rechazo cortés, pero sonoro, de la reincorporación de los lefebvrianos. Si se ha sugerido que para los herederos de Lefebvre la Santa Sede crearía una prelatura personal -como es el Opus Dei- luego, el portavoz italiano de la Obra, Bruno Mastroianni, sin expresar juicios críticos acerca de los lefebvrianos, ha publicado una precisión sobre el significado exacto de las prelaturas personales.
Por último, en una entrevista con Radio Vaticano, el cardenal Mauro Piacenza, cercano al Opus Dei, ha dicho que "debe decirse basta a la traición al Concilio Vaticano II y abrir la puerta a la obediencia a los textos del Concilio Vaticano II", cuyas palabras son "para leerse de rodillas". Quien no quiere arrodillarse - es el mensaje - puede permanecer en la puerta.
Fuente: http://tinyurl.com/7ucscky

Traducción al español de Infocaótica.