jueves, 31 de mayo de 2012

El vicio del integrismo

La repugnancia moderna a un modo racional de conocimiento religioso -es la segunda clase de dificultad a la cual debemos responder- es la desviación de un sentido justo. Es verdad que el conocimiento religioso es más que racional y que un uso inmoderado de la razón, lo corrompe.
Según toda la Sagrada Escritura, el conocimiento «compromete» a todo el hombre. Es «connaturalización» con lo que se conoce (lo que expresa el célebre calambur de Claudel: «connaître» es «co-naître»). Por consiguiente, más que intelectual. Pero intelectual también, y en muchos aspectos ante todo intelectual, debiendo satisfacer las exigencias del espíritu. Ahora bien, la modalidad de nuestro espíritu es racional. Está bien aborrecer todas las formas de racionalismo sin alma que hace estragos en el campo del conocimiento religioso desde las complicaciones formales de la base escolástica, hasta el simplismo de un catecismo demasiado rígido o de un integrismo estúpido y tan agresivo como estúpido. La razón siempre comete un abuso cuando determina sin tener en cuenta el sentido  actual de las realidades respecto de las cuales abstrae y discurre, pero cuando lo hace respecto de las  realidades que son espíritu, amor y vida, y que lo son infinitamente, comete una especie de sacrilegio. Esta no discreción es la señal de una época ingrata. Sin embargo, «los extremos se tocan», y es quedarse en una adolescencia simétrica (sic), el poner mala cara al modo inevitablemente racional que para nosotros reviste todo conocimiento: no se puede exceptuar el de la fe.
La madurez de espíritu respecto de lo sobrenatural es entrar plenamente en el juego de Santo Tomás cuando aborda la actitud de la fe. Él constata que el objeto de esta virtud es también la «Verdad Primera», absoluta, infinita -es el artículo primero de su Tratado: II-II, q. 1, a. 1-, y las verdades particulares que detallan las afirmaciones del Credo y las fórmulas dogmáticas -es el artículo segundo-, y tiene cuidado de señalar explícitamente las conexiones de estas dos consideraciones.
Dicho de otro modo, en sí misma la Verdad está por encima de toda concepción y es inefable, pero nosotros no la alcanzamos sino según las orientaciones precisas que marcan las verdades en las cuales ella se traduce para nuestra razón, con la garantía de infalibilidad de la Escritura y de la Iglesia. De inmediato se impone un trabajo del espíritu, propiamente indefinido, un trabajo de la razón que debe llevarse con rigor, y que en conjunto tiene que permanecer animado continuamente, por el sentido misterioso y vivo de lo infinito, que la razón no podría abarcar.
Este trabajo toma múltiples formas. Es una búsqueda que determina auténticamente lo que Dios ha dicho de sí mismo -es la teología llamada «positiva»-; y una penetración de este dato revelado, gracias a las  analogías que existen entre las realidades naturales y las sobrenaturales y que nos permiten hacernos alguna idea de estas según lo que conocemos de aquellas (es aprovechar la «analogía del ser»); y un relacionar unos con otros todos estos datos sobrenaturales, gracias a las analogías que los vinculan (…); y una toma de conciencia de las leyes que ellos dictan a nuestra conducta para que la Verdad no se quede en estado de especulación en nuestros espíritus, sino que pase efectivamente a nuestras vidas, las rectifique y las transforme (debemos entonces construir todo un arte cristiano de vivir, lo que se llama una moral o una espiritualidad).
Las realidades sobrenaturales no nos son accesibles, a nosotros, animales racionales, más que en conceptos determinados e incluso en fórmulas. Pero recíprocamente, estas fórmulas y estos conceptos no son sino letra muerta y aun letra que mata (2 Co 3, 6), si no están vivificados por el sentido íntimo y sin medida del Misterio divino.
[…]
«Integrismo». Esta palabra apareció en la época del «modernismo», a comienzos de siglo. Mediante el abuso de la moderna crítica científica, los «modernistas» exiliaban lo sobrenatural. Ya hemos recordado cómo los grandes exegetas, filósofos y teólogos Dominicos hicieron justicia a las exigencias científicas sin atentar contra la integridad de la fe, sino todo lo contrario.
Pero los espíritus simplistas, endurecidos, que se llamaban a sí mismos «integristas», reaccionaron con un rechazo de toda crítica válida, acusando de herejía a todo el pensamiento cristiano vivo, confundiendo la tradición con las formas que el pensamiento cristiano ha tomado en el pasado por influencia de concepciones erróneas (por ejemplo la interpretación del primer capítulo del Génesis como si se tratara de 6 días de 24 horas...). En su Carta Pastoral de 1947 Augeo declinación de la Iglesia, el cardenal Suhard ha caracterizado así el profundo vicio del integrismo: «No hay que confundir la integridad de la doctrina con el  mantenimiento de su ropaje pasajero» 


Fuente: Pie RÉGAMEY, OP. UNA ORDEN ANTIGUA EN EL MUNDO ACTUAL: LOS DOMINICOS, ps. 29-30; 152.

El vicio del integrismo

La repugnancia moderna a un modo racional de conocimiento religioso -es la segunda clase de dificultad a la cual debemos responder- es la desviación de un sentido justo. Es verdad que el conocimiento religioso es más que racional y que un uso inmoderado de la razón, lo corrompe.
Según toda la Sagrada Escritura, el conocimiento «compromete» a todo el hombre. Es «connaturalización» con lo que se conoce (lo que expresa el célebre calambur de Claudel: «connaître» es «co-naître»). Por consiguiente, más que intelectual. Pero intelectual también, y en muchos aspectos ante todo intelectual, debiendo satisfacer las exigencias del espíritu. Ahora bien, la modalidad de nuestro espíritu es racional. Está bien aborrecer todas las formas de racionalismo sin alma que hace estragos en el campo del conocimiento religioso desde las complicaciones formales de la base escolástica, hasta el simplismo de un catecismo demasiado rígido o de un integrismo estúpido y tan agresivo como estúpido. La razón siempre comete un abuso cuando determina sin tener en cuenta el sentido  actual de las realidades respecto de las cuales abstrae y discurre, pero cuando lo hace respecto de las  realidades que son espíritu, amor y vida, y que lo son infinitamente, comete una especie de sacrilegio. Esta no discreción es la señal de una época ingrata. Sin embargo, «los extremos se tocan», y es quedarse en una adolescencia simétrica (sic), el poner mala cara al modo inevitablemente racional que para nosotros reviste todo conocimiento: no se puede exceptuar el de la fe.
La madurez de espíritu respecto de lo sobrenatural es entrar plenamente en el juego de Santo Tomás cuando aborda la actitud de la fe. Él constata que el objeto de esta virtud es también la «Verdad Primera», absoluta, infinita -es el artículo primero de su Tratado: II-II, q. 1, a. 1-, y las verdades particulares que detallan las afirmaciones del Credo y las fórmulas dogmáticas -es el artículo segundo-, y tiene cuidado de señalar explícitamente las conexiones de estas dos consideraciones.
Dicho de otro modo, en sí misma la Verdad está por encima de toda concepción y es inefable, pero nosotros no la alcanzamos sino según las orientaciones precisas que marcan las verdades en las cuales ella se traduce para nuestra razón, con la garantía de infalibilidad de la Escritura y de la Iglesia. De inmediato se impone un trabajo del espíritu, propiamente indefinido, un trabajo de la razón que debe llevarse con rigor, y que en conjunto tiene que permanecer animado continuamente, por el sentido misterioso y vivo de lo infinito, que la razón no podría abarcar.
Este trabajo toma múltiples formas. Es una búsqueda que determina auténticamente lo que Dios ha dicho de sí mismo -es la teología llamada «positiva»-; y una penetración de este dato revelado, gracias a las  analogías que existen entre las realidades naturales y las sobrenaturales y que nos permiten hacernos alguna idea de estas según lo que conocemos de aquellas (es aprovechar la «analogía del ser»); y un relacionar unos con otros todos estos datos sobrenaturales, gracias a las analogías que los vinculan (…); y una toma de conciencia de las leyes que ellos dictan a nuestra conducta para que la Verdad no se quede en estado de especulación en nuestros espíritus, sino que pase efectivamente a nuestras vidas, las rectifique y las transforme (debemos entonces construir todo un arte cristiano de vivir, lo que se llama una moral o una espiritualidad).
Las realidades sobrenaturales no nos son accesibles, a nosotros, animales racionales, más que en conceptos determinados e incluso en fórmulas. Pero recíprocamente, estas fórmulas y estos conceptos no son sino letra muerta y aun letra que mata (2 Co 3, 6), si no están vivificados por el sentido íntimo y sin medida del Misterio divino.
[…]
«Integrismo». Esta palabra apareció en la época del «modernismo», a comienzos de siglo. Mediante el abuso de la moderna crítica científica, los «modernistas» exiliaban lo sobrenatural. Ya hemos recordado cómo los grandes exegetas, filósofos y teólogos Dominicos hicieron justicia a las exigencias científicas sin atentar contra la integridad de la fe, sino todo lo contrario.
Pero los espíritus simplistas, endurecidos, que se llamaban a sí mismos «integristas», reaccionaron con un rechazo de toda crítica válida, acusando de herejía a todo el pensamiento cristiano vivo, confundiendo la tradición con las formas que el pensamiento cristiano ha tomado en el pasado por influencia de concepciones erróneas (por ejemplo la interpretación del primer capítulo del Génesis como si se tratara de 6 días de 24 horas...). En su Carta Pastoral de 1947 Augeo declinación de la Iglesia, el cardenal Suhard ha caracterizado así el profundo vicio del integrismo: «No hay que confundir la integridad de la doctrina con el  mantenimiento de su ropaje pasajero» 


Fuente: Pie RÉGAMEY, OP. UNA ORDEN ANTIGUA EN EL MUNDO ACTUAL: LOS DOMINICOS, ps. 29-30; 152.

martes, 29 de mayo de 2012

La réplica de Vagaggini a Ottaviani

La bitácora de Gelfand dedica dos entradas a la publicación y comentario de una de las primeras respuestas al Breve examen crítico del Novus Ordo Missae de los cardenales Ottaviani y Bacci. El autor es el liturgista Cipriano Vagaggini, osb. Hemos colgado en nuestro estante de scribd una copia del artículo completo del benedictino, para que puedan leerlo los interesados en contrastar opiniones y críticas acerca de la reforma litúrgica. En enlace es el siguiente:




http://es.scribd.com/doc/95149038/Vagaggini-Il-Nuovo-Ordo-Missae-e-Lortodossia-Red
Vagaggini - Il Nuovo Ordo Missae e Lortodossia Red

La réplica de Vagaggini a Ottaviani

La bitácora de Gelfand dedica dos entradas a la publicación y comentario de una de las primeras respuestas al Breve examen crítico del Novus Ordo Missae de los cardenales Ottaviani y Bacci. El autor es el liturgista Cipriano Vagaggini, osb. Hemos colgado en nuestro estante de scribd una copia del artículo completo del benedictino, para que puedan leerlo los interesados en contrastar opiniones y críticas acerca de la reforma litúrgica. En enlace es el siguiente:




http://es.scribd.com/doc/95149038/Vagaggini-Il-Nuovo-Ordo-Missae-e-Lortodossia-Red
Vagaggini - Il Nuovo Ordo Missae e Lortodossia Red

lunes, 28 de mayo de 2012

Coincidencia poco feliz


Un poco de historia.A la monarquía portuguesa sucedió una república parlamentaria conocida como Primera República (1910-1926), en la que una minoría liberal accedió al poder parlamentario en un período caracterizado por gran inestabilidad política. Fue un régimen de abierta hostilidad hacia la Iglesia. A partir del golpe de 1926, comienza un nuevo régimen político: el Estado Nuevo. Su líder indiscutido fue el economista Antonio de Oliveira Salazar.
La política religiosa del Estado Nuevo se diferenció tanto de la confesionalidad católica de la última monarquía como del laicismo agresivo de la Primera República. Así, la constitución de 1933 estableció la separación del Estado y la Iglesia católica, la igualdad jurídica de las distintas confesiones y la libertad de cultos (cfr. arts. 45-48). Y el concordato con la Santa Sede de 1940 se mantuvo dentro de esos mismos principios, asegurando la cooperación entre el Estado y la Iglesia. En cuanto a la política real, hay que destacar que si bien el Estado Nuevo fue formalmente aconfesional, su legislación respetó el orden natural y su gobierno cooperó armónicamente con la acción evangelizadora de la Iglesia.
Portugal y la nueva cristiandad de Maritain. El concordato portugués de 1940 se consideró como un hito en la historia de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Se habló de un “orden eclesiástico nuevo” en el que la técnica de los juristas, la tolerancia de los católicos y la falta de agresividad de las instituciones políticas parecían haber clausurado definitivamente las polémicas del siglo XIX con las rivalidades entre “confesionalidad” y “laicidad”, “clericalismo” y “anticlericalismo”, etc.
Sin embargo, durante el pontificado de Pío XII, tendrán lugar acontecimientos de signo contrario a este supuesto “orden eclesiástico nuevo”: la serie de convenios que culminarán en el concordato español de 1953 y el concordato con la República Dominicana de 1954. España contrastaba con Portugal por su rotunda y formal adopción del principio de confesionalidad católica del Estado y la intolerancia hacia las manifestaciones públicas de signo acatólico, dejando a salvo el ejercicio privado de los cultos disidentes. El sistema español vino precedido por un célebre discurso del cardenal Alfredo Ottaviani (2-3-1953) y confirmado por otro importante discurso de Pío XII (6-12-1953). Los más destacados iuspublicistas de la época consideraron al sistema institucional español como un sistema de tesis, tanto por la clara y contundente profesión pública de fe católica (confesionalidad católica formal) como por el compromiso jurídico explícito por parte del Estado de aceptar y respetar la Ley divina en su legislación y su actividad de aplicación del Derecho (confesionalidad católica substancial).
Jacobo Maritain es bastante conocido por su propuesta de una nueva Cristiandad. Pero un dato tal vez menos conocido es que Maritain, en varias de sus obras, tomó la política religiosa del Estado Nuevo portugués, y de manera singular el concordato de 1940, como un ejemplo de su nueva Cristiandad. Maritain calificó al régimen salazarista de “dictadura sistemática”, aspecto que rechazó por sus semejanzas con lo que denominó el “totalitarismo español” de Franco; pero no dejó de mencionar como un acierto que el sistema portugués -ejemplo de realización del "ideal histórico concreto" prohijado por el filósofo francés- los principios de aconfesionalidad del Estado, igualdad jurídica de las diversas confesiones y libertad de cultos en una nación mayoritariamente católica. 
El obispo Richard Williamson, en uno de sus comentarios Eleison, ha hecho referencia a la historia de Portugal en los siguientes términos:
“Así, antes que Nuestra Señora apareciera en Fátima en 1917, los enemigos de la Iglesia habían tomado el gobierno de Portugal completamente bajo su control, pero cuando prácticamente todo el pueblo Portugués rezó e hizo penitencia como Nuestra Señora lo había pedido, entonces Ella simplemente disolvió el poder de estos enemigos por una revolución incruenta. Portugal se volvió, en el ateo siglo XX con el Comunismo triunfando en todas partes, la vitrina de un Estado Católico.” (Thus before Our Lady appeared at Fatima in 1917, the anti-Catholics had brought the government of Portugal completely under their control, but when virtually the entire Portuguese people prayed and did penance as Our Lady had asked, then she simply dissolved the anti-Catholics’ power in a bloodless revolution. Portugal became, in the godless 20th century with Communism triumphing everywhere, the showcase of a Catholic State).
No compartimos esta opinión. El Estado Nuevo de Portugal no fue un modelo ni una vitrina de Estado católico de acuerdo con la doctrina tradicional, porque no cumplió con todas las exigencias que le son inherentes. El régimen portugués debe calificarse como un sistema de hipótesis, que es objetivamente menos perfecto que la tesis, aunque fuera el mejor posible en esas circunstancias políticas. La aconfesionalidad no es tesis, como pretendió Maritain, ni puede ser un modelo de estado católico, por más que se aplique en una nación católica en sus leyes y costumbres como fue Portugal de aquellos tiempos. 


P.S.: Para prevenir polémicas estériles aclaremos que no decimos, ni queremos decir, que:
- Salazar fuera mal católico, liberal, maritaineano, mal gobernante, cobarde;
- el Estado Nuevo portugués, por efecto de la aconfesionalidad y la libertad de cultos, fuera  políticamente equiparable a los experimentos democristianos posteriores al fin de la segunda guerra mundial; 
- estemos de acuerdo con Maritain en su valoración política ("totalitarios") de los regímenes de Salazar y Franco;
- el obispo Williamson sea liberal o maritaineano.
Dejamos la interpretación conspiracionista de esta infeliz coincidencia para "los de siempre". 

Coincidencia poco feliz


Un poco de historia.A la monarquía portuguesa sucedió una república parlamentaria conocida como Primera República (1910-1926), en la que una minoría liberal accedió al poder parlamentario en un período caracterizado por gran inestabilidad política. Fue un régimen de abierta hostilidad hacia la Iglesia. A partir del golpe de 1926, comienza un nuevo régimen político: el Estado Nuevo. Su líder indiscutido fue el economista Antonio de Oliveira Salazar.
La política religiosa del Estado Nuevo se diferenció tanto de la confesionalidad católica de la última monarquía como del laicismo agresivo de la Primera República. Así, la constitución de 1933 estableció la separación del Estado y la Iglesia católica, la igualdad jurídica de las distintas confesiones y la libertad de cultos (cfr. arts. 45-48). Y el concordato con la Santa Sede de 1940 se mantuvo dentro de esos mismos principios, asegurando la cooperación entre el Estado y la Iglesia. En cuanto a la política real, hay que destacar que si bien el Estado Nuevo fue formalmente aconfesional, su legislación respetó el orden natural y su gobierno cooperó armónicamente con la acción evangelizadora de la Iglesia.
Portugal y la nueva cristiandad de Maritain. El concordato portugués de 1940 se consideró como un hito en la historia de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Se habló de un “orden eclesiástico nuevo” en el que la técnica de los juristas, la tolerancia de los católicos y la falta de agresividad de las instituciones políticas parecían haber clausurado definitivamente las polémicas del siglo XIX con las rivalidades entre “confesionalidad” y “laicidad”, “clericalismo” y “anticlericalismo”, etc.
Sin embargo, durante el pontificado de Pío XII, tendrán lugar acontecimientos de signo contrario a este supuesto “orden eclesiástico nuevo”: la serie de convenios que culminarán en el concordato español de 1953 y el concordato con la República Dominicana de 1954. España contrastaba con Portugal por su rotunda y formal adopción del principio de confesionalidad católica del Estado y la intolerancia hacia las manifestaciones públicas de signo acatólico, dejando a salvo el ejercicio privado de los cultos disidentes. El sistema español vino precedido por un célebre discurso del cardenal Alfredo Ottaviani (2-3-1953) y confirmado por otro importante discurso de Pío XII (6-12-1953). Los más destacados iuspublicistas de la época consideraron al sistema institucional español como un sistema de tesis, tanto por la clara y contundente profesión pública de fe católica (confesionalidad católica formal) como por el compromiso jurídico explícito por parte del Estado de aceptar y respetar la Ley divina en su legislación y su actividad de aplicación del Derecho (confesionalidad católica substancial).
Jacobo Maritain es bastante conocido por su propuesta de una nueva Cristiandad. Pero un dato tal vez menos conocido es que Maritain, en varias de sus obras, tomó la política religiosa del Estado Nuevo portugués, y de manera singular el concordato de 1940, como un ejemplo de su nueva Cristiandad. Maritain calificó al régimen salazarista de “dictadura sistemática”, aspecto que rechazó por sus semejanzas con lo que denominó el “totalitarismo español” de Franco; pero no dejó de mencionar como un acierto que el sistema portugués -ejemplo de realización del "ideal histórico concreto" prohijado por el filósofo francés- los principios de aconfesionalidad del Estado, igualdad jurídica de las diversas confesiones y libertad de cultos en una nación mayoritariamente católica. 
El obispo Richard Williamson, en uno de sus comentarios Eleison, ha hecho referencia a la historia de Portugal en los siguientes términos:
“Así, antes que Nuestra Señora apareciera en Fátima en 1917, los enemigos de la Iglesia habían tomado el gobierno de Portugal completamente bajo su control, pero cuando prácticamente todo el pueblo Portugués rezó e hizo penitencia como Nuestra Señora lo había pedido, entonces Ella simplemente disolvió el poder de estos enemigos por una revolución incruenta. Portugal se volvió, en el ateo siglo XX con el Comunismo triunfando en todas partes, la vitrina de un Estado Católico.” (Thus before Our Lady appeared at Fatima in 1917, the anti-Catholics had brought the government of Portugal completely under their control, but when virtually the entire Portuguese people prayed and did penance as Our Lady had asked, then she simply dissolved the anti-Catholics’ power in a bloodless revolution. Portugal became, in the godless 20th century with Communism triumphing everywhere, the showcase of a Catholic State).
No compartimos esta opinión. El Estado Nuevo de Portugal no fue un modelo ni una vitrina de Estado católico de acuerdo con la doctrina tradicional, porque no cumplió con todas las exigencias que le son inherentes. El régimen portugués debe calificarse como un sistema de hipótesis, que es objetivamente menos perfecto que la tesis, aunque fuera el mejor posible en esas circunstancias políticas. La aconfesionalidad no es tesis, como pretendió Maritain, ni puede ser un modelo de estado católico, por más que se aplique en una nación católica en sus leyes y costumbres como fue Portugal de aquellos tiempos. 


P.S.: Para prevenir polémicas estériles aclaremos que no decimos, ni queremos decir, que:
- Salazar fuera mal católico, liberal, maritaineano, mal gobernante, cobarde;
- el Estado Nuevo portugués, por efecto de la aconfesionalidad y la libertad de cultos, fuera  políticamente equiparable a los experimentos democristianos posteriores al fin de la segunda guerra mundial; 
- estemos de acuerdo con Maritain en su valoración política ("totalitarios") de los regímenes de Salazar y Franco;
- el obispo Williamson sea liberal o maritaineano.
Dejamos la interpretación conspiracionista de esta infeliz coincidencia para "los de siempre". 

viernes, 25 de mayo de 2012

Bernanos y la esperanza


Nos han enviado un artículo sobre Georges Bernanos que compartimos con nuestros lectores. 


BERNANOS Y LA ESPERANZA
“...je mets ainsi le désespir au service de l'espir..”
Se dijo (J. Madaule) que los Dialogues des Carmélites eran, no sólo la síntesis más acabada de Georges Bernanos, sino también su mensaje póstumo y definitivo. Pero parece que no paran aquí los mensajes de ultratumba de Bernanos, pues se ha dado a conocer recientemente La Liberté, pour quoi faire?[1]. En octubre de 1950, su albacea literario, Albert Béguin, presentó una novela, Un mauvais rêve, reconstruída al cabo de pacientes trabajos en Brasil y Francia. En realidad, ya en el volumen dedicado a Bernanos por los "Cahiers du Rhône" se enumeraba su obra inédita y, entre otros cinco títulos, se hablaba de una Conférences (1946-48), es decir del presente libro. Efectivamente, agrúpanse aquí, en torno a cinco temas principales, varias conferencias que Bernanos dijo entre 1946 y 1948, año de su muerte. En algunos casos se poseía el texto completo; en otros, hubo que compulsar borradores y manuscritos y separar observaciones circunstanciales. De esto da cuenta Béguin en dos páginas aclaratorias que cierran el libro.
En 1938, profundamente desilusionado por la situación de Francia y de Europa, Bernanos se embarcó para el Paraguay con toda su familia -si no en busca del "Paraíso Terrestre", según decía él; o "del bon sauvage, como un ideólogo del siglo dieciocho", según dijo un crítico-, para realizar un sueño desde mucho antes acariciado. Muy poco tiempo estuvo en el Paraguay, pronto se radicó en el Brasil donde vivió hasta 1945. Sus proyectos sudamericanos no tuvieron éxito, pero Bernanos siempre habló con cariño de su estada en América y de la tierra que lo cobijó durante la guerra. A la ida, en agosto de 1938, pasó por Buenos aires y poco después envió algunas páginas a una revista argentina. Empezaban así: "No he encontrado Paraíso Terrestre, pero bien sé que no he terminado de buscarlo, que lo buscaré siempre, que buscaré siempre esa ruta perdida, borrada de la memoria de los hombres. Pertenezco probablemente por nacimiento al pueblo que espera, a la raza que no desespera jamás, para la cual la desesperación es un vocablo carente de significado, análogo al vocablo vacío. ¡Y somos nosotros quienes tenemos razón!" ("Sur", Nº 48, set. 1938).
Conviene recordar este párrafo porque, desde la publicación de Sous le soleil de Satan, se ha acusado a Bernanos de pesimista, de conceder en sus libros excesivo lugar a "ña part du Diable", de escribir novelas amargas, sombrías y enigmáticas como M. Ouine  y Un crime. El mismo prevé en La Liberté, pour quoi faire? esta acusación y se defiende contra ella. "¡Oh! Sé muy bien que no se me toma generalmente por un profesor de esperanza... Es verdad que no enseño esperanza. La esperanza no se enseña como la gramática. Es, como la fe, una gracia de Dios." Bernanos no es, precisamente, un escritor optimista ("Les optimistes écrivent mal", decía Valéry), pero lo pone fuera de sí cierto optimismo prefabricado e hiócrita de alguna boga actuall, sin apoyo en la realidad, y que no tiene nada que ver la con la virtud de la esperanza cristiana, memorablemente cantada por Pégury.
Bernanos tomó prestada de Lenín la frase que sirve de título a su libro. "¿Qué hacer con la libertad?" Ya el título implica un juicio de valor, sugiere una decadencia de la libertad, encubre (o ni siquiera encubre, atenúa) otra pregunta, ¿para qué sirve eso? Las causas que han llevado a los hombres a esta decadencia de la libertad son el progreso técnico y una paralela desespiritualización humana. René Guénon coloca al progreso entre las "ilusiones occidentales", y juzga que la idea de progreso ya es, de por sí, una idea decadente (Orient et Occident). Pero la sola técnica es incapaz de esclavizar al hombre. Para que tenga lugar ese sojuzgamiento es necesaria una desvalorización, una bdicación previa del hombre, la idolatría de la técnica. No es cuestión tampoco de clamar contra el automóvil, como lo hacía León Bloy a principios de siglo. Todo fue bien (es un decir) mientras la técnica se empleó en edificar y construir; pero luego se utilizaron las máquinas para destruir y entonces ya no sonaron tan descabellados los gritos de Bloy. El resultado del monstruoso culto a la técnica es la bomba atómica que, cada vez más perfeccionada y eficiente, amenaza terminar a breve plazo con este planeta en descomposición. Bernanos nos asegura seriamente que, si una bomba destruyera los dos tercios del mundo, en la fracción supérstite pronto se instalaría laboratorios para no interrumpir las investigaciones y experiencias atómicas; lo que lo refuerza en la opinión de que es el hombre, y no la técnica, quien está corrompido. Bernanods se interroga si la Historia tiene un sentido propio, o si es la técnica quien se lo da; "se trata de decidir si la Historia es la historia del hombre, o solamente la historia de la técnica". ¿La técnica está hecha para el hombre, o el hombre para la técnica?
Una civilización ha sido siempre una especie de comprimiso entre el poder del Estado y la libertad del individuo. La civilización está conformada a la medida del hombre; no se puede exigir de ella más de lo que no es razonable exigir al hombre. El advenimiento de la era de las máquinas, en cuya insensata veneración coincidieron liberales y socialistas, trastornó el equilibrio y acrecentó el poder del Estado con mengua del individuo. Es el Estado moderno ("usurpador e impostor, emresa de explotación y policía desmesuradamente engrosada por todos los organismos sociales antes independientes"), es el Estado moderno quien ha adoptado el slogan de Lenín, ¿Para qué la libertad?, y acucia con él al individuo para absorberlo enteramente y evaporar de este modo las últimas gotas de libertadd. "No se trata de destruir las máquinas, se trata de comprender que la civilización de las máquinas favorece el lento pero seguro aplastamiento de los hombres libres por las masas, es decir por el Estado irresponsable..." Ni en las actuales democracias confía Bernanos: están convertidas en verdaderas dictaduras económicas, aparte de que la palabra "democracia", por su empleo abusivo, carece ya de sentido y en algún sitio llega a oponerse a la palabra "libertad". Y nadie, por otra parte, podría permitirse recusar a este testigo insobornable, tachándolo de "nazi" o de reaccionario, porque nadie ha olvidado su libro sobre la guerra española y su actitud ferviente contra los enegimos de su patria. "Cuando yo hablo así, los intelectuales marxistas me tratan -tímidamente, porque al din y al cabo escribí La Grande Peur des Bien-Pensants y Les Grandes Cimetières sous la lune- de reaccionario. Pero los reaccionarios son ellos." Y les señala la coincidencia del mundo marxista con el mundo liberal en la adoración del progreso y en la creencia absurda en un segundo paraíso terrenal.
En 1919 Paul Valéry comenzaba La crise de l'esprit con estas palabras: "Nosotras las civilizaciones, sabemos ahora que somos mortales. ...Bien sabíamos que toda la tierra visible está hecha de cenizas, que la ceniza significa algo." Bernanos escribe, en 1946, que las civilizaciones son mortales como los hombres pero que, a diferencia de éstos, no se corrompen después de muertas, sino antes: su descomposición es un síntoma, un anuncio de la muerte cercana. En cuanto a las cenizas, la experiencia de veinticinco años enseña que son la meta lógica de los afanes del progreso técnico; Bernanos llega a proponer que se declare al Miércoles de Cenizas efemérides universal... Y aquí viene la lúcida metáfora del gusano loco, que recorre el cadáver de una persona y dice que está viviendo una prodigiosa aventura, la más audaz, la más colosal de las aventuras, una experiencia irreversible. "El error del gusano, mientras el cadáver lo alimente, es hacer de la Historia una liquidación."
Luego de cuatro enfoques pesimistas e irrefutables -"La France devant le monde de demain", "La Liberté, pour quoi faire?", "Révolution et liberté", "L'Esprit européen"-, este fustigador nos habla de "Nos amis les saints". No deja de ser extremadamente interesante la opinión que tuvo sobre la santidad el inventor de Mouchette y de Mme. Alfieri, el hombre que describió con rara pericia la intervención diabólica yal lado de cuyas páginas el satanismo baudeleriano parece infantil y grotesco.
"La casa de Dios es una casa de hombres y no de superhombres. Los cristianos no son superhombres; los santos tampoco, o menos aún, porque son los más humanos de los hombres. Los santos no son sublimes, no necesitan de lo sublime: más bien lo sublime tendría necesidad de ellos. No son héroes, al modo de los héroes de Plutarco. Un héroe nos da la impresión de sobrepasar la humanidad, el santo no la sobrepasa, la asume, se empeña en realizarla de la mejor manera posible." "Es la Santidad, son los Santos quienes mantienen esa vida interior, sin la cual la humanidad se degradaría hasta perecer." "Podría creerse que ya no es más la hora de los santos, que ella ha pasado. Pero la hora de los santos suena siempre."
Y la pluma de Georges Bernanos, después de hacernos desesperar de las ilusiones humanas, evoca vigorosamente el ejemplo de esos arquetipos del cristianismo; pone así la desesperación al servicio de la esperanza...

                                                                                                                                               G. F.
[1] Georges Bernanos, La liberté, pour quoi faire?, París (Gaallimard), 1953.

Bernanos y la esperanza


Nos han enviado un artículo sobre Georges Bernanos que compartimos con nuestros lectores. 


BERNANOS Y LA ESPERANZA
“...je mets ainsi le désespir au service de l'espir..”
Se dijo (J. Madaule) que los Dialogues des Carmélites eran, no sólo la síntesis más acabada de Georges Bernanos, sino también su mensaje póstumo y definitivo. Pero parece que no paran aquí los mensajes de ultratumba de Bernanos, pues se ha dado a conocer recientemente La Liberté, pour quoi faire?[1]. En octubre de 1950, su albacea literario, Albert Béguin, presentó una novela, Un mauvais rêve, reconstruída al cabo de pacientes trabajos en Brasil y Francia. En realidad, ya en el volumen dedicado a Bernanos por los "Cahiers du Rhône" se enumeraba su obra inédita y, entre otros cinco títulos, se hablaba de una Conférences (1946-48), es decir del presente libro. Efectivamente, agrúpanse aquí, en torno a cinco temas principales, varias conferencias que Bernanos dijo entre 1946 y 1948, año de su muerte. En algunos casos se poseía el texto completo; en otros, hubo que compulsar borradores y manuscritos y separar observaciones circunstanciales. De esto da cuenta Béguin en dos páginas aclaratorias que cierran el libro.
En 1938, profundamente desilusionado por la situación de Francia y de Europa, Bernanos se embarcó para el Paraguay con toda su familia -si no en busca del "Paraíso Terrestre", según decía él; o "del bon sauvage, como un ideólogo del siglo dieciocho", según dijo un crítico-, para realizar un sueño desde mucho antes acariciado. Muy poco tiempo estuvo en el Paraguay, pronto se radicó en el Brasil donde vivió hasta 1945. Sus proyectos sudamericanos no tuvieron éxito, pero Bernanos siempre habló con cariño de su estada en América y de la tierra que lo cobijó durante la guerra. A la ida, en agosto de 1938, pasó por Buenos aires y poco después envió algunas páginas a una revista argentina. Empezaban así: "No he encontrado Paraíso Terrestre, pero bien sé que no he terminado de buscarlo, que lo buscaré siempre, que buscaré siempre esa ruta perdida, borrada de la memoria de los hombres. Pertenezco probablemente por nacimiento al pueblo que espera, a la raza que no desespera jamás, para la cual la desesperación es un vocablo carente de significado, análogo al vocablo vacío. ¡Y somos nosotros quienes tenemos razón!" ("Sur", Nº 48, set. 1938).
Conviene recordar este párrafo porque, desde la publicación de Sous le soleil de Satan, se ha acusado a Bernanos de pesimista, de conceder en sus libros excesivo lugar a "ña part du Diable", de escribir novelas amargas, sombrías y enigmáticas como M. Ouine  y Un crime. El mismo prevé en La Liberté, pour quoi faire? esta acusación y se defiende contra ella. "¡Oh! Sé muy bien que no se me toma generalmente por un profesor de esperanza... Es verdad que no enseño esperanza. La esperanza no se enseña como la gramática. Es, como la fe, una gracia de Dios." Bernanos no es, precisamente, un escritor optimista ("Les optimistes écrivent mal", decía Valéry), pero lo pone fuera de sí cierto optimismo prefabricado e hiócrita de alguna boga actuall, sin apoyo en la realidad, y que no tiene nada que ver la con la virtud de la esperanza cristiana, memorablemente cantada por Pégury.
Bernanos tomó prestada de Lenín la frase que sirve de título a su libro. "¿Qué hacer con la libertad?" Ya el título implica un juicio de valor, sugiere una decadencia de la libertad, encubre (o ni siquiera encubre, atenúa) otra pregunta, ¿para qué sirve eso? Las causas que han llevado a los hombres a esta decadencia de la libertad son el progreso técnico y una paralela desespiritualización humana. René Guénon coloca al progreso entre las "ilusiones occidentales", y juzga que la idea de progreso ya es, de por sí, una idea decadente (Orient et Occident). Pero la sola técnica es incapaz de esclavizar al hombre. Para que tenga lugar ese sojuzgamiento es necesaria una desvalorización, una bdicación previa del hombre, la idolatría de la técnica. No es cuestión tampoco de clamar contra el automóvil, como lo hacía León Bloy a principios de siglo. Todo fue bien (es un decir) mientras la técnica se empleó en edificar y construir; pero luego se utilizaron las máquinas para destruir y entonces ya no sonaron tan descabellados los gritos de Bloy. El resultado del monstruoso culto a la técnica es la bomba atómica que, cada vez más perfeccionada y eficiente, amenaza terminar a breve plazo con este planeta en descomposición. Bernanos nos asegura seriamente que, si una bomba destruyera los dos tercios del mundo, en la fracción supérstite pronto se instalaría laboratorios para no interrumpir las investigaciones y experiencias atómicas; lo que lo refuerza en la opinión de que es el hombre, y no la técnica, quien está corrompido. Bernanods se interroga si la Historia tiene un sentido propio, o si es la técnica quien se lo da; "se trata de decidir si la Historia es la historia del hombre, o solamente la historia de la técnica". ¿La técnica está hecha para el hombre, o el hombre para la técnica?
Una civilización ha sido siempre una especie de comprimiso entre el poder del Estado y la libertad del individuo. La civilización está conformada a la medida del hombre; no se puede exigir de ella más de lo que no es razonable exigir al hombre. El advenimiento de la era de las máquinas, en cuya insensata veneración coincidieron liberales y socialistas, trastornó el equilibrio y acrecentó el poder del Estado con mengua del individuo. Es el Estado moderno ("usurpador e impostor, emresa de explotación y policía desmesuradamente engrosada por todos los organismos sociales antes independientes"), es el Estado moderno quien ha adoptado el slogan de Lenín, ¿Para qué la libertad?, y acucia con él al individuo para absorberlo enteramente y evaporar de este modo las últimas gotas de libertadd. "No se trata de destruir las máquinas, se trata de comprender que la civilización de las máquinas favorece el lento pero seguro aplastamiento de los hombres libres por las masas, es decir por el Estado irresponsable..." Ni en las actuales democracias confía Bernanos: están convertidas en verdaderas dictaduras económicas, aparte de que la palabra "democracia", por su empleo abusivo, carece ya de sentido y en algún sitio llega a oponerse a la palabra "libertad". Y nadie, por otra parte, podría permitirse recusar a este testigo insobornable, tachándolo de "nazi" o de reaccionario, porque nadie ha olvidado su libro sobre la guerra española y su actitud ferviente contra los enegimos de su patria. "Cuando yo hablo así, los intelectuales marxistas me tratan -tímidamente, porque al din y al cabo escribí La Grande Peur des Bien-Pensants y Les Grandes Cimetières sous la lune- de reaccionario. Pero los reaccionarios son ellos." Y les señala la coincidencia del mundo marxista con el mundo liberal en la adoración del progreso y en la creencia absurda en un segundo paraíso terrenal.
En 1919 Paul Valéry comenzaba La crise de l'esprit con estas palabras: "Nosotras las civilizaciones, sabemos ahora que somos mortales. ...Bien sabíamos que toda la tierra visible está hecha de cenizas, que la ceniza significa algo." Bernanos escribe, en 1946, que las civilizaciones son mortales como los hombres pero que, a diferencia de éstos, no se corrompen después de muertas, sino antes: su descomposición es un síntoma, un anuncio de la muerte cercana. En cuanto a las cenizas, la experiencia de veinticinco años enseña que son la meta lógica de los afanes del progreso técnico; Bernanos llega a proponer que se declare al Miércoles de Cenizas efemérides universal... Y aquí viene la lúcida metáfora del gusano loco, que recorre el cadáver de una persona y dice que está viviendo una prodigiosa aventura, la más audaz, la más colosal de las aventuras, una experiencia irreversible. "El error del gusano, mientras el cadáver lo alimente, es hacer de la Historia una liquidación."
Luego de cuatro enfoques pesimistas e irrefutables -"La France devant le monde de demain", "La Liberté, pour quoi faire?", "Révolution et liberté", "L'Esprit européen"-, este fustigador nos habla de "Nos amis les saints". No deja de ser extremadamente interesante la opinión que tuvo sobre la santidad el inventor de Mouchette y de Mme. Alfieri, el hombre que describió con rara pericia la intervención diabólica yal lado de cuyas páginas el satanismo baudeleriano parece infantil y grotesco.
"La casa de Dios es una casa de hombres y no de superhombres. Los cristianos no son superhombres; los santos tampoco, o menos aún, porque son los más humanos de los hombres. Los santos no son sublimes, no necesitan de lo sublime: más bien lo sublime tendría necesidad de ellos. No son héroes, al modo de los héroes de Plutarco. Un héroe nos da la impresión de sobrepasar la humanidad, el santo no la sobrepasa, la asume, se empeña en realizarla de la mejor manera posible." "Es la Santidad, son los Santos quienes mantienen esa vida interior, sin la cual la humanidad se degradaría hasta perecer." "Podría creerse que ya no es más la hora de los santos, que ella ha pasado. Pero la hora de los santos suena siempre."
Y la pluma de Georges Bernanos, después de hacernos desesperar de las ilusiones humanas, evoca vigorosamente el ejemplo de esos arquetipos del cristianismo; pone así la desesperación al servicio de la esperanza...

                                                                                                                                               G. F.
[1] Georges Bernanos, La liberté, pour quoi faire?, París (Gaallimard), 1953.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Y parió Hans Küng...

Reproducimos una entrada original de RORATE CAELI. La traducción es del blog "Hacia la verdadera Cristiandad". 

Los extremos se encuentran: Hans Küng se convierte en un sedevacantista, declara a Benedicto XVI cismático por su posición ante la Fraternidad San Pío X
No, no es hoy el Día de los Inocentes. El heresiarca Hans Küng, que, "en sus escritos, se ha apartado de la verdad integral de la fe católica, y por lo tanto... ya no puede ser considerado teólogo católico ni funcionar como tal en un papel de la enseñanza" (Declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe, 15 de diciembre de 1979), ha perdido las nociones básicas de la teología sacramental y arriba así a las conclusiones más hilarantes. Puede ser que esté perdiendo la vergüenza, si no es que ya la perdió en tiempos del concilio.
HANS KUNG LLAMA A DESOBEDECER AL PAPA.
 Tanto en el diario oficial como en las actividades alternativas en el Mannheim Katholikentag*, el sentimiento predominante ha sido el de resentimiento y frustración por las reformas que no llegan en la Iglesia. En fuerte contraste con ello, lo que el Papa Benedicto XVI prepara, al parecer para Pentecostés, es la reconciliación definitiva de la Iglesia Católica con la tradicionalista Fraternidad San Pío X, sus obispos y sacerdotes. Esto debería ocurrir aún cuando la FSSPX siga rechazando los principales documentos conciliares, teniendo que ser incorporados a la Iglesia con el uso de hábiles tácticas canónicas. Pero antes de que el Papa lo haga, debería ser debidamente advertido por los obispos sobre su importancia, por los siguientes motivos:
   1. El Papa incluiría en la Iglesia obispos y sacerdotes que están inválidamente ordenados. De acuerdo con la Constitución Apostólica del Papa Pablo VI "Pontificalis Romani recognitio", del 18 de julio de 1968, la ordenación de obispos y sacerdotes por el Arzobispo Lefebvre no sólo es ilegal sino también inválida. Esta opinión es compartida entre otros por un miembro relevante de la "Comisión Doctrinal", Karl Josef Becker, SJ, hoy cardenal **.
    2. Con esta decisión escandalosa, el Papa Benedicto, ya en un aislamiento general lamentable, se apartaría más del pueblo de Dios. La doctrina clásica sobre el cisma debería ser una advertencia para él. De acuerdo con ello, un cisma de la Iglesia ocurre cuando hay una separación del Papa, pero también cuando éste se separa del cuerpo de la Iglesia. "Incluso el Papa podría convertirse en un cismático, si no guarda la unidad y la comunión propia de todo el cuerpo de la Iglesia". (Francisco Suárez, teólogo importante en español de los siglos 16th/17th).
    3. Un Papa cismático pierde su posición de acuerdo con lo que enseña la misma constitución de la Iglesia. Al menos, no puede esperar obediencia. El Papa Benedicto XVI afronta hoy movimientos populares ya muy extendida de "desobediencia" contra una jerarquía que es desobediente al Evangelio. Él es el único responsable de la ruptura grave y el conflicto creado en el interior de la Iglesia. En lugar de conciliar con la ultraconservadora Fraternidad San Pío X, anti-democrática y anti-semita, el Papa debería preocuparse por la mayoría de los reformistas católicos y reconciliarse con las iglesias de la Reforma y todo el movimiento ecuménico. Así, uniría y no dividiría..
* Rorate: la conferencia católica en Alemania se realiza, generalmente, cada dos años. Este año 2012 el Katholikentag se hizo en Mannheim un fin de semana. (Fuente: Südwest Presse, en alemán, Distrito alemán de la FSSPX).
** Esto, obviamente, no tiene sentido y el cardenal Becker nunca hubiera dicho tal cosa.
Fuente:

Y parió Hans Küng...

Reproducimos una entrada original de RORATE CAELI. La traducción es del blog "Hacia la verdadera Cristiandad". 

Los extremos se encuentran: Hans Küng se convierte en un sedevacantista, declara a Benedicto XVI cismático por su posición ante la Fraternidad San Pío X
No, no es hoy el Día de los Inocentes. El heresiarca Hans Küng, que, "en sus escritos, se ha apartado de la verdad integral de la fe católica, y por lo tanto... ya no puede ser considerado teólogo católico ni funcionar como tal en un papel de la enseñanza" (Declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe, 15 de diciembre de 1979), ha perdido las nociones básicas de la teología sacramental y arriba así a las conclusiones más hilarantes. Puede ser que esté perdiendo la vergüenza, si no es que ya la perdió en tiempos del concilio.
HANS KUNG LLAMA A DESOBEDECER AL PAPA.
 Tanto en el diario oficial como en las actividades alternativas en el Mannheim Katholikentag*, el sentimiento predominante ha sido el de resentimiento y frustración por las reformas que no llegan en la Iglesia. En fuerte contraste con ello, lo que el Papa Benedicto XVI prepara, al parecer para Pentecostés, es la reconciliación definitiva de la Iglesia Católica con la tradicionalista Fraternidad San Pío X, sus obispos y sacerdotes. Esto debería ocurrir aún cuando la FSSPX siga rechazando los principales documentos conciliares, teniendo que ser incorporados a la Iglesia con el uso de hábiles tácticas canónicas. Pero antes de que el Papa lo haga, debería ser debidamente advertido por los obispos sobre su importancia, por los siguientes motivos:
   1. El Papa incluiría en la Iglesia obispos y sacerdotes que están inválidamente ordenados. De acuerdo con la Constitución Apostólica del Papa Pablo VI "Pontificalis Romani recognitio", del 18 de julio de 1968, la ordenación de obispos y sacerdotes por el Arzobispo Lefebvre no sólo es ilegal sino también inválida. Esta opinión es compartida entre otros por un miembro relevante de la "Comisión Doctrinal", Karl Josef Becker, SJ, hoy cardenal **.
    2. Con esta decisión escandalosa, el Papa Benedicto, ya en un aislamiento general lamentable, se apartaría más del pueblo de Dios. La doctrina clásica sobre el cisma debería ser una advertencia para él. De acuerdo con ello, un cisma de la Iglesia ocurre cuando hay una separación del Papa, pero también cuando éste se separa del cuerpo de la Iglesia. "Incluso el Papa podría convertirse en un cismático, si no guarda la unidad y la comunión propia de todo el cuerpo de la Iglesia". (Francisco Suárez, teólogo importante en español de los siglos 16th/17th).
    3. Un Papa cismático pierde su posición de acuerdo con lo que enseña la misma constitución de la Iglesia. Al menos, no puede esperar obediencia. El Papa Benedicto XVI afronta hoy movimientos populares ya muy extendida de "desobediencia" contra una jerarquía que es desobediente al Evangelio. Él es el único responsable de la ruptura grave y el conflicto creado en el interior de la Iglesia. En lugar de conciliar con la ultraconservadora Fraternidad San Pío X, anti-democrática y anti-semita, el Papa debería preocuparse por la mayoría de los reformistas católicos y reconciliarse con las iglesias de la Reforma y todo el movimiento ecuménico. Así, uniría y no dividiría..
* Rorate: la conferencia católica en Alemania se realiza, generalmente, cada dos años. Este año 2012 el Katholikentag se hizo en Mannheim un fin de semana. (Fuente: Südwest Presse, en alemán, Distrito alemán de la FSSPX).
** Esto, obviamente, no tiene sentido y el cardenal Becker nunca hubiera dicho tal cosa.
Fuente:

Pequeños pasos hacia la desmitificación del Vaticano II


La Nostra Aetate no es vinculante, dice el Card. Bradmüller
Por ANDREA TORNIELLI

  "El Concilio Ecuménico Vaticano II no puede considerarse como aislado, sino que debe leerse en su contexto histórico. Usted no puede interpretarlo aparte de lo que lo ha precedido...". El Cardenal Walter Brandmüller, historiador de la iglesia, así comenzó la Conferencia de prensa de presentación del libro "Las Claves" del Papa Benedicto XVI en el Vaticano II, un folleto escrito junto con el arzobispo Agostino Marchetto y el teólogo don Nicola Bux, que pretende presentar el evento religioso más importante del siglo XX segun la "hermenéutica de la continuidad de la reforma» propuesto por el Papa Ratzinger.
   
    La presentación tuvo lugar ayer en la Radio del Vaticano y fue moderada por el padre Federico Lombardi, Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede. "Si un teólogo, para interpretar el Concilio Vaticano II, se limita sólo a los documentos, sin tener en cuenta el contexto histórico, podría no hacerlo correctamente", agrega Brandmüller, ya que son textos destinados para la Iglesia y el mundo en el momento de su formulación. Según el Cardenal alemán, ex Presidente de la Comisión Pontificia de las Ciencias Históricas, el enfoque histórico teológico permite preservar al Vaticano II de una ideologización.
   
    Brandmüller respondió a una pregunta sobre el diálogo de la Santa Sede con la Fraternidad San Pío X: "justamente la lectura del Concilio está en la base de la fractura con los lefebvrianos". Y explicó que se debe "tener en cuenta el carácter canónico diferente de los documentos conciliares". "Hay una gran diferencia -el cardenal continuó- entre las constituciones conciliares y declaraciones, como 'Dignitatis Humanae' sobre la libertad religiosa, que no tienen un contenido doctrinal vinculante. Debe tomarse en serio, como una expresión del magisterio vivo, pero sin obligar a toda la Iglesia a aceptar el texto con el que se expresan ". Brandmüller también admitió que algunos textos conciliares fueron superados por su demasiado optimismo.
   
    El Arzobispo Marchetto, diplomático, ex Secretario del Consejo Pontificio para los Inmigrantes de la Santa Sede, pero también historiador de la Iglesia y estudioso del Concilio, destacó la continuidad del Concilio Vaticano II con los Concilios que le precedieron, explicando que las "claves de lectura que Benedicto XVI propone en el libro son de hermenéutica correcta y de fe". El arzobispo dijo que los documentos del Concilio Vaticano II "han sido descontextualizados respecto a la Tradición, destacando la renovación y olvidando los elementos de continuidad. Así se transformó el Concilio en un super-dogma,  como ha dicho el entonces Cardenal Ratzinger a un grupo de obispos".
   
Marchetto hizo ver que muchas lecturas del Vaticano II han pasado por alto la cuestión del consenso, fruto del contraste y la comunión entre los padres. Fue particularmente importante el papel desempeñado, en este sentido, por el Papa Pablo VI, quien intervino varias veces para asegurarse de que los documentos conciliares se aprobaran casi por unanimidad. «El consenso y el compromiso como un punto de equilibrio y síntesis, sobre cuestiones relacionadas con la doctrina preliminar, era importante. Y las nuevas adquisiciones -destacó- no son inmutables en sí».

El Arzobispo, respondiendo a una pregunta acerca de las lefebvristas y sus críticas a algunos documentos conciliares, reafirmó el valor de los textos del Vaticano II y añadió: "aquellos que se oponen a las posiciones expresadas por el Concilio, aún permanecen dentro de la iglesia. El diálogo con el lefebvrismo debe tener en cuenta lo que hoy es la realidad de la iglesia". Una referencia al disgusto de los progresistas. Marchetto sin embargo ha reiterado que la Fraternidad San Pío X, para estar en plena comunión con Roma, debe aceptar el Concilio en su totalidad, aunque esto no significa que no se puedan discutir fórmulas individuales de documentos individuales.

Fuente:

Pequeños pasos hacia la desmitificación del Vaticano II


La Nostra Aetate no es vinculante, dice el Card. Bradmüller
Por ANDREA TORNIELLI

  "El Concilio Ecuménico Vaticano II no puede considerarse como aislado, sino que debe leerse en su contexto histórico. Usted no puede interpretarlo aparte de lo que lo ha precedido...". El Cardenal Walter Brandmüller, historiador de la iglesia, así comenzó la Conferencia de prensa de presentación del libro "Las Claves" del Papa Benedicto XVI en el Vaticano II, un folleto escrito junto con el arzobispo Agostino Marchetto y el teólogo don Nicola Bux, que pretende presentar el evento religioso más importante del siglo XX segun la "hermenéutica de la continuidad de la reforma» propuesto por el Papa Ratzinger.
   
    La presentación tuvo lugar ayer en la Radio del Vaticano y fue moderada por el padre Federico Lombardi, Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede. "Si un teólogo, para interpretar el Concilio Vaticano II, se limita sólo a los documentos, sin tener en cuenta el contexto histórico, podría no hacerlo correctamente", agrega Brandmüller, ya que son textos destinados para la Iglesia y el mundo en el momento de su formulación. Según el Cardenal alemán, ex Presidente de la Comisión Pontificia de las Ciencias Históricas, el enfoque histórico teológico permite preservar al Vaticano II de una ideologización.
   
    Brandmüller respondió a una pregunta sobre el diálogo de la Santa Sede con la Fraternidad San Pío X: "justamente la lectura del Concilio está en la base de la fractura con los lefebvrianos". Y explicó que se debe "tener en cuenta el carácter canónico diferente de los documentos conciliares". "Hay una gran diferencia -el cardenal continuó- entre las constituciones conciliares y declaraciones, como 'Dignitatis Humanae' sobre la libertad religiosa, que no tienen un contenido doctrinal vinculante. Debe tomarse en serio, como una expresión del magisterio vivo, pero sin obligar a toda la Iglesia a aceptar el texto con el que se expresan ". Brandmüller también admitió que algunos textos conciliares fueron superados por su demasiado optimismo.
   
    El Arzobispo Marchetto, diplomático, ex Secretario del Consejo Pontificio para los Inmigrantes de la Santa Sede, pero también historiador de la Iglesia y estudioso del Concilio, destacó la continuidad del Concilio Vaticano II con los Concilios que le precedieron, explicando que las "claves de lectura que Benedicto XVI propone en el libro son de hermenéutica correcta y de fe". El arzobispo dijo que los documentos del Concilio Vaticano II "han sido descontextualizados respecto a la Tradición, destacando la renovación y olvidando los elementos de continuidad. Así se transformó el Concilio en un super-dogma,  como ha dicho el entonces Cardenal Ratzinger a un grupo de obispos".
   
Marchetto hizo ver que muchas lecturas del Vaticano II han pasado por alto la cuestión del consenso, fruto del contraste y la comunión entre los padres. Fue particularmente importante el papel desempeñado, en este sentido, por el Papa Pablo VI, quien intervino varias veces para asegurarse de que los documentos conciliares se aprobaran casi por unanimidad. «El consenso y el compromiso como un punto de equilibrio y síntesis, sobre cuestiones relacionadas con la doctrina preliminar, era importante. Y las nuevas adquisiciones -destacó- no son inmutables en sí».

El Arzobispo, respondiendo a una pregunta acerca de las lefebvristas y sus críticas a algunos documentos conciliares, reafirmó el valor de los textos del Vaticano II y añadió: "aquellos que se oponen a las posiciones expresadas por el Concilio, aún permanecen dentro de la iglesia. El diálogo con el lefebvrismo debe tener en cuenta lo que hoy es la realidad de la iglesia". Una referencia al disgusto de los progresistas. Marchetto sin embargo ha reiterado que la Fraternidad San Pío X, para estar en plena comunión con Roma, debe aceptar el Concilio en su totalidad, aunque esto no significa que no se puedan discutir fórmulas individuales de documentos individuales.

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