lunes, 30 de mayo de 2011

De insolentia judaeorum



A la revista (des) católica Criterio le preocupaba (junio de 2008) el conversionismo de la plegaria por los judíos reformada por Benedicto XVI para el Misal de 1962. Nos dice el artículo, citando al Cardenal Kasper, que los judíos necesitan tener la certeza de que la Iglesia no tiene un programa concreto de misión entre ellos. Que la plegaria del misal tiene un sentido absolutamente escatológico: los judíos se convertirán al fin de los tiempos. Lo que importa, ahora, es que quede desprovista de todo programa misionero.

L´Osservatore Romano, publicaba el 10 de noviembre de 2010 un artículo del dirigente judío, Renzo Gattegna, en el que reclamaba a la Iglesia una declaración abierta de renuncia a cualquier manifestación de intenciones de convertir a los judíos, acompañada de la eliminación de estos deseos en la liturgia del Viernes Santo.

Don Esteban Carusi, se lamentaba, en febrero de este año, del artículo publicado por L´Osservatore Romano, al considerar que la renuncia a la conversión de los hebreos es contraria al Magisterio constante de la Iglesia, singularmente a la encíclica Redemptoris Missio, a la declaración Dominus Iesus, y a innumerables condenas precedentes, así como opuesta a la Divina Revelación, y en abierta contradicción con la palabra de Cristo.

Hasta hace sólo unas décadas, la Iglesia no había dudado acerca de la universalidad del mandato misionero de Cristo, destinado a todos los hombres. No había dejado de rezar por la conversión de todos los hombres. Y no había vacilado en orientar su acción misionera hacia todos los hombres. ¿Por qué habría de excluir a los judíos de sus oraciones y de su apostolado? Hoy, al parecer, ya no se tiene la misma certeza. Nos gustaría que nuestros vecinos apologéticos vaticanosegundistas se animasen a dar alguna explicación.

De insolentia judaeorum



A la revista (des) católica Criterio le preocupaba (junio de 2008) el conversionismo de la plegaria por los judíos reformada por Benedicto XVI para el Misal de 1962. Nos dice el artículo, citando al Cardenal Kasper, que los judíos necesitan tener la certeza de que la Iglesia no tiene un programa concreto de misión entre ellos. Que la plegaria del misal tiene un sentido absolutamente escatológico: los judíos se convertirán al fin de los tiempos. Lo que importa, ahora, es que quede desprovista de todo programa misionero.

L´Osservatore Romano, publicaba el 10 de noviembre de 2010 un artículo del dirigente judío, Renzo Gattegna, en el que reclamaba a la Iglesia una declaración abierta de renuncia a cualquier manifestación de intenciones de convertir a los judíos, acompañada de la eliminación de estos deseos en la liturgia del Viernes Santo.

Don Esteban Carusi, se lamentaba, en febrero de este año, del artículo publicado por L´Osservatore Romano, al considerar que la renuncia a la conversión de los hebreos es contraria al Magisterio constante de la Iglesia, singularmente a la encíclica Redemptoris Missio, a la declaración Dominus Iesus, y a innumerables condenas precedentes, así como opuesta a la Divina Revelación, y en abierta contradicción con la palabra de Cristo.

Hasta hace sólo unas décadas, la Iglesia no había dudado acerca de la universalidad del mandato misionero de Cristo, destinado a todos los hombres. No había dejado de rezar por la conversión de todos los hombres. Y no había vacilado en orientar su acción misionera hacia todos los hombres. ¿Por qué habría de excluir a los judíos de sus oraciones y de su apostolado? Hoy, al parecer, ya no se tiene la misma certeza. Nos gustaría que nuestros vecinos apologéticos vaticanosegundistas se animasen a dar alguna explicación.

jueves, 26 de mayo de 2011

Vatican Blog Meeting: La venganza de los “Nerds”



Con un poco de atraso, publicamos la siguiente reseña que hiciera nuestro enviado José Nerdo de la reunión de blogueros que tuvo lugar en el Vaticano el pasado 2 de mayo de 2011, organizado por el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales.



Llegué a Roma el domingo 1º por la mañana. Ya en el avión veía las caras, los gestos y actitudes intentando descifrar si alguno de mis compañeros de travesía era uno de los afamados bloggers invitados por el Vaticano a la reunión. Difícil decir, el tráfico aéreo hacia y desde Roma es uno de los más nutridos del mundo. Además, laptops, smart-phones y tabletas ya no son privativas de nosotros los fanáticos de la computación, hombres de negocios, jóvenes viajeros, seminaristas y estudiantes, o simples peregrinos… todos parecen tener su Blackberry, su notebook o su iPhone. Ya pocos “geeks” conservan la imagen de que gozábamos, con orgullo, en los ’80 y ’90, y que popularizó el célebre Bill Gates. En fin, deduje al menos 10 candidatos de entre los que podía ver desde mi asiento.

Aterrizamos en el aeropuerto “Leonardo da Vinci” de Fiumicino, a unos 30 kilómetros de Roma, a las 11 de la mañana. Desde la terminal 5, tomé un taxi que, en un rato y por sólo 40 euros, me dejó en el centro de la Ciudad Eterna. Por supuesto que iba dejando asentado en mi Twitter, cada uno de estos movimientos, mientras chateaba gracias a mi Blackberry con Juanma, amigo virtual al que por fin conocería. Unos días antes me había descargado del Apple Store una serie de canzonettas y óperas de Rosini, Verdi y otros clásicos que ahora escuchaba con mi iPhone, ambientando el paseo.

Trataba de no respirar el smog romano y di por fin con un McDonald’s donde pude almorzar a gusto, mientras abría la laptop para dejar un post en uno de mis blogs. Aprovechando que al menos el wi-fi de la cadena de hamburguesas era respetable en su velocidad, visité un par de museos virtuales en Internet. ¡Qué lindo el Vaticano pensé! ¡Qué alegría estar aquí! ¡Qué privilegio! Dos o tres horas después, con una buena idea de lo que quería visitar, tomé otro taxi que me llevó por los alrededores del Coliseo, Plaza de España, la Fontana di Trevi, etc. Siempre con mi Blackberry, o mi iPhone alternativamente, iba sacando fotos que dejaba en Twitter y en Facebook, para que todos mis amigos (¡tengo unos 1300!) pudiesen envidiarme (sanamente, se entiende, ¡je!).

Le pedí que me dejara en Via Della Conciliazone a pasos de la Plaza de San Pedro. Por suerte, gracias a Wikidictionary podía ir traduciendo lo que quería decir al taxista. Pero tengo que reconocer que fue una desilusión. El Vaticano no se parecía en nada a lo que había visto por Internet, las fotos de Flickr, la web vatican.va, los portales católicos… Pensé para mis adentros: “¡qué bien le vendría el PhotoShop! Para limpiar las imperfecciones, las manchas de humedad, el guano de paloma, los papeles y envoltorios dejados por los turistas…” Me vino un poco de vértigo, que se fue empeorando al ver la cola que debía hacer para ingresar a la basílica papal. ¿Quién quiere entrar cuando se puede ver todo por Internet? Sólo hay que saber buscar, ¿no?

Pero tenía que ir a misa. La Iglesia, que es lenta en sus decisiones (como todos sabemos), aún no aceptó que se pueda cumplir el precepto dominical por Internet. Ya vendrá, tiempo al tiempo. Pero, mientras tanto, nos fuimos a una misa que, siendo que estaba llena de turistas, podía ser lo suficientemente rápida como para permitirme ir a algún lugar donde pudiese reconectar mi laptop y moderar los comentarios de los blogs (y, de paso, aprovechar a colocar algunos “Me gusta” en Facebook), antes de ir a mi hotel a registrarme, comer algo y dormir. Cambié todas las alarmas a modo de vibración, me senté y me dispuse a participar de la Cena del Señor. Ah, otra desilusión: era en francés y ni siquiera había guitarras o música de Taizé para amenizar la celebración. ¡Con lo fácil que es hoy bajarse esto de Internet! No entendí nada, ¿cuándo tendremos traductores simultáneos a la manera de los museos?

De allí salí corriendo, no fue tan corta como imaginé. Encontré un Kentucky Fried Chicken, donde, mientras comía unas alas de pollo fritas con Ketchup, pude reconectarme con mis amigos de Facebook, Twitter, el blog, los foros, etc. ¡Qué alegría! Todos  me preguntaban por mi viaje. Aproveché a mandarles fotos y hasta las recomendé un par de webs para que viesen lo mismo que yo.

Luego de tres horas en KFC, actualizando mi blog, comentando en los foros, visitando los perfiles de mis amigos de FB y leyendo algunos “twitts”, me fui para el hotel. Otra desilusión (¡dos en un mismo día! No da ganas de salir de mi apartamento). No se parecía en nada a lo que vi en su web. Pero, en esta ocasión, les hice saber de mi descontento y los “amenacé” con iniciar una campaña virtual (“para algo tengo más de 500 contactos en LinkedIn”, pensé). Pero no fue necesario, me regalaron entradas para ir al cine a ver “Río”, lo último de Disney. ¡Qué gente tan amable!

También me bonificaron los 5 euros diarios que debía pagar para tener acceso a Internet en mi habitación. Lo que me sirvió más aún. Que nervios tenía, ¡mañana estaría en el Vaticano! No pudo ser una noche demasiado productiva. No conseguí que me trajeran un café Latte de Starbucks a la habitación y el espresso que me ofrecían no me gustó. Una pocillo de cerámica que vaya saber Dios si lo habían esterilizado apropiadamente.

Al día siguiente, me calcé la mejor de mis camisetas de la Guerra de las Galaxias, una camisa encima, y partí, nuevamente en taxi, hacia vía “Della Conciliazione”, nº 5, donde tendría lugar la jornada luego del almuerzo. Llegué bastante rápido y allí estaban los “colegas”, conversando o haciendo cola frente a una mesa donde se hacía la registración. También había otros que, sin contar con invitación, estaban rondando por allí: acompañando a algún amigo o quizá pensando que podrían ingresar a último momento.

Me encontré con un par de bloggers a los que reconocí por sus fotografías en Facebook (a otros, la verdad que no, puesto que parece que abusan del PhotoShop). Con un grupo de cinco, nos fuimos a recorrer un poco los museos vaticanos. Hablamos de los beneficios de Blogger versus Wordpress, discusión que nos vio enfrentados 2 y 2, mientras uno se reía por no tener ese problema, puesto que su blog estaba albergado en un portal católico. Así que de ahí pasamos a discutir formas de financiar el blog, o si eso no era lícito. En fin, estuvimos toda la mañana debatiendo, comparando Android con Blackberry, iPad con Kindle, Apple con Windows/PC, rock metálico cristiano con la Hermana Glenda, misa en latín con misa rock, Guerra de las Galaxias con Crónicas de Narnia, Bush con Reagan, etc. Cuando quisimos acordar habíamos dado la vuelta por todo el Vaticano, ya era tarde y fuimos a comprar un Burger King, mientras volvíamos al lugar del encuentro.

Nos fuimos sentando. Todos nosotros respirábamos orgullo. ¡Qué honor estar entre los 150 invitados! 750 solicitudes se habían recibido, por lo que sólo uno de cada cinco fue aprobado. Era ésta, sabíamos, la aceptación formal, por parte de la Iglesia, del blog como un medio de comunicación de la palabra de Dios. Nos sentíamos, por ello, muy importantes. Éramos la vanguardia, los “rohirrim” de la Nueva Evangelización (el que no entiende que lo busque en Wikipedia J).

El Padre Antonio Coltello SJ, del blog Teologiacyber, había explicado que uno de los fines de esta reunión era una mayor colaboración entre los bloggers, dado que la gran mayoría no se conocían entre sí. A lo sumo eran amigos virtuales.

Las palabras de apertura estuvieron a cargo del arzobispo Claudio María Violino, jefe de la Oficina de Comunicaciones Sociales de la Santa Sede. Dijo éste que el Vaticano no buscaba con este encuentro “controlar” la blogósfera, poner normas o marcar guías , sino dialogar, escuchar preocupaciones y ver qué es lo que sale de el mismo. Elizabeth Ascensore, también conocida por su blog The Hermit, dijo que los participantes venían con la idea de que “Roma es muy seria acerca de construir una relación cohesiva y cooperativa con los difusores de las medios sociales católicos”.

Rocco Olivo, cuyo Hints in the Columnata es una institución, dijo a los invitados que representaban a “muchos de los mejores comunicadores sociales” que trabajaban para la Iglesia gratis. La reunión, agregó, es un reconocimiento de “nuestra contribución a la vida de la Iglesia”.

Los representantes vaticanos no podían estar más de acuerdo. El arzobispo Violino alabó “el rol concreto, importante y único de vuestra presencia en el mundo de la comunicación”, mientras que el vocero Padre Federico Veneti dijo que los blogueros católicos son “la opinión pública de la Iglesia”. ¡Aplausos!

De acuerdo con el bloguero brasileño Wagner Alentejo, la reunión se resumía en tres puntos: 1) para que los blogueros reflexionen acerca de su papel al servicio de la comunidad más que de ellos mismos, 2) para que el Vaticano escuche las ideas y experiencias de auqellos que trabajan en los “nuevos medios”, y 3) para comunicar la nueva estrategia de la Santa Sede para Internet. Respecto a esto último, se hizo el anuncio de una nueva web 2.0 del sitio de noticias del Papa, news.va, que pronto será lanzado oficialmente.

Entre los reunidos, se hizo el meaculpa de que la blogósfera católica tiende a ser sectaria y obsesiva consigo misma. The Hermit señaló que “la claridad católica, por supuesto, no puede ser diseminada sin una medida de caridad, y la caridad puede ser algunas veces el mayor desafío que enfrentamos en los nuevos medios”. La libertad de estos medios, agregó, “es al mismo tiempo un don y una terrible tentación para nuestros egos, una fuerza de desorientación y, por lo tanto, un verdadero campo de batalla para nuestras almas”.
El vocero Federico Veneti SJ, además de asentir a lo expresado por la Sra. Ascensore, añadió que el ego “es un elemento significativo a la vez que problemático en la vida de los blogueros”. Y sugirió que, como forma de contrarrestarlo, debíamos usar la noción de servicio. Y se puso como ejemplo: “trato de vivir mi vida de comunicador alrededor de esta palabra ‘servicio’. Soy enemigo del ego. En la comunicación, la dimensión de servicio para mi interlocutor es la clave: servicio para un crecimiento de la comunidad humana en democracia, respeto y diálogo”. 
El católico británico Dylan Wardoff, también conocido como A Reluctant Criminal, registró en su blog palabras del P. Veneti señalando que es un ávido lector de blogs católicos luego de la misa diaria de 7.30 de la mañana, para estar informado de los asuntos que pueden aparecer ese día.

Casi a las ocho terminaba. Con algunos fuimos a comer una pasta italiana, al menos para colgar la foto en Facebook. La acompañé con un poco de Ketchup y una Pepsi grande. Seguimos conversando sobre lo importante que somos ahora los blogueros. Y decidimos organizar un encuentro latinoamericano a la brevedad. Ya os contaremos.

De ahí, al hotel. Comunicarme con mis amigos, ¡son tantos! Ver sus nuevas fotos, colgar las mías. Un par de twitts y a dormir.

Regresé a la mañana siguiente, puesto que del aeropuerto me iba al trabajo. Lindos días he pasado. Quería compartirlos con vosotros. ¡Qué Dios los bendiga!

J. Nerdo

Vatican Blog Meeting: La venganza de los “Nerds”



Con un poco de atraso, publicamos la siguiente reseña que hiciera nuestro enviado José Nerdo de la reunión de blogueros que tuvo lugar en el Vaticano el pasado 2 de mayo de 2011, organizado por el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales.



Llegué a Roma el domingo 1º por la mañana. Ya en el avión veía las caras, los gestos y actitudes intentando descifrar si alguno de mis compañeros de travesía era uno de los afamados bloggers invitados por el Vaticano a la reunión. Difícil decir, el tráfico aéreo hacia y desde Roma es uno de los más nutridos del mundo. Además, laptops, smart-phones y tabletas ya no son privativas de nosotros los fanáticos de la computación, hombres de negocios, jóvenes viajeros, seminaristas y estudiantes, o simples peregrinos… todos parecen tener su Blackberry, su notebook o su iPhone. Ya pocos “geeks” conservan la imagen de que gozábamos, con orgullo, en los ’80 y ’90, y que popularizó el célebre Bill Gates. En fin, deduje al menos 10 candidatos de entre los que podía ver desde mi asiento.

Aterrizamos en el aeropuerto “Leonardo da Vinci” de Fiumicino, a unos 30 kilómetros de Roma, a las 11 de la mañana. Desde la terminal 5, tomé un taxi que, en un rato y por sólo 40 euros, me dejó en el centro de la Ciudad Eterna. Por supuesto que iba dejando asentado en mi Twitter, cada uno de estos movimientos, mientras chateaba gracias a mi Blackberry con Juanma, amigo virtual al que por fin conocería. Unos días antes me había descargado del Apple Store una serie de canzonettas y óperas de Rosini, Verdi y otros clásicos que ahora escuchaba con mi iPhone, ambientando el paseo.

Trataba de no respirar el smog romano y di por fin con un McDonald’s donde pude almorzar a gusto, mientras abría la laptop para dejar un post en uno de mis blogs. Aprovechando que al menos el wi-fi de la cadena de hamburguesas era respetable en su velocidad, visité un par de museos virtuales en Internet. ¡Qué lindo el Vaticano pensé! ¡Qué alegría estar aquí! ¡Qué privilegio! Dos o tres horas después, con una buena idea de lo que quería visitar, tomé otro taxi que me llevó por los alrededores del Coliseo, Plaza de España, la Fontana di Trevi, etc. Siempre con mi Blackberry, o mi iPhone alternativamente, iba sacando fotos que dejaba en Twitter y en Facebook, para que todos mis amigos (¡tengo unos 1300!) pudiesen envidiarme (sanamente, se entiende, ¡je!).

Le pedí que me dejara en Via Della Conciliazone a pasos de la Plaza de San Pedro. Por suerte, gracias a Wikidictionary podía ir traduciendo lo que quería decir al taxista. Pero tengo que reconocer que fue una desilusión. El Vaticano no se parecía en nada a lo que había visto por Internet, las fotos de Flickr, la web vatican.va, los portales católicos… Pensé para mis adentros: “¡qué bien le vendría el PhotoShop! Para limpiar las imperfecciones, las manchas de humedad, el guano de paloma, los papeles y envoltorios dejados por los turistas…” Me vino un poco de vértigo, que se fue empeorando al ver la cola que debía hacer para ingresar a la basílica papal. ¿Quién quiere entrar cuando se puede ver todo por Internet? Sólo hay que saber buscar, ¿no?

Pero tenía que ir a misa. La Iglesia, que es lenta en sus decisiones (como todos sabemos), aún no aceptó que se pueda cumplir el precepto dominical por Internet. Ya vendrá, tiempo al tiempo. Pero, mientras tanto, nos fuimos a una misa que, siendo que estaba llena de turistas, podía ser lo suficientemente rápida como para permitirme ir a algún lugar donde pudiese reconectar mi laptop y moderar los comentarios de los blogs (y, de paso, aprovechar a colocar algunos “Me gusta” en Facebook), antes de ir a mi hotel a registrarme, comer algo y dormir. Cambié todas las alarmas a modo de vibración, me senté y me dispuse a participar de la Cena del Señor. Ah, otra desilusión: era en francés y ni siquiera había guitarras o música de Taizé para amenizar la celebración. ¡Con lo fácil que es hoy bajarse esto de Internet! No entendí nada, ¿cuándo tendremos traductores simultáneos a la manera de los museos?

De allí salí corriendo, no fue tan corta como imaginé. Encontré un Kentucky Fried Chicken, donde, mientras comía unas alas de pollo fritas con Ketchup, pude reconectarme con mis amigos de Facebook, Twitter, el blog, los foros, etc. ¡Qué alegría! Todos  me preguntaban por mi viaje. Aproveché a mandarles fotos y hasta las recomendé un par de webs para que viesen lo mismo que yo.

Luego de tres horas en KFC, actualizando mi blog, comentando en los foros, visitando los perfiles de mis amigos de FB y leyendo algunos “twitts”, me fui para el hotel. Otra desilusión (¡dos en un mismo día! No da ganas de salir de mi apartamento). No se parecía en nada a lo que vi en su web. Pero, en esta ocasión, les hice saber de mi descontento y los “amenacé” con iniciar una campaña virtual (“para algo tengo más de 500 contactos en LinkedIn”, pensé). Pero no fue necesario, me regalaron entradas para ir al cine a ver “Río”, lo último de Disney. ¡Qué gente tan amable!

También me bonificaron los 5 euros diarios que debía pagar para tener acceso a Internet en mi habitación. Lo que me sirvió más aún. Que nervios tenía, ¡mañana estaría en el Vaticano! No pudo ser una noche demasiado productiva. No conseguí que me trajeran un café Latte de Starbucks a la habitación y el espresso que me ofrecían no me gustó. Una pocillo de cerámica que vaya saber Dios si lo habían esterilizado apropiadamente.

Al día siguiente, me calcé la mejor de mis camisetas de la Guerra de las Galaxias, una camisa encima, y partí, nuevamente en taxi, hacia vía “Della Conciliazione”, nº 5, donde tendría lugar la jornada luego del almuerzo. Llegué bastante rápido y allí estaban los “colegas”, conversando o haciendo cola frente a una mesa donde se hacía la registración. También había otros que, sin contar con invitación, estaban rondando por allí: acompañando a algún amigo o quizá pensando que podrían ingresar a último momento.

Me encontré con un par de bloggers a los que reconocí por sus fotografías en Facebook (a otros, la verdad que no, puesto que parece que abusan del PhotoShop). Con un grupo de cinco, nos fuimos a recorrer un poco los museos vaticanos. Hablamos de los beneficios de Blogger versus Wordpress, discusión que nos vio enfrentados 2 y 2, mientras uno se reía por no tener ese problema, puesto que su blog estaba albergado en un portal católico. Así que de ahí pasamos a discutir formas de financiar el blog, o si eso no era lícito. En fin, estuvimos toda la mañana debatiendo, comparando Android con Blackberry, iPad con Kindle, Apple con Windows/PC, rock metálico cristiano con la Hermana Glenda, misa en latín con misa rock, Guerra de las Galaxias con Crónicas de Narnia, Bush con Reagan, etc. Cuando quisimos acordar habíamos dado la vuelta por todo el Vaticano, ya era tarde y fuimos a comprar un Burger King, mientras volvíamos al lugar del encuentro.

Nos fuimos sentando. Todos nosotros respirábamos orgullo. ¡Qué honor estar entre los 150 invitados! 750 solicitudes se habían recibido, por lo que sólo uno de cada cinco fue aprobado. Era ésta, sabíamos, la aceptación formal, por parte de la Iglesia, del blog como un medio de comunicación de la palabra de Dios. Nos sentíamos, por ello, muy importantes. Éramos la vanguardia, los “rohirrim” de la Nueva Evangelización (el que no entiende que lo busque en Wikipedia J).

El Padre Antonio Coltello SJ, del blog Teologiacyber, había explicado que uno de los fines de esta reunión era una mayor colaboración entre los bloggers, dado que la gran mayoría no se conocían entre sí. A lo sumo eran amigos virtuales.

Las palabras de apertura estuvieron a cargo del arzobispo Claudio María Violino, jefe de la Oficina de Comunicaciones Sociales de la Santa Sede. Dijo éste que el Vaticano no buscaba con este encuentro “controlar” la blogósfera, poner normas o marcar guías , sino dialogar, escuchar preocupaciones y ver qué es lo que sale de el mismo. Elizabeth Ascensore, también conocida por su blog The Hermit, dijo que los participantes venían con la idea de que “Roma es muy seria acerca de construir una relación cohesiva y cooperativa con los difusores de las medios sociales católicos”.

Rocco Olivo, cuyo Hints in the Columnata es una institución, dijo a los invitados que representaban a “muchos de los mejores comunicadores sociales” que trabajaban para la Iglesia gratis. La reunión, agregó, es un reconocimiento de “nuestra contribución a la vida de la Iglesia”.

Los representantes vaticanos no podían estar más de acuerdo. El arzobispo Violino alabó “el rol concreto, importante y único de vuestra presencia en el mundo de la comunicación”, mientras que el vocero Padre Federico Veneti dijo que los blogueros católicos son “la opinión pública de la Iglesia”. ¡Aplausos!

De acuerdo con el bloguero brasileño Wagner Alentejo, la reunión se resumía en tres puntos: 1) para que los blogueros reflexionen acerca de su papel al servicio de la comunidad más que de ellos mismos, 2) para que el Vaticano escuche las ideas y experiencias de auqellos que trabajan en los “nuevos medios”, y 3) para comunicar la nueva estrategia de la Santa Sede para Internet. Respecto a esto último, se hizo el anuncio de una nueva web 2.0 del sitio de noticias del Papa, news.va, que pronto será lanzado oficialmente.

Entre los reunidos, se hizo el meaculpa de que la blogósfera católica tiende a ser sectaria y obsesiva consigo misma. The Hermit señaló que “la claridad católica, por supuesto, no puede ser diseminada sin una medida de caridad, y la caridad puede ser algunas veces el mayor desafío que enfrentamos en los nuevos medios”. La libertad de estos medios, agregó, “es al mismo tiempo un don y una terrible tentación para nuestros egos, una fuerza de desorientación y, por lo tanto, un verdadero campo de batalla para nuestras almas”.
El vocero Federico Veneti SJ, además de asentir a lo expresado por la Sra. Ascensore, añadió que el ego “es un elemento significativo a la vez que problemático en la vida de los blogueros”. Y sugirió que, como forma de contrarrestarlo, debíamos usar la noción de servicio. Y se puso como ejemplo: “trato de vivir mi vida de comunicador alrededor de esta palabra ‘servicio’. Soy enemigo del ego. En la comunicación, la dimensión de servicio para mi interlocutor es la clave: servicio para un crecimiento de la comunidad humana en democracia, respeto y diálogo”. 
El católico británico Dylan Wardoff, también conocido como A Reluctant Criminal, registró en su blog palabras del P. Veneti señalando que es un ávido lector de blogs católicos luego de la misa diaria de 7.30 de la mañana, para estar informado de los asuntos que pueden aparecer ese día.

Casi a las ocho terminaba. Con algunos fuimos a comer una pasta italiana, al menos para colgar la foto en Facebook. La acompañé con un poco de Ketchup y una Pepsi grande. Seguimos conversando sobre lo importante que somos ahora los blogueros. Y decidimos organizar un encuentro latinoamericano a la brevedad. Ya os contaremos.

De ahí, al hotel. Comunicarme con mis amigos, ¡son tantos! Ver sus nuevas fotos, colgar las mías. Un par de twitts y a dormir.

Regresé a la mañana siguiente, puesto que del aeropuerto me iba al trabajo. Lindos días he pasado. Quería compartirlos con vosotros. ¡Qué Dios los bendiga!

J. Nerdo

Messori se pregunta: ¿un rito?

Vittorio Messori es un renombrado periodista y escritor italiano. Con el fin de la era juanpablista, se ha eclipsado su puesto de entrevistador pontificio. Neocon [¿de tomo y lomo?], en el texto que traducimos a continuación, se hace una pregunta que muchos compartimos:


"Estoy contento [con la instrucción Universae Ecclesiae], ciertamente. Aunque también aquí habría algo que decir. La primera: de la nueva instrucción, que he leído atentamente, surge que el antiguo rito preconciliar y el nuevo surgido de la reforma postconciliar deben ser considerados con igual dignidad y puestos en el mismo plano. Pero si el rito antiguo era bello y bueno, como ahora se reconoce, ¿por qué ha sido sustituido? ¿Por qué, mejor dicho, ha sido trastornado? Si sólo se quería cambiar la lengua, ¿por qué no ha sido traducido del latín con algunos retoques, aquí y allí, como ha ocurrido otras veces en la historia de la Iglesia? Por otro lado, pienso que esta comprensión del Papa Ratzinger, esta mano tendida, este intento de reconciliación no disuadirá a los herederos de Lefebvre. De hecho, estoy convencido que el verdadero problema no es para ellos la liturgia, la Misa en latín. Hay dos perspectivas diversas de la Iglesia, dos lecturas diversas del Evangelio."

Messori se pregunta: ¿un rito?

Vittorio Messori es un renombrado periodista y escritor italiano. Con el fin de la era juanpablista, se ha eclipsado su puesto de entrevistador pontificio. Neocon [¿de tomo y lomo?], en el texto que traducimos a continuación, se hace una pregunta que muchos compartimos:


"Estoy contento [con la instrucción Universae Ecclesiae], ciertamente. Aunque también aquí habría algo que decir. La primera: de la nueva instrucción, que he leído atentamente, surge que el antiguo rito preconciliar y el nuevo surgido de la reforma postconciliar deben ser considerados con igual dignidad y puestos en el mismo plano. Pero si el rito antiguo era bello y bueno, como ahora se reconoce, ¿por qué ha sido sustituido? ¿Por qué, mejor dicho, ha sido trastornado? Si sólo se quería cambiar la lengua, ¿por qué no ha sido traducido del latín con algunos retoques, aquí y allí, como ha ocurrido otras veces en la historia de la Iglesia? Por otro lado, pienso que esta comprensión del Papa Ratzinger, esta mano tendida, este intento de reconciliación no disuadirá a los herederos de Lefebvre. De hecho, estoy convencido que el verdadero problema no es para ellos la liturgia, la Misa en latín. Hay dos perspectivas diversas de la Iglesia, dos lecturas diversas del Evangelio."

martes, 24 de mayo de 2011

LAICOS-DIRECTORES-ESPIRITUALES



No es nuestra intención emitir un juicio global acerca del Sodalicio de Vida Cristiana, Sociedad de Vida Apostólica fundada por el laico consagrado peruano Luis Fernando Figari en 1971, y aprobada por Juan Pablo II en julio de 1997. En los últimos años, la institución se ha visto afectada por el caso de Daniel Bernardo Beltrán Murgia, acusado de violar a un menor de 12 años e inmediatamente expulsado del grupo, y el de su cofundador, Germán Doig Klinge, fallecido en 2001, a quien le iniciaron una causa de beatificación, desechada a poco de conocerse los casos de abuso sexual en los que estuvo implicado.

En este vídeo (minuto 8:54) tenemos el testimonio de un ex miembro del Sodalicio, en el que detalla una curiosa sesión de “dirección espiritual”: un laico-director le ordenó quitarse la ropa, le tocó el cuerpo con un puntero y le aconsejó practicar yoga para liberar tensiones… Por la información que tenemos, la “dirección espiritual” a cargo de laicos sería uno de los rasgos de la fisonomía institucional del Sodalicio. Una práctica inquietante, para quienes nos dejamos guiar por el siempre seguro Royo Marín:

“¿Se requiere necesariamente que el director espiritual sea sacerdote? Aunque no se puede establecer una ley absoluta y universal, ordinariamente hay que decir que sí.Es convenientísimo que lo sea por las siguientes razones: 1ª. Por la economía general del orden sobrenatural, que ha reservado al sacerdote el papel de maestro. 2.ª Por la íntima conexión —a veces fusión— con el oficio de confesor. 3.ª Por la mejor preparación teórica y práctica para dirigir almas que ordinariamente suele tener el sacerdote. 4.ª Por la gracia de estado sacerdotal. 5.ª Por la práctica de la Iglesia, que prohíbe terminantemente la intromisión en las almas a los no sacerdotes —aunque sean superiores religiosos—, aleccionada por los inconvenientes que fácilmente se originan de ello (cf. CIC cn.530).Sin embargo, por vía de excepción, no habría inconveniente en admitir, en algún caso, la dirección voluntariamente escogida de una persona prudente y experimentada ajena al sacerdocio. Hay algunos hechos históricos no sólo entre los padres del desierto y en los primeros abades benedictinos, que no eran sacerdotes, sino en épocas más recientes, v.gr., los de San Francisco de Asís y San Ignacio de Loyola, antes de 1537; y hasta no faltan casos de dirección espiritual realizada por mujeres, como Santa Catalina de Sena y Santa Teresa de Jesús.”

Inquietante y preocupante, porque abundan hoy en día grupos en los que unos laicos cumplidores de una grilla de prácticas de piedad, con cierto barniz de formación teológica, se creen habilitados por el Espíritu Santo para desempeñar el oficio de directores de almas. Oficio delicadísimo para San Juan de la Cruz: “Y adviértase que para este camino, a lo menos para lo más subido de él y aun para lo mediano, apenas se hallará un guía cabal según todas las partes que ha menester, porque, demás de ser sabio y discreto, es menester que sea experimentado. Porque para guiar el espíritu, aunque el fundamento es el saber y la discreción, si no hay experiencia de lo que es puro y verdadero espíritu, no atinará a encaminar al alma en él, cuando Dios se lo da, ni aun lo entenderá”.

Un oficio que necesita de cualidades técnicas y morales –que bien explican los santos doctores- tan difíciles de hallar hoy en día, como una perla negra en el Ebro.

LAICOS-DIRECTORES-ESPIRITUALES



No es nuestra intención emitir un juicio global acerca del Sodalicio de Vida Cristiana, Sociedad de Vida Apostólica fundada por el laico consagrado peruano Luis Fernando Figari en 1971, y aprobada por Juan Pablo II en julio de 1997. En los últimos años, la institución se ha visto afectada por el caso de Daniel Bernardo Beltrán Murgia, acusado de violar a un menor de 12 años e inmediatamente expulsado del grupo, y el de su cofundador, Germán Doig Klinge, fallecido en 2001, a quien le iniciaron una causa de beatificación, desechada a poco de conocerse los casos de abuso sexual en los que estuvo implicado.

En este vídeo (minuto 8:54) tenemos el testimonio de un ex miembro del Sodalicio, en el que detalla una curiosa sesión de “dirección espiritual”: un laico-director le ordenó quitarse la ropa, le tocó el cuerpo con un puntero y le aconsejó practicar yoga para liberar tensiones… Por la información que tenemos, la “dirección espiritual” a cargo de laicos sería uno de los rasgos de la fisonomía institucional del Sodalicio. Una práctica inquietante, para quienes nos dejamos guiar por el siempre seguro Royo Marín:

“¿Se requiere necesariamente que el director espiritual sea sacerdote? Aunque no se puede establecer una ley absoluta y universal, ordinariamente hay que decir que sí.Es convenientísimo que lo sea por las siguientes razones: 1ª. Por la economía general del orden sobrenatural, que ha reservado al sacerdote el papel de maestro. 2.ª Por la íntima conexión —a veces fusión— con el oficio de confesor. 3.ª Por la mejor preparación teórica y práctica para dirigir almas que ordinariamente suele tener el sacerdote. 4.ª Por la gracia de estado sacerdotal. 5.ª Por la práctica de la Iglesia, que prohíbe terminantemente la intromisión en las almas a los no sacerdotes —aunque sean superiores religiosos—, aleccionada por los inconvenientes que fácilmente se originan de ello (cf. CIC cn.530).Sin embargo, por vía de excepción, no habría inconveniente en admitir, en algún caso, la dirección voluntariamente escogida de una persona prudente y experimentada ajena al sacerdocio. Hay algunos hechos históricos no sólo entre los padres del desierto y en los primeros abades benedictinos, que no eran sacerdotes, sino en épocas más recientes, v.gr., los de San Francisco de Asís y San Ignacio de Loyola, antes de 1537; y hasta no faltan casos de dirección espiritual realizada por mujeres, como Santa Catalina de Sena y Santa Teresa de Jesús.”

Inquietante y preocupante, porque abundan hoy en día grupos en los que unos laicos cumplidores de una grilla de prácticas de piedad, con cierto barniz de formación teológica, se creen habilitados por el Espíritu Santo para desempeñar el oficio de directores de almas. Oficio delicadísimo para San Juan de la Cruz: “Y adviértase que para este camino, a lo menos para lo más subido de él y aun para lo mediano, apenas se hallará un guía cabal según todas las partes que ha menester, porque, demás de ser sabio y discreto, es menester que sea experimentado. Porque para guiar el espíritu, aunque el fundamento es el saber y la discreción, si no hay experiencia de lo que es puro y verdadero espíritu, no atinará a encaminar al alma en él, cuando Dios se lo da, ni aun lo entenderá”.

Un oficio que necesita de cualidades técnicas y morales –que bien explican los santos doctores- tan difíciles de hallar hoy en día, como una perla negra en el Ebro.

domingo, 22 de mayo de 2011

De pluma ajena: Graham Greene y el entusiamo...


Leo con gusto una conferencia de Graham Greene en Bruselas, de 1948. El sugestivo título dice: ¿Está en peligro la civilización cristiana?


Tras repasar lo que todos sabemos desde la sana doctrina, acerca de la indefectibilidad de la Iglesia, y la promesa de perdurar hasta el Final, y notar incluso que suele verse más lo oscuro que lo claro y todo lo que el mesurado cavilar suele concluir sin mayores dificultades, se instala el gran novelista sobre la delgada línea de la última trinchera imaginable:


“No es posible que veamos al mundo entero hundirse en un régimen totalitario y ateo. Sería entonces bien inútil acudir a nuestros aliados. Pero, ¿enserio no es posible? Más bien diría: aunque eso ocurriera no sería el fin. En ese caso, nosotros, los espías de Dios, deberíamos levantar en pequeña escala —al diez por mil— el plano de cada ciudad y cada pueblo. Ahí, en tal calle, detrás de tal café, en el cruce de los caminos, en la aldea X... la decimoquinta casa a la derecha tiene una bodega, y en esa bodega un niño traza torpemente, para jugar, la forma de una cruz en la pared de yeso...

Permítanme terminar con una historia que tuve la intención de escribir hace tiempo, una creación fantástica en forma de melodrama, que se sitúa en un porvenir lejano, digamos dos siglos, cuando el mundo entero estará gobernado por un solo partido, organizado con una eficacia que ignoramos todavía. El telón se levanta y se ve un hotelito sórdido, en Nueva York o Londres, poco importa. Es de noche, tarde; un tipo viejo, cansado, abatido, sin ninguna distinción, cubierto con un impermeable raído y llevando una valija abollada, llega a la mesa de entradas y toma un cuarto. Después de dar su nombre, sube la escalera con paso cansado (el hotel es demasiado pobre para tener ascensor) y desaparece. El empleado de seguridad mira el registro y dice al conserje:

—¿Vio quién es?

—No.

—Es el Papa.

—¿Qué es... “el Papa”? —pregunta el empleado.

El Catolicismo ha sido sofocado con éxito. Sólo el Papa sobrevive, elegido treinta años antes por el último cónclave que se ha reunido (secretamente según creen sus miembros, pero en realidad bajo la vigilancia de una policía más secreta aún) y destinado a reinar en una Iglesia que virtualmente ya dejó de existir. Después del Cónclave, los cardenales han corrido la suerte de los otros sacerdotes: una pared blanca y un pelotón de fusilamiento. Pero el Papa tiene autorización para vivir. Hasta recibe una magra pensión del Estado, pues es útil porque ilustra hasta qué punto ha muerto la Iglesia, y porque queda siempre la posibilidad de que un sobreviviente se delate al tratar de comunicarse con él. Pero ya no hay sobrevivientes.

Roma, naturalmente, ha sido rebautizada hace un siglo.

Describía a este hombrecito, a este pequeño Papa, errando miserablemente de un lado a otro, sin funciones, animado por la vaga esperanza de que algún día, en algún sitio, podría encontrar un signo que le dijera que la Fe aún vivía y que nunca más estaría obsesionado por el temor de que muriera con él lo que había enseñado como cosa eterna. No los cansaré con el relato de sus vagabundeos inútiles y sus desilusiones, conocidos y catalogados en el cuartel general de la policía mundial.

Al final, el Jefe se hartaba de este juego. Quería ver el final en vida, y aunque no tenía más que cincuenta años, en tanto que el Papa había pasado hacía tiempo los setenta, los jefes pueden tener accidentes y no quería renunciar a ocupar en la historia el lugar del hombre que con su propio dedo en el gatillo del revolver había terminado con el mito cristiano.

Así, pues, al final de esta historia que nunca escribí, el Papa era llevado por la Policía hasta la cámara secreta del Jefe; después de ofrecerle al Papa un cigarrillo que rechazó, y un vaso de vino que aceptó, le declaró que iba a morir ahí mismo y al momento.

El último cristiano, el último hombre en el mundo que aún tenía Fe.

El Jefe, después de mandar salir a los guardias, tomaba un revolver del cajón de su escritorio. Concedía al Papa un instante para rezar (había leído en un libro que esa era la costumbre), pero no se tomaba el trabajo de escuchar la oración. Luego lo mataba de un balazo en el costado izquierdo y se inclinaba sobre el cuerpo para darle el golpe de gracia. En ese momento, entre el segundo en que el dedo aprieta el gatillo y aquel en que revienta el cráneo, un pensamiento cruzaba el espíritu del Jefe: “¿sería posible que aquello en que este hombre creía fuese la verdad?”

Un nuevo cristiano nacía en el dolor.”


Hasta ahí, Greene, con exactamente mi misma edad (ya había escrito El poder y la gloria a los 36, y estaban por salir El revés de la trama y El fin de la aventura).

Se lo ha tildado tanto de negativista, o peor, de exaltador de la negatividad de la condición cristiana. En otra conferencia “en tono menor” de esa misma posguerra —“Las paradojas del cristianismo”— arremete sin asco contra el exitismo eclesial, la manía por reducirlo todo a hechos tangibles y contables, y la ponderación naturalista (sensista y censista) de qué funciona y qué no en la Iglesia. Y la de años que faltaban para que la borrachera de optimismo eclesial escalara hasta su cúspide ochentista!


Agrupa Greene todas estas taras bajo una sola carátula, que no está nada mal: dirá que es el maldito SIMPLISMO. No es otra la razón por la que se desafina tanto la paradoja cristiana. Termina el inglés esta conferencia hablando del padre Damián de Molokai, hombre frágil, confuso e indescifrable, tan ajeno al santo-héroe, que relaciona con el sacerdote mejicano de su novela, y remata en forma de enigma:


“No sabríamos encontrar mejor ilustración de la paradoja cristiana esencial que la coexistencia del mal y del bien omnipotente y omnisciente. Dios y su sombra; la tentación en el desierto convertida para siempre en algo sacramental para la vida del hombre. Como la Eucaristía.”


Al año siguiente conoceríamos todos a la asustadiza hermana Blanche, del Diálogo de Carmelitas de Bernanos...


Pero el modelo de católico-superhombre y de Iglesia super-estructura y super-organización era un fuego ya casi indomable.


Ya sea Bernini o Bugnini, lo mismo da: el color mostaza parece que no va.


Sugiero cada tanto —cada mes y medio, digamos— releer este final de novela nunca escrita, que hace de buen antiácido para contrarrestar el dulzor triunfalista que (si bien algo menos que en tiempos cercanos) sigue como vaho cloacal entrando por aquellas ventanas que se abrieron indiscriminadamente hacia los criterios mundanos con que regar la planta de mostaza que el Señor nos confió.


DdJ

21.III.11

De pluma ajena: Graham Greene y el entusiamo...


Leo con gusto una conferencia de Graham Greene en Bruselas, de 1948. El sugestivo título dice: ¿Está en peligro la civilización cristiana?


Tras repasar lo que todos sabemos desde la sana doctrina, acerca de la indefectibilidad de la Iglesia, y la promesa de perdurar hasta el Final, y notar incluso que suele verse más lo oscuro que lo claro y todo lo que el mesurado cavilar suele concluir sin mayores dificultades, se instala el gran novelista sobre la delgada línea de la última trinchera imaginable:


“No es posible que veamos al mundo entero hundirse en un régimen totalitario y ateo. Sería entonces bien inútil acudir a nuestros aliados. Pero, ¿enserio no es posible? Más bien diría: aunque eso ocurriera no sería el fin. En ese caso, nosotros, los espías de Dios, deberíamos levantar en pequeña escala —al diez por mil— el plano de cada ciudad y cada pueblo. Ahí, en tal calle, detrás de tal café, en el cruce de los caminos, en la aldea X... la decimoquinta casa a la derecha tiene una bodega, y en esa bodega un niño traza torpemente, para jugar, la forma de una cruz en la pared de yeso...

Permítanme terminar con una historia que tuve la intención de escribir hace tiempo, una creación fantástica en forma de melodrama, que se sitúa en un porvenir lejano, digamos dos siglos, cuando el mundo entero estará gobernado por un solo partido, organizado con una eficacia que ignoramos todavía. El telón se levanta y se ve un hotelito sórdido, en Nueva York o Londres, poco importa. Es de noche, tarde; un tipo viejo, cansado, abatido, sin ninguna distinción, cubierto con un impermeable raído y llevando una valija abollada, llega a la mesa de entradas y toma un cuarto. Después de dar su nombre, sube la escalera con paso cansado (el hotel es demasiado pobre para tener ascensor) y desaparece. El empleado de seguridad mira el registro y dice al conserje:

—¿Vio quién es?

—No.

—Es el Papa.

—¿Qué es... “el Papa”? —pregunta el empleado.

El Catolicismo ha sido sofocado con éxito. Sólo el Papa sobrevive, elegido treinta años antes por el último cónclave que se ha reunido (secretamente según creen sus miembros, pero en realidad bajo la vigilancia de una policía más secreta aún) y destinado a reinar en una Iglesia que virtualmente ya dejó de existir. Después del Cónclave, los cardenales han corrido la suerte de los otros sacerdotes: una pared blanca y un pelotón de fusilamiento. Pero el Papa tiene autorización para vivir. Hasta recibe una magra pensión del Estado, pues es útil porque ilustra hasta qué punto ha muerto la Iglesia, y porque queda siempre la posibilidad de que un sobreviviente se delate al tratar de comunicarse con él. Pero ya no hay sobrevivientes.

Roma, naturalmente, ha sido rebautizada hace un siglo.

Describía a este hombrecito, a este pequeño Papa, errando miserablemente de un lado a otro, sin funciones, animado por la vaga esperanza de que algún día, en algún sitio, podría encontrar un signo que le dijera que la Fe aún vivía y que nunca más estaría obsesionado por el temor de que muriera con él lo que había enseñado como cosa eterna. No los cansaré con el relato de sus vagabundeos inútiles y sus desilusiones, conocidos y catalogados en el cuartel general de la policía mundial.

Al final, el Jefe se hartaba de este juego. Quería ver el final en vida, y aunque no tenía más que cincuenta años, en tanto que el Papa había pasado hacía tiempo los setenta, los jefes pueden tener accidentes y no quería renunciar a ocupar en la historia el lugar del hombre que con su propio dedo en el gatillo del revolver había terminado con el mito cristiano.

Así, pues, al final de esta historia que nunca escribí, el Papa era llevado por la Policía hasta la cámara secreta del Jefe; después de ofrecerle al Papa un cigarrillo que rechazó, y un vaso de vino que aceptó, le declaró que iba a morir ahí mismo y al momento.

El último cristiano, el último hombre en el mundo que aún tenía Fe.

El Jefe, después de mandar salir a los guardias, tomaba un revolver del cajón de su escritorio. Concedía al Papa un instante para rezar (había leído en un libro que esa era la costumbre), pero no se tomaba el trabajo de escuchar la oración. Luego lo mataba de un balazo en el costado izquierdo y se inclinaba sobre el cuerpo para darle el golpe de gracia. En ese momento, entre el segundo en que el dedo aprieta el gatillo y aquel en que revienta el cráneo, un pensamiento cruzaba el espíritu del Jefe: “¿sería posible que aquello en que este hombre creía fuese la verdad?”

Un nuevo cristiano nacía en el dolor.”


Hasta ahí, Greene, con exactamente mi misma edad (ya había escrito El poder y la gloria a los 36, y estaban por salir El revés de la trama y El fin de la aventura).

Se lo ha tildado tanto de negativista, o peor, de exaltador de la negatividad de la condición cristiana. En otra conferencia “en tono menor” de esa misma posguerra —“Las paradojas del cristianismo”— arremete sin asco contra el exitismo eclesial, la manía por reducirlo todo a hechos tangibles y contables, y la ponderación naturalista (sensista y censista) de qué funciona y qué no en la Iglesia. Y la de años que faltaban para que la borrachera de optimismo eclesial escalara hasta su cúspide ochentista!


Agrupa Greene todas estas taras bajo una sola carátula, que no está nada mal: dirá que es el maldito SIMPLISMO. No es otra la razón por la que se desafina tanto la paradoja cristiana. Termina el inglés esta conferencia hablando del padre Damián de Molokai, hombre frágil, confuso e indescifrable, tan ajeno al santo-héroe, que relaciona con el sacerdote mejicano de su novela, y remata en forma de enigma:


“No sabríamos encontrar mejor ilustración de la paradoja cristiana esencial que la coexistencia del mal y del bien omnipotente y omnisciente. Dios y su sombra; la tentación en el desierto convertida para siempre en algo sacramental para la vida del hombre. Como la Eucaristía.”


Al año siguiente conoceríamos todos a la asustadiza hermana Blanche, del Diálogo de Carmelitas de Bernanos...


Pero el modelo de católico-superhombre y de Iglesia super-estructura y super-organización era un fuego ya casi indomable.


Ya sea Bernini o Bugnini, lo mismo da: el color mostaza parece que no va.


Sugiero cada tanto —cada mes y medio, digamos— releer este final de novela nunca escrita, que hace de buen antiácido para contrarrestar el dulzor triunfalista que (si bien algo menos que en tiempos cercanos) sigue como vaho cloacal entrando por aquellas ventanas que se abrieron indiscriminadamente hacia los criterios mundanos con que regar la planta de mostaza que el Señor nos confió.


DdJ

21.III.11

viernes, 20 de mayo de 2011

Carta de lector sobre marcas idolátricas, gestos equívocos e inculturación

Sin tomar posición al respecto por no ser especialistas en religiones asiáticas, nos vemos, sin embargo, en la obligación de reproducir la siguiente carta recibida por la Redacción. Al Sr. Rodríguez le pedimos un poco más de crédito. Como siempre, esperamos mesura y argumentación en los comentarios.

Estimados señores de Info-Caótica, 
Siendo que, en general, estoy en desacuerdo con vuestro blog, creo haber entendido de Uds. que no realizan censura arbitraria de los comentarios, a diferencia -siempre según vosotros- del blog español Infocatólica. Quizá con vana esperanza, les envío esta carta pidiendo que la publiquen. 
El pasado miércoles 18 de mayo, el Ing. José Miguel Arráiz, uno de los columnistas del blog Infocatólica, publicó el artículo “Juan Pablo II y la marca de Shiva”. En él, el Ingeniero traduce y reproduce una nota de un tal James Akin, “un apologeta católico” (sic), donde este señor afirma que el “Aarti” es simplemente “una forma de saludo indio tradicional… que no tiene ningún significado religioso más que un apretón de manos en la cultura occidental o darle a alguien una corona de flores como bienvenida en Hawai”. A continuación, cita un párrafo de una carta, del 22-11-94, del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, donde se explica “la costumbre y su papel en la sociedad india” (Arráiz/Akin) “… cuando un niño vuelve a casa después de recibir la Primera Comunión y cuando una pareja de casados son recibidos por sus respectivas familias. Hoy en día, el ‘Aarti’ se realiza a menudo para saludar al celebrante principal en un importante evento litúrgico… En tales ocasiones, ‘Aarti’ suele ser ofrecido por una mujer casada católica, y no ciertamente por una ‘sacerdotisa de Shiva como se ha dicho’.” 
Apenas leída esta nota, dejé un muy respetuoso comentario en dicho blog que no fue publicado y, ni siquiera, recibió un “comentario del blogger” aunque sea explicando las razones de la censura. Al comprobar, horas después, la supresión del comentario, dejé otro, que esta vez sí fue publicado con la siguiente aclaración del Ingeniero: “Desde el comienzo dejé claro como trataría los comentarios en este post. Y en este blog yo no hago periodismo católico, aquí los comentarios funcionan de manera que los lectores puedan interactuar con el blogger.” Supuse que ese dejar claro se refería a lo que había puesto en su primer comentario: “Advierto que eliminaré cualquier comentario que interprete como un ataque a Juan Pablo II. Este post no es para debate sino informativo y no admitiré tampoco que se desvíe el tema. El caso Maciel nada tiene que ver con este post.18/05/11 11:18 AM” 
Como quedará claro, mi comentario en ningún momento fue “un ataque” al Papa, ni un desvío del tema. Es más, en el mismo dejé claro que, personalmente, consideraba que Juan Pablo II había sido manipulado, dejando a salvo su investidura y buena intención. Volví, entonces, a insistir con un comentario explicativo, dejando en claro que no hay ataque al Papa de entonces, sino tan sólo se intentaba advertir sobre la existencia de refutaciones del argumento del Sr. Akin.  
Es, me ha parecido siempre como periodista de oficio, un deber del periodista (y escribir un blog es ejercer de periodista, aunque se carezca del oficio y se haga sin salario) que se dice católico es dar lugar al derecho de réplica. En fin, como todo el mundo ligado a la prensa sabe, el no hacer esto es una falta a la ética periodística -ya no sólo la moral católica, sino la mera ética laica. En fin, si Infocatólica no da derecho de réplica, aunque más no sea como comentario, suprimiendo o censurando todo aquello que no gusta (aunque haya sido escrito con respeto, cuidado y dando argumentos), va por mal camino. Deja de ser periodismo y se transforma en propaganda. En la peor propaganda, la que justifica cualquier medio -incluso el ocultamiento de la verdad- para lograr un fin, por muy bueno que éste sea. 
Yendo ahora al tema, aconsejo buscar en Internet quién es este Sr. Akin, podemos hacerlo en Google o similar, como Jimmy Akin o James Akin. Irremediablemente aparecerá una lista cuasi infinita de resultados con el mismo texto que reproduce Arráiz. Los que por oficio estamos acostumbrados a olfatear “publi-notas”, “información viral”, trolls, spam, etc., rápidamente detectamos este tipo de operaciones. No decimos que sea el caso, pero nos hizo sospechar cuando por primera vez, hace años, leímos lo de este señor “apologeta católico”. El hecho es que descubrimos que el argumento de Akin había sido contradicho por otros, sin que estas contrargumentaciones recibiesen la misma publicidad que la nota original. 

El caso más notable es el del Profesor Luiz Mascarenhas de la Universidad de Goa (India), quien publicó hace mucho tiempo una nota donde, como indio de tradición portuguesa y con varias generaciones (cientos de años) de católico encima, negaba la existencia de esta supuesta costumbre; no sólo entre su comunidad católico romana indo-portuguesa, sino también entre siro-malankares, e -incluso- nuevos católicos (descendientes de conversos modernos evangelizados por misioneros ingleses o irlandeses). No negaba que pudiese existir algo entre comunidades de base donde se experimenten formas de adaptación del “Aarti” de la tradición hindú con fines de inculturación. Sólo lamentaba que no se hubiese dado el mismo protagonismo a las tradiciones verdaderamente cristianas de los católicos indios. 
Por otro lado, tenemos lo que nos dicen los libros clásicos de orientalismo o hinduismo acerca del “Aarti” que, comprobaremos, no tiene nada de “forma de saludo indio tradicional”, como dice el Ingeniero Arráiz. 
El Profesor Fabrizio Ferrari, de la Univ. de Chester, dice “el aarti (ceremonia ritual en honor de un dios o más) se realiza todas las noches como una costumbre tradicional hindú” (Health and religious rituals in South Asia). En su Breve Diccionario del Hinduismo, Brahmacharini Usha aclara: “aarti: un movimiento ceremonial de luces frente a una deidad o santón hindú”. Desde otro ángulo, The Encyclopedia of Sikhism, de H. S. Singha, lo designa como “una forma de adoración hindú en la cual se encienden 100 lámparas que se mueven en un orden prescripto frente a ídolos de dioses y diosas, y algunas veces frente a personas importantes”. Explica, por ejemplo, el Dr. Shashi Tharoor, en su glosario a La gran novela india, “Aarti: rito religioso hindú que consiste en agitar ceremoniosamente lámparas encendidas frente al objeto al que se pretende adorar o venerar.” 
Lo que recibió el Papa en aquel viaje a la India sobre su frente no está claro por la mala definición de la fotografía. Es posible que se trate del tilak o tilaka (una o varias líneas), que simboliza el tercer ojo, el ojo de la mente, que se asocia -en la tradición hindú- con la iluminación espiritual de los dioses. Otra posibilidad es que sea el bindi (un punto o marca circular, tiene muchos nombres distintos según la región) que representa la sexta chacra del Hinduismo, punto de fuga de la energía libidinosa. 
Claramente vemos entonces que lo que se hizo a Juan Pablo II no fue un “Aarti” y que, aún cuando no fuese la marca de Shiva, se trató de un acto de origen hindú con fuertes connotaciones idolátricas. 
Y para sustentar este argumento sobre el irenismo de la ceremonia, traemos a colación dos testimonios. Primero, el del Rev. Paul Collins, quien, en su libro Christian inculturation in India, explica el uso sincrético de símbolos paganos por neoconversos indios, en este caso anglicanos. Entre ellos, se menciona varias veces al “aarti”, el “tercer ojo”, etc., junto a otras prácticas hinduistas. 
En segundo término, tenemos la nota del ceremoniero del Papa Juan Pablo II y encargado de la organización de esta ceremonia, Misa Votiva de Cristo Luz del Mundo, durante la Visita Pastoral a Nueva Delhi en noviembre de 1999, Mons. Piero Marini. Dice allí: “La Misa en el Estadio contará con tres danzas indias. Dos a la entrada. La primera será una danza tribal que presidirá a los sacerdotes y obispos hasta el podio antes del arribo del Santo Padre. La segunda será una danza de rezo que presidirá a los cardenales tras el arribo del Papa al Estadio. La tercera será una danza de ofertorio que presidirá a las personas que porten las ofrendas hasta el altar. En el momento de la Doxología, cuando el Santo Padre toma el cáliz y la patena con la Hostia, se realizará el “Aarati”, que es un signo de veneración, por un grupo de jóvenes mujeres. El “Aarati” consistirá en lo siguiente: el Pushpa Arati, movimiento de una bandeja con flores con una Deepak (luz) en el centro y la lluvia de pétalos; el Dhupa Aarati – el homenaje del incienso; el Deepa Aarati – el homenaje de la luz, moviendo el fuego alcanforado y sonando campanillas.” (Nota del Maestro de las Celebraciones Papales del 23 de octubre de 1999.) 
Por lo tanto, las palabras que el Ingeniero Arráiz dirige al Sr. Marcelo con el siguiente tenor “en vez de reflexionar y hacer penitencia por no haber verificado los hechos antes de repetirlos persevere… Yo de ser usted estaría haciendo penitencia y quizá incluso gargarismos con agua bendita.”, debería aplicárselas, en primer lugar, a él mismo. 
Sin otro particular, me despido muy atentamente, esperando no haber perdido el tiempo, 
Juan Rodríguez
(Mendoza)


Fotografía de la polémica y la confusión


REDACCION: Hemos hecho algunas mejoras cosméticas para facilitar la lectura. Sin embargo, conservamos la gramática original.-